Si las medidas no se aplican muy rápidamente, perderemos esta guerra. Como la vamos perdiendo ahora
ANTES de hallar refugio en la Siria yihadista y
diluirse entre Al-Qaeda y el Estado Islámico, la cómplice de los
asesinos de París, Hayat Boumeddienne, hizo escala en Madrid, hacia
Turquía. Luego, la frontera siria y el Califato. El yihadismo es una
trama militar con bases en toda Europa. Y, en esa trama, España es
puente. Entre las fortalezas del Cercano Oriente y el territorio de
combate europeo.
España aúna tres condiciones para ello.
Geográfica, la primera: el paso más sencillo hacia Europa pasa por la
península; paso de personas como paso de armas, sobre la infraestructura
del negocio mastodóntico del narcotráfico.
España es, además, waqf,
término con que el islam designa aquellos dones, materiales o morales
que Alá concedió benévolamente a sus creyentes y que, por ser donación
directa de Alá mismo, no admiten reversibilidad ni modificación en el
tiempo.
Lo que es entregado por Alá en propiedad a sus fieles lo es por
toda la eternidad. Quinientos años de paréntesis son una mota de polvo
en el desierto. Para un creyente riguroso, España (Al-Ándalus significa
España) es intemporalmente musulmana. Que el ejército del islam la
utilice hoy como base logística es, en términos de ley coránica,
irreprochable. Añádase el odio incondicional que el islam profesa hacia
un país dos de cuyas ciudades están enclavadas en el norte de África:
estamos en el ojo del huracán de esta guerra en curso.
El error fatal sería hoy pensar que Europa
afronta un problema policial complejo. Y analizar el yihadismo con la
categorías usuales para un terrorismo clásico. No es terrorismo. Estamos
ante una guerra. Santa. Como tal proclamada por diversas fracciones de
un único ejército que el islam homogeneiza. Esa guerra se juega en
dispositivos convencionales allá donde domina un territorio.
Así fue en
Afganistán, hasta que los Estados Unidos destruyeron a Bin Laden. Así
sucede hoy en buena parte de Irak y Siria, ante la suicida debilidad de
los aliados. Desde esas bases militares se planifican los ataque en
territorio infiel: Nueva York en 2001, París hace cuatro días. Sin
necesidad de grandes refinamientos clandestinos.
El islamismo está en
Europa. Sólidamente arraigado en las jóvenes generaciones de la
emigración musulmana. No hay más que saber mover el rencor que anida en
las mezquitas.
Pero luchar contra eso no es tarea policial. No
sólo. Asistimos a los inicios de una guerra de dimensión mundial. Y, en
una guerra, sobre el Ejército recae la responsabilidad de no ser
derrotados. Esa guerra exige la aniquilación previa de las fuerzas
militares del Estado Islámico en Irak y Siria, por supuesto.
Pero
también el paciente trabajo de inteligencia que permita infiltrar y
limpiar por completo las redes del yihadismo en nuestro propio
territorio. Lo cual es imposible sin un control único de inmigración y
fronteras en la UE. Nadie debe esperar victorias rápidas. Pero, si las
medidas no se aplican muy rápidamente, perderemos esta guerra. Como la
vamos perdiendo ahora.
GABRIEL ALBIAC
http://sevilla.abc.es
Cria cuervos y te sacaran los ojos
ResponderEliminar