Fuente: Reuters
Los medios chinos destacan que el acuerdo de cooperación firmado
entre China y EE UU es uno de los primeros de los últimos años. Los
expertos rusos consultados creen que todavía es pronto para valorar cómo
esto afecta a Rusia, sobre todo en un momento de acercamiento a Asia y
de tensión con Occidente.
El pasado 12 de junio representantes de
las instituciones de defensa de EE UU y China firmaron un acuerdo para implantar un mecanismo de cooperación
militar que permita coordinar los esfuerzos humanitarios y reaccionar de forma
conjunta frente a las situaciones de emergencia. Está previsto que a finales de
septiembre las partes firmen un acuerdo de seguridad con el fin de reducir la
probabilidad de que se produzcan accidentes aéreos o navales.
Los militares estadounidenses destacan que
el objetivo de esos acuerdos es fomentar un mejor entendimiento mutuo y reducir
el riesgo de cualquier tipo de “acción errónea”. China considera que este
acuerdo es un gran paso hacia adelante en las relaciones bilaterales. En este
trasfondo, se ha anunciado la posibilidad de que los dos países lleven a cabo
ejercicios militares conjuntos el año que viene.
El
G-2 y Chimérica
Los expertos rusos creen que el propio
hecho de que se haya firmado este contrato ayuda a determinar el lugar que
ocupan Washington y Moscú en los cálculos geopolíticos de Pekín. Teniendo en
cuenta el notable acercamiento entre Rusia y China a raíz del enfriamiento de las relaciones con
Occidente, el tema cobra actualidad.
En declaraciones a RBTH Vladímir Korsun,
sinólogo y docente de la Cátedra de Estudios Orientales del Instituto Estatal
de Relaciones Internacionales de Moscú, afirma que, por ahora, el acuerdo
alcanzado se limita a establecer un protocolo de intenciones. Sin embargo, ha
recordado que fue en la década de los 80 cuando EE UU y China empezaron a
cerrar los primeros acuerdos en el ámbito militar.
Los expertos consideran que no hay motivos
para creer que el acuerdo derive en una suerte de alianza militar entre
Washington y Pekín, aunque sí ponen de relieve la singularidad de las
relaciones chino-estadounidenses.
Korsun considera, por ejemplo, que “de
facto, el G-2 (el gran dúo que forman EE UU
y China) ya existe”, y, en este sentido, considera acertadas las
principales características del concepto Chimérica
que acuñó el historiador Niall Ferguson, que presupone la existencia de un
espacio económico único chino-estadounidense que conviene a ambas partas.
Sin embargo, el analista destaca que en
Rusia, a principios de los 2000, la comunidad de expertos se decantaba por
opinar que los intereses de EE UU y China acabarían por chocar, y entonces
Rusia tendría que tomar distancia para “vigilar la contienda entre los dos tigres”.
Pero este pronóstico no se ha corroborado, y el acuerdo alcanzado el pasado
viernes es una prueba más de que no se cumplirá. Korsun está convencido de que
la Rusia no conseguirá decantar a China a su favor en caso de que se agraven
las relaciones entre Moscú y Washington.
El
triángulo Moscú-Washington-Pekín
Al mismo tiempo hay quien opina que es
poco probable que se instaure una alianza de pleno valor entre EE UU y China.
Sin embargo, esta circunstancia tampoco palía de forma automática la situación
que atraviesa Rusia actualmente.
Alexander Jramchijin, vicedirector el
Instituto de Estudios Políticos y Militares, ha declarado a RBTH que
actualmente las relaciones del triángulo que forman los tres países –Rusia, EE
UU y China– son complejas.
En esta configuración, cualquiera de los tres
intenta especular a partir de las contradicciones de los demás, y el
acercamiento entre dos Estados actúa en detrimento del tercero. A pesar de que
resulte difícil imaginar que en este triángulo se produzca una alianza entre
dos de los tres agentes, el acercamiento táctico entre Washington y Pekín
estrecha el margen de maniobra de Moscú.
Andréi Frolov, director general de la
revista Exportación de armas, también cree que el acuerdo
chino-estadounidense, que él define como un memorando de cooperación, es una
señal de cierto acercamiento entre EE UU y China. Sin embargo, tal como
subraya, es poco probable que implique algún tipo de consecuencia práctica para
Rusia en los próximos dos años.
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