La confrontación entre Rusia y EE UU impulsa la carrera armamentística. Fuente: Kirill Kalinnikov / Ria Novosti
La confrontación entre Rusia y EE UU está ganando impulso y
próximamente podría alcanzar una escala cósmica en el sentido literal de
la palabra. Hablamos del desarrollo de tecnologías por parte de EE UU
que amenazan con descompensar el equilibrio de poderes mundial y
conminan a Rusia a contrarrestar este efecto por medio de sus armas de
destrucción masiva.
Desde que se inventaron los cohetes
espaciales, la humanidad ha querido transportar en ellos las armas más
mortíferas: las nucleares.
El Tratado del Espacio Exterior de 1967 prohibió el envío de armas
nucleares al espacio, pero no el de armamento convencional. Aunque no se
pudiera ‘bombardear’ al enemigo con armas nucleares desde el espacio, sí que se
podían interceptar sus misiles. En 1972 esta posibilidad quedó también
descartada con la firma del Tratado Sobre Misiles Antibalísticos (ABM).
En 2001, los EE UU abandonaron el tratado ABM.
Actualmente, el país norteamericano está desplegando sistemas Aegis por todo el
mundo, capaces de derribar misiles con un alcance de hasta 5.500 km. A esto
habría que añadir la instalación de los últimos sistemas THAAD en Corea del
Sur, con los que EE UU busca cubrir las zonas ‘sombrías’ para sus sistemas
de defensa antimisiles: Siberia y el Extremo Oriente ruso.
El 12 de abril de 2015, las tropas rusas de
defensa aeroespacial detectaron una constelación de satélites de inteligencia electrónica en
órbita.
“Se ha creado una constelación de satélites
con el fin de vigilar los medios que se encuentran en el territorio de la
Federación de Rusia”, anunció el general al mando de las tropas de defensa
aeroespacial, Oleg Maidanovich.
Sistema Aegis terrestre
El Ministerio de Defensa no reveló a qué país
pertenecían los satélites, pero los expertos se decantan por EE UU.
Ante tales circunstancias, Rusia ha decidido
modernizar los sistemas de defensa antiaérea de la región de Moscú y acelerar
el desarrollo de nuevos misiles balísticos intercontinentales y de sistemas
universales de defensa antiaérea como el S-400 y el S-500.
Actualmente, se están probando misiles para el
sistema S-400 que tienen un alcance de 400 km. Este indicador se refiere a
objetivos aerodinámicos como pueden ser los aviones.
Aunque no se conoce la
altura y la distancia de impacto de los misiles, si se sabe que podrían
derribar objetivos en el espacio cercano.
Paralelamente se está trabajando en el sistema
de defensa antiaérea de nueva generación S-500 y en el nuevo sistema de defensa
antiaérea de la región de Moscú, el А-235, los cuales funcionarán en tándem.
Se
prevé que ambos entrarán en servicio en 2017. De momento, la industria militar
rusa tiene la intención de triplicar la producción de misiles para sistemas de
defensa antiaérea con respecto a 2014.
Rusia también está tratando de garantizar una
vigilancia permanente de objetivos. Tal como anunció el director de la empresa
Almaz-Antéi, Anatoli Savin, se ha diseñado un “original sistema de
reconocimiento espacial” capaz de detectar y seguir el desplazamiento de los
portaaviones norteamericanos en los océanos, así como el de los submarinos
estratégicos de la OTAN.
“Tenemos bajo vigilancia continua
prácticamente todos los océanos del mundo”, añadió.
Por otra parte, próximamente se prevé
desplegar en el Ártico una red de radares. El objetivo es impedir la
transición hacia una guerra global en el espacio exterior.
Actualmente,
EE UU no está dispuesto a negociar. Por esta razón ha rechazado apoyar el
proyecto de un tratado global para impedir el despliegue de armas en el espacio
en el que están trabajando Rusia y China desde 2007.
Queda un largo camino para convencer a EE UU
de que este acuerdo también se ajusta a sus intereses. Quizás esto solo sea
posible mediante la implementación de las mismas medidas asimétricas, algo en
lo que Rusia y China (que acaba de comprar a Rusia los sistemas S-400) ya están
trabajando.
Desde finales del
año pasado varios ejércitos occidentales han notado un aumento de la
actividad de los vuelos de la aviación de acción lejana en espacios
neutrales y también en las proximidades de las fronteras de
países-miembro de la OTAN.
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