El Presidente de los Estados Unidos,
Barack Obama, podría transferir en forma de donación dos fragatas
misileras clase Oliver Hazard Perry, las USS Curts (FFG-38) y USS
McClusky (FFG-41) al gobierno de México. La transferencia está ya
autorizada por el Senado de los EEUU, el cual ratificó el acta
correspondiente el pasado 1 de enero, mediante el cual se le concede al
Presidente la posibilidad de ceder sin costo varias unidades de la clase
Perry a distintos países incluyendo México. De ser aceptada la
donación por México, los costos de traslado de los buques quedarían a su
cargo, así como los trabajos de reparación y modernización de las
unidades, los cuales, como señala el acta, deben de realizarse en
astilleros estadunidenses para que la cesión se haga efectiva. El valor
de esta clase de obra podría ascender a varias decenas de millones de
dólares, de ser extensa la recuperación y modernización de las fragatas,
por lo que no es aun seguro que la Secretaria de Marina (SEMAR) de
México acepte incorporar dichas unidades. La toma de esta decisión
tampoco es de gran urgencia ya que el poder dado al Presidente Obama
para llevar a cabo esta transferencia es válido por un periodo de tres
años.
Las unidades clase Oliver Hazard Perry
son fragatas misileras cuyo diseño remonta a inicios de los años 1970.
La idea era contar con un navío de construcción económica, del cual se
podrían fabricar grandes cantidades para ir remplazando aquellos
veteranos destructores de la Segunda Guerra Mundial que aún permanecían
en servicio en la US Navy y parte de las unidades de
diseño más reciente, tales como las fragatas clase Knox. Las Oliver
Hazard Perry fueron inicialmente pensadas como fragatas de escolta para
defensa antiaérea y antisubmarina, contando con un sistema lanza misiles
individual Mk.13 para el disparo del misil antiaéreo SM-1MR y del armamento anti buque RGM-84 Harpoon, y con dos lanzatorpedos antisubmarinos triples Mk.32.
A estos armamentos se les suma una
torreta Oto Melara con un cañón de 76 mm y, a partir de finales de los
años 1980, un sistema antiaéreo de corto alcance y alta cadencia cíclica
Phalanx CIWS de 20 mm. Dependiendo de la versión, las fragatas Perry podían embarcar dos helicópteros SH-2 Seasprite o dos SH-60 Seahawk.
En total, la US Navy recibió 51 fragatas Perry, las cuales se
construyeron en EEUU de 1975 a 1989. También se produjeron seis unidades
para Australia (cuatro de ellas en EEUU), otras seis (clase
Santa-María) en España y otras ocho en Taiwán.
Dentro de las notables acciones de
guerra de la clase Perry destaca la participación de varias unidades a
las operaciones en el Golfo Pérsico durante la guerra entre Irán e Irak.
Fue durante aquel periodo que la USS Stark fue atacada
por un avión iraquí y sufrió dos impactos de misiles Exocet que
causaron la muerte de 37 marinos estadunidenses. Posteriormente las
Perry participaron en la guerra del Golfo desempeñándose también en
diversas otras operaciones navales norte-americanas a lo largo de los
años. A partir de los años 2000, EEUU fue dando de baja varias fragatas
clase Perry, algunas de las cuales fueron transferidas a países
extranjeros como Bahréin, Egipto, Pakistán, Polonia y Turquía. Otras han
sido desmanteladas tras su baja y, al día de hoy, son unas veinte
unidades las que mantiene la US Navy en servicio y prevé remplazar en
los próximos siete años, con los nuevos Litoral Combat Ship (LCS).
Las dos fragatas destinadas a México, USS Curts (FFG-38) y USS McClusky (FFG-41)
desplazan cada una 4200 toneladas a máxima carga. Tienen una eslora de
138 metros (son de la versión “alargada” de las Perry) y una manga de 14
metros y ambas fueron comisionadas en la US Navy en 1983. Su velocidad
máxima es de 29 nudos y tienen una autonomía de hasta 5000 millas
náuticas con velocidad de crucero de 18 nudos. Su armamento ya no
incluye el lanzador Mk.13 que fue desmontado de todas las fragatas Perry
estadunidenses a partir de los años 2000, por lo cual estos dos navíos
no tienen ya capacidad para disparar misiles antiaéreos SM-1MR y anti
navíos RGM-84. Conservan sus dos montajes lanzatorpedos triples Mk.32,
la torreta Oto Melara de 76 mm, el Phalanx CIWS así como varias ametralladoras calibre .50. Ambas fragatas pueden embarcar dos helicópteros SH-60 Seahawk.
