Los
ataques aéreos de aviones no tripulados se han convertido últimamente
en una cuestión conflictiva grave. La controversia se centra en Estados
Unidos, país que tiene la mayor flota de estas armas y que los emplea
con más frecuencia que cualquier otro. De un lado, están los que las
consideran simplemente como otra arma de guerra, cuya virtud es la
precisión con la que atacan a sus objetivos. De otro, los que sostienen
que, en general, los vehículos aéreos no tripulados se utilizan para
matar a personas concretas, con frecuencia a civiles, negando así, a los
individuos atacados su derecho básico a alguna forma de proceso legal.
Los
sistemas de armas Predator MQ-1 y Reaper MQ-9 son aviones dirigidos por
control remoto. En lugar de estar en la cabina, el piloto está en una
estación de tierra, recibiendo los datos de vuelo y las imágenes
visuales desde la aeronave, y devolviendo señales de mando a través de
un enlace de datos por satélite. El Predator lleva dos misiles Hellfire
de gran precisión que, una vez apuntados al blanco por el piloto desde
tierra, atacan al objetivo con una alta probabilidad de impacto. En
cuanto al Reaper lleva aún más municiones hasta 14 misiles Hellfire o
cuatro misiles Hellfire y dos bombas de 500 libras.
A
diferencia de una aeronave tripulada, los no tripulados pueden
permanecer en el aire durante largos períodos de tiempo, una capacidad
importante para atacar objetivos que sólo pueden presentar una ventana
de oportunidad muy estrecha. Esta capacidad de permanencia en el aire y
de golpear rápida y oportunamente cuando se presenta un objetivo es lo
que ha hecho que estos sistemas de armas sean preferibles a las
aeronaves de ala fija y misiles de crucero.
Los argumentos en contra de ataques aéreos por aviones sin tripular
Lo
que hace que el ataque del vehículo aéreo no tripulado sea
controvertido es que se emplean para atacar de forma deliberada a
individuos específicos, en otras palabras, a personas que se sabe o se
sospecha, a menudo por su nombre, son activamente hostiles a Estados
Unidos o a gobiernos aliados.
Esto
distingue los vehículos aéreos no tripulados de la mayoría de las armas
que se han utilizado desde la época en que comenzó el uso de los
explosivos. El campo de batalla moderno -y el antiguo también- han
estado marcados por el anonimato. El enemigo no era un individuo
distinto, sino un ejército, y matar a soldados de un ejército enemigo no
llevaba consigo ningún sentido de culpabilidad personal. En general,
nunca se seleccionaba a un soldado individual, y su muerte no se
consideraba como un castigo, pues lo que la causaba era su pertenencia a
un ejército y no las acciones que pudiera haber llevado a cabo.
Otra
faceta de la controversia es que, a menudo, no está claro que los
individuos objetivo de estas armas sean miembros de una fuerza enemiga.
Las FAS o la inteligencia de EEUU llegan a la conclusión de que se trata
de unos individuos que son hostile, basándose en indicios de la
inteligencia.
El
razonamiento es que cuando te diriges a un individuo en particular,
sobre la base de sus relaciones, estás introduciendo la idea de la
culpabilidad, y que esa culpabilidad hace que la toma de decisiones la
realiza -sea quien sea- una persona que es, a la vez, juez y verdugo,
sin el debido proceso. Quienes sostienen esta línea, también creen que
el uso de estas armas es un proceso que no sólo produce errores, sino
fundamentalmente viola los principios de los derechos humanos y le da al
estado el poder sobre la vida y la muerte sin supervisión.
La
objeción es que el uso de aviones no tripulados no es tanto un acto de
guerra como un acto de juicio y, como tal, viola el derecho
internacional que exige el debido proceso para que un soldado sea
juzgado y ejecutado . En pocas palabras, los críticos consideran que lo
que ellos llaman ataques con drones son ejecuciones sumarias, no actos
de guerra.
El argumento de los ataques aéreos
El
contraargumento es que Estados Unidos está comprometido en un género
único de guerra, la de Al Qaeda y sus grupos aliados e individuos
simpatizantes, que componen el movimiento yihadista internacional de
carácter global, disperso y escaso. No son una organización militar
jerarquizada.
Mientras
que las fuerzas convencionales se organizan en divisiones y batallones,
el movimiento yihadista global se compone principalmente de personas
divididas en grupos pequeños y células frecuentemente dispersas. Su
misión es sobrevivir y llevar a cabo actos de violencia destinados a
desmoralizar al enemigo y aumentar su influencia política entre las
poblaciones a las que desea controlar.
La
unidad principal es la persona, y las personas -en particular los
comandantes- se aíslan y se hacen difíciles de encontrar. Habida cuenta
de sus intenciones políticas y sus recursos, las fuerzas se dispersan
sin tener en cuenta las fronteras nacionales, usan su aislamiento como
el equivalente tecnológico del sigilo para sobrevivir y poder montar
cuidadosamente las operaciones militares contra el enemigo en tiempos
impredecibles y de manera impredecible.
El
argumento para el uso de ataques de aviones no tripulados es que el
ataque a un individuo es como una descarga de artillería que mata a
cientos de individuos, pero que en el movimiento yihadista el individuo
es la unidad militar.
En
la guerra, el objetivo es hacer que el enemigo sea incapaz de resistir a
través del uso de la fuerza. En todas las guerras y ejércitos, los
errores en la obtención de inteligencia y el descuido han hecho que en,
ocasiones, la acción militar recaiga sobre gente inocente. En la Segunda
Guerra Mundial, los planificadores sabían que los bombardeos que se
ordenaban para atacar objetivos militares legítimos matarían a civiles.
Esto es cierto en todos los conflictos militares y se acepta como una de
las consecuencias de la guerra.
