En una rutinaria operación de repostaje en vuelo -delicada
como todas, pero no peligrosa-, algo salió mal por la concatenación de
varios sucesos menores.
çSobre los cielos de Almería, a unos 10.000
metros de altitud, colisionaron un avión cisterna KC-135 Stratotanker y un bombardero estratégico B-52 G
con el resultado de su destrucción, caída de la carga atómica que
transportaba el segundo y la muerte de siete de los once integrantes de
las tripulaciones.
El cisterna había despegado de la base aérea de Morón (Sevilla) para que el bombardero, que regresaba desde Turquía camino de EEUU, repostara sus depósitos.
Las bombas de hidrógeno eran del tipo Mk 28
cuya potencia era de 1,5 megatones y su peso de 800 kg. Tres cayeron
sobre tierra (quedando dos destruidas por el choque porque no actuó su
paracaídas) y la otra cayó en el mar.
Las primeras fueron localizadas
relativamente pronto, pero la última, a pesar de la operación que se
organizó, tardó en ser localizada 80 días y lo fue por el pescador Francisco Simó Orts. Automáticamente recibió el apelativo de Paco el de la Bomba.
Las bombas recuperadas se muestran al público en el 'National Museum of Nuclear Science and History', de Albuquerque, Nuevo México.
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