viernes, 1 de junio de 2012

Los submarinos robot para la Armada rusa son un lujo indispensable


 
 
Los submarinos robot para la Armada rusa  son un lujo indispensable
 
Flickr.com/Defence Images/cc-by-nc   Ilyá Krámnik
panish.ruvr.ru/



El buque de rescate "Igor Beloúsov" que se está construyendo para la Marina rusa, tendrá en dotación batiscafos autónomos para operaciones de salvamento e investigaciones a gran profundidad.

Los minisubmarinos tripulados y batiscafos no tripulados pasan a ocupar un lugar cada vez más importante dentro de las estructura de las fuerzas navales de diversos países y cumplen misiones de carácter tanto militar como civil. Al ejercer un control permanente del espacio subacuático, estos aparatos pueden incrementar considerablemente la eficacia de los buques de superficie y submarinos.
Alcanzar lo inalcanzable
Los batiscafos, que originariamente se concebían para investigar el fondo marino, realizar operaciones de búsqueda y salvamento y cumplir misiones especiales, con el avance tecnológico adquirieron funciones mucho más amplias. Los primeros robots submarinos fueron diseñados todavía en los años 50 y 60 del siglo pasado, pero el verdadero auge de su desarrollo se remonta a comienzos del siglo XXI, cuando tecnológicamente se hizo posible fabricar aparatos no tripulados capaces de realizar operaciones complejas sin la participación del hombre o mediante control remoto. Los batiscafos no tripulados resultaron ser una excelente solución allí donde era técnicamente imposible o arriesgado emplear sumergibles tripulados.
Los robots submarinos pueden realizar las siguientes funciones: desactivar minas y eliminar otros obstáculos subacuáticos; contribuir a aumentar el alcance de sonares de los submarinos; monitorear y reparar objetivos subacuáticos; investigar el relieve del fondo y las aguas de mares y océanos. Semejantes aplicaciones son necesarias  tanto para las fuerzas navales como entidades civiles.
Los primeros robots submarinos tenían un tamaño demasiado grande como para ser utilizados desde buques de superficie o submarinos. Para su empleo se desarrollaron submarinos especiales, como el SSN-23 “Jimmy Carter” de la Armada estadounidense, botado en 2005 y que sigue en servicio operacional hasta hoy. En el diseño del submarino multifuncional “Seawolf” se introdujeron modificaciones necesarias para operar con robots submarinos.
Los vectores de los robots submarinos de los que dispone también la Marina rusa ofrecen amplias posibilidades para el empleo tanto de sumergibles tripulados como de robots. La miniaturización de los equipos hace posible reducir el tamaño de los robots hasta el tamaño de un torpedo, minas de mar, e incluso menos, y emplearlos desde los submarinos comunes y corrientes.
Nuevas metas
Las características de los submarinos rusos, tanto modernizados como nuevos, no se divulgan al ser un secreto de Estado. Por esta razón resulta difícil afirmar si en este aspecto, la Marina rusa se queda atrás o no con respecto a las fuerzas navales de otros países. De todas formas, a juzgar por los indicios visibles, hemos de hacer constar que, en cuanto a la disponibilidad de sumergibles de diverso perfil en el servicio de búsqueda y rescate, la Marina rusa, si bien está algo a la zaga de las fuerzas navales occidentales, hace todo lo posible por reducir este retraso.
Aparte del buque “Igor Beloúsov” que llevará a bordo un robot y dos sumergibles tripulados, estos años últimos, el servicio de búsqueda y rescate recibió varios sumergibles autónomos británicos de la clase Pantera.
Una adquisición muy valiosa fueron los aparatos de profundidad rusos Rusia y Cónsul destinados no solo para las operaciones de rescate, sino también para las investigaciones científicas a gran profundidad. Cónsul, ensayado a la profundidad de 6.500 metros, en opinión de los especialistas, es capaz de bajar a una profundidad mayor, dadas las impresionantes características de su casco.
Cónsul fue construido en Rusia, mientras sus predecesores, los batiscafos Mir habían sido construidos para la URSS en Finlandia. Cabe señalar que en los batiscafos rusos todavía es demasiado alto el porcentaje de piezas de fabricación extranjera sobre todo de equipos electrónicos, dispositivos mecánicos de precisión, etc. Lamentablemente, este problema no se presta a solución simplemente encargando construir un mayor número de batiscafos o robots. Para ello se necesita una eficaz industria no adaptada exclusivamente a las necesidades militares. De lo contrario, las cadenas de producción de alto contenido tecnológico podrían correr la misma suerte que, al acontecer las circunstancias adversas después del colapso de la URSS en 1991, corrió la mayor parte de la industria militar soviética.

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