Entre los sensores instalados a bordo de los navíos destacan el radar
de vigilancia aérea AN/SPS-49 y el radar de búsqueda de superficie
AN/SPS-55. A la fecha, la USS Curts ya ha sido dada de baja de la US Navy mientras que la USS McClusky será retirada en breve.
Todavía es muy temprano para decir que
será de esta propuesta del gobierno Obama a la SEMAR. La Marina Armada
de México cuenta con una flota de fragatas y destructores algo
anticuada, conformada por cuatro fragatas clase Allende (ex USS Knox), dos clase Bravo (ex USS Bronstein) y un destructor clase Quetzalcóatl (ex USS Gearing). El armamento de aquellos navíos se limita a sus cañones de 127 mm, ametralladoras y sistema antisubmarino ASROC, ya que en el caso de las Allende, sus lanzadores para misiles Harpoon y Sea Sparrow o
bien fueron desmontados antes de la entrega de los buques a México o,
si están presentes pero no se compraron los misiles para su empleo. Si
bien es cierto que la escuadra de guerra de la Armada Mexicana requiere
de una renovación, aquello no es una urgente prioridad debido a la falta
de amenaza naval convencional hacia el país. De hecho, en la
actualidad, las fragatas y destructores mexicanos más bien sirven
esencialmente para preservar la vigencia de los conocimientos del
personal naval en cuanto a guerra naval convencional y operación de
buques de guerra mayores.
En el combate al narcotráfico y al
crimen organizado, estos navíos no tienen utilidad pues tanto sus
sensores, armamentos y tamaño no les permiten operar con gran eficiencia
en misiones de interdicción. La SEMAR aún necesita reforzar su flota de
patrullas oceánicas y costeras así como el número de sus buques de
apoyo logístico y de guerra anfibia, los cuales pueden emplearse con
eficiencia en misiones de apoyo a la población civil y transformarse de
ser necesario en bases flotantes para operaciones de alto impacto. Las
dos fragatas clase Perry no cuentan ya con sus sistemas de combate
antiaéreo y anti superficie por lo cual a menos de que se les invierta
una cuantiosa cantidad de dinero para incorporales nuevos lanzamisiles,
no tendrán ningún poder disuasivo adicional que no tienen ya las
unidades que opera la Marina Mexicana. La simple recuperación de las dos
Perry será una operación muy costosa para la SEMAR y, aun así, no les
quitara los treinta años de servicio que ya tienen cumplidos.
Es cierto que los sensores más modernos
de las Perry y sus dos hangares para helicópteros (pero para sacarles
beneficio se necesitan los helicópteros correspondientes, y a la hora la
flota de aeronaves embarcables de la SEMAR ya es insuficiente para
dotar a todas sus patrullas oceánicas, sin mencionar a sus fragatas) las
hacen mucho más capaces que las Allende o las Bravo. Además su
electrónica ha sido ampliamente modernizada en los años 2000 por lo
cual, sin duda, de ser incorporadas permitirían un salto tecnológico
notable dentro de las capacidades de guerra convencional de la Armada.
Sin embargo no dejaran de ser más que plataformas de entrenamiento
operacional, sin verdadero poder ofensivo, por lo cual la inversión que
sería sin duda necesaria para su inducción parece algo injustificada.
Además, no se debe de olvidar que muy probablemente antes de ser
entregadas se les desmontaran sus sistemas más sofisticados, limitando
aún más sus capacidades e incrementando el monto que resultaría
necesario para ponerlas en condiciones de llevar eficientemente a cabo
su misión… Sin duda sería más económico, a corto plazo, y beneficioso en
el futuro tanto para la Armada como para sus astilleros el dejar de
lado aquella donación y esperar condiciones más favorables para
implementar, mediante un acuerdo de cooperación con una empresa
extranjera, algún programa de construcción de fragatas ligeras en
México. Con ello se podrían desarrollar nuevas capacidades para la
industria naval mexicana y su personal así como optimizar los costos de
construcción y el diseño de un modelo verdaderamente adecuado a las
necesidades de la SEMAR. (Por EEMC, corresponsal del grupo EDEFA para
México)
http://www.defensa.com
Si pero indudablemente, serán de mucha ayuda ya que su sistema de propulsión es a base de turbinas de gas como la mayoría de mos buques de guerra modernos, lo que permitirá a los ingenieros de construcción naval en México aprender a adoptar este tipo de propulsión a los nuevos buques que construlla la Armada y adiestrar al personal respecto al uso de este sistema de propulsión el cual brindará mayor autonomía que los motores diesel y mayor economía que las calderas de vapor.
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