El
argumento a favor del ataque con vehículos aéreos no tripulados es, por
tanto, que el acto de matar a la persona física es una necesidad
militar dictada por la estrategia del enemigo y que se lleva a cabo con
el entendimiento de que la inteligencia y la precisión pueden fallar, no
importa el cuidado que pongamos. Esto significa no sólo que los civiles
puedan ser muertos en un ataque en particular, sino también que el
ataque podría dar en el blanco equivocado. El hecho de que un individuo
específico conocido esté en el punto de mira no cambia la cuestión de
militar a judicial.
Estos
ataques no violan las reglas de la guerra y no necesitan más
consideraciones legales que las que tuvieron las miles de incursiones de
los bombarderos en la Segunda Guerra Mundial. Y que hay que ser cautos
al invocar el derecho internacional, pues:
La
Convención de La Haya de 1907 establece que: Las leyes, los derechos y
deberes de la guerra afectan no solamente al ejército sino también a las
milicias y cuerpos de voluntarios que reúnan las condiciones
siguientes: ser mandados por una persona que responda de sus
subordinados; tener un signo distintivo fijo reconocible a distancia;
llevar armas a la vista, y llevar a cabo sus operaciones de conformidad
con las leyes y costumbres de la guerra.
La Convención de Ginebra de 1949 establece que también afectan a:
Los
miembros de las otras milicias y miembros de otros cuerpos de
voluntarios, incluidos los de movimientos de resistencia organizados,
pertenecientes a una Parte en conflicto y que actúen fuera o dentro del
propio territorio, aunque este territorio esté ocupado, con tal de que
estas milicias o estos cuerpos de voluntarios, incluidos estos
movimientos de resistencia organizados, reúnan las mismas condiciones
anteriores.
Haciendo
caso omiso de la cuestión de si las operaciones yihadistas están de
acuerdo con las normas y usos de la guerra, no llevar un "signo
distintivo fijo reconocible a distancia" es una violación tanto de los
convenios de La Haya como de Ginebra. Esto significa que las
consideraciones dadas a los soldados bajo las reglas de la guerra no se
aplican a aquellos que hacen la guerra sin insignias.
Una
insignia a la vista es fundamental para que se apliquen las reglas de
la guerra. Esta norma se instituyó después de la guerra franco-prusiana,
cuando francotiradores franceses vestidos de civil dispararon contra
los alemanes, pues se consideró que los francotiradores ponían a los
civiles en peligro, ya que era correcto que un soldado se defendiese y
que, ya que estaban vestidos de civil, los francotiradores franceses -no
los alemanes- eran responsables de las muertes de civiles.
De
ello se deduce que, en la medida en que los militantes yihadistas no
proporcionan ninguna señal de lo que son, ellos son los responsables, en
virtud del derecho internacional, de que los civiles sean asesinados a
causa de la incertidumbre sobre cuándo y quién es un soldado o no. Así,
la responsabilidad en la determinación de la naturaleza del objetivo
recae en Estados Unidos pero, si hay un error, su responsabilidad
incumbe a los yihadistas que no se distinguen de la población civil.
Hay
por supuesto una mayor complejidad en esto: la de atacar objetivos en
países que no están en guerra con Estados Unidos y que no han dado su
consentimiento a estos ataques. Pero, para bien o para mal, la
declaración de guerra no ha estado de moda desde la Segunda Guerra
Mundial y el movimiento yihadista ha complicado el problema
sustancialmente.
La
estrategia de los yihadistas es dispersarse. Parte de su estrategia es
pasar de las áreas que se encuentran bajo la presión militar a lugares
más seguros. Así, el núcleo de Al Qaeda trasladó su sede desde
Afganistán a Pakistán. Pero la verdad es que los yihadistas operan
siempre que tengan ventajas militares y políticas, desde el Magreb hasta
Mumbai y más allá.
En
un método de guerra en el que el individuo es la unidad principal y en
el que la falta de identificación es un método primario defensivo, por
lo que las operaciones de inteligencia acerca de dónde podría estar el
enemigo se hace sin limitación de fronteras. Lo mismo ocurre con
operaciones para destruir las unidades enemigas y los individuos. Si un
país alberga a tales individuos a sabiendas, es un enemigo. Si es
incapaz de destruir las unidades enemigas, pierde su derecho a reclamar
la soberanía, ya que parte de la soberanía es la responsabilidad de
evitar los ataques contra otros países.
Si
nos limitamos a seguir la lógica que hemos expuesto, los críticos de
los ataques de vehículos aéreos no tripulados tienen un caso débil. No
es ilegítimo atacar a los individuos de una fuerza militar como el
movimiento yihadista, y el derecho internacional les hace responsables
de los daños colaterales, no a Estados Unidos. Por otra parte, el uso de
la soberanía nacional requiere que se use para evitar los ataques
contra otros países con los que no se está en guerra. Cuando un país no
puede o no quiere dar esos pasos, y las gentes dentro de sus fronteras
constituyen una amenaza para Estados Unidos, el país no tiene ninguna
base legal para oponerse a las operaciones de inteligencia y ataques
aéreos.
La
pregunta, por supuesto, es dónde termina esto porque esta lógica no
excluye a ningún país. De hecho, desde que Al Qaeda intentó en el pasado
operar desde dentro de Estados Unidos, y sus agentes podrían estar en
nuestro país, es lógico que Estados Unidos puedan emplear aviones no
tripulados también en su propio territorio y su ciudadanía estar
desprotegida frente a ataques en contra de una fuerza hostil.
Pero
dentro de Estados Unidos, o de países como el Reino Unido, hay muchos
otros medios que son preferibles para neutralizar las amenazas
yihadistas