Las
consecuencias de la incontrolada revolución siria han mantenido en vilo
a la mayoría de los países de Oriente Próximo desde hace meses. El
derribo este pasado viernes de un avión de combate-F4 turco por parte de
las fuerzas antiaéreas del Ejército sirio, ha encendido las alarmas del
peligro de un conflicto bélico que traspasa las fronteras sirias. Un
incidente que por el momento, a la espera de la repuesta turca, se
convierte en un reflejo más de la disputa que los dos países mantienen
en el complejo equilibrio de poderes de Oriente Próximo.
Por
un lado, la administración turca ha insistido en que el avión militar
fue alcanzado sobre aguas internacionales y por consiguiente se trata de
una agresión directa hacia su integridad. Por otro lado, el mensaje
oficial sirio sostiene que el aparto fue derribado dentro del espacio
aéreo sirio, por lo que defiende su actuación aunque alega que el avión
no se había identificado antes de derribarse. A la espera de saber con
exactitud los detalles de los hechos, las operaciones de rescate
conjuntas que realizaban equipos turcos y sirios durante este fin de
semana, hablaban de una crisis abierta pero aún sin rumbo escrito. El
gobierno del primer ministro turco, Tayip Erdogan, ha sido capaz de
aplicar una diplomacia de acercamiento regional durante estos últimos
años sin olvidar sus obligaciones con la OTAN. Sin querer ser preso de
una actuación precipitada, el país decidía hacer uso del artículo 4 del
Tratado de la Alianza Atlántica (OTAN) y llamar a consultas al
organismo.
Según
el citado artículo, cualquier aliado puede solicitar una reunión del
organismo en cualquier momento en el que considere que existe una
amenaza hacia su integridad territorial, independencia o seguridad. De
este modo, el país se reserva por el momento, el tener que invocar al
artículo 5 del tratado, por el cual se definen las respuestas a tomar en
caso de un ataque militar contra alguno de sus miembros. La
involucración de la OTAN en el conflicto puede convertirse en un
catalizador hacia una intervención militar.
Mientras
espera contar con un apoyo internacional, el gobierno turco llamaba a
consultas a la oposición y a las élites del ejército como parte de la
pausada y consensuada respuesta que el país quiere dar. Un incidente que
amenaza de nuevo a Erdogan con un renovado pulso de poder con la élite
militar del país, en tensión desde la dimisión casi de la totalidad de
su cúpula en julio de 2011. Bajo una prudencia sin precedentes, el
gobierno turco parece medir momentáneamente su respuesta ante lo que ha
sido un aviso de Al Assad a los peligros de la política turca de
acercamiento a la oposición siria así como a la búsqueda de poder
regional de Ankara.
¿Un episodio sin vuelta atrás?
El
reciente incidente entre Siria y Turquía pone de nuevo sobre la mesa
los riesgos que cualquier actuación internacional en contra del régimen
de Bashar Al Assad conlleva para Turquía y toda la región. La
inestabilidad de la frontera turca con Siria a lo largo de la provincia
de Hatay y un conflicto latente con su minoría kurda, amenazan
intermitentemente a Turquía con extender la revolución siria dentro de
su territorio. El fluido constante de refugiados hacia territorio turco
así como la posibilidad de una revuelta que traspase a sus confines,
llevaban a finales del año pasado a Ankara a mover ficha y posicionarse
en contrariedad con la actual represión de Bashar Al Assad.
El
rol mediador de Turquía se intentó potenciar cuando Ankara decidió
acoger, ya desde septiembre de 2011, al principal órgano de la oposición
siria, el Consejo Nacional de Transición sirio (CNT). El incidente del
fin de semana ha reabierto la puerta a una respuesta de la OTAN liderada
por Turquía. Con el segundo mayor ejército de la OTAN, la implicación
de Turquía y su decidida política de apoyo a la oposición siria, podrían
decantar la balanza de fuerzas de la intensa lucha que la disidencia
libra en Siria desde hace ya más de 16 meses. No obstante, cualquier
intervención aliada también conlleva un riesgo de propagación
incontrolada del conflicto hacia la mayoría de países de la zona.
Ankara
ha planteado ya en varias ocasiones la posibilidad de establecer un
corredor humanitario en Siria para proteger los civiles. Ahora, el país
podría contar con su ansiada posibilidad de reforzar a la fragmentada
oposición siria de darse una actuación de la OTAN. No obstante, como
cualquier intervención en el país, necesitaría de una dimensión militar
para asegurar sus objetivos. Al igual que cualquier opción que pase por
una injerencia extranjera en Siria, la oposición rusa y china a
cualquier intervención parece asegurada. El antecedente libio, donde la
resolución del Consejo de Seguridad de la ONU fue clave para la
intervención de la OTAN en Libia es difícil que se repita ahora en el
caso sirio.
Los
peligros de una intervención militar pasan por un conflicto que escale a
nivel regional, atrapando a la mayoría de actores de la zona en un
espiral de violencia sin rumbo controlado donde dinámicas de la Guerra
Fría podrían volver a repetirse. Cuando el próximo martes el parlamento
turco anuncie, tras la reunión de consultas a la OTAN, las medidas que
el país va seguir en relación al derribo de uno de sus aviones, podrá
redefinirse el eje de actuación internacional contra Damasco. Con la
probable oposición diplomática rusa y china a cualquier actuación, el
apoyo que los países de la comunidad internacional brinden a Turquía
puede resultar clave para decantar la balanza hacia una intervención
militar. En un Oriente Próximo frágil, donde el reciente fracaso del
plan de paz de Annan se ha sumado a la lista de iniciativas fallidas
para Siria, el episodio reabre más que nunca el debate sobre una posible
intervención militar en el país.
Daniel Rajmil www.revistatenea.es
*Daniel Rajmil es politólogo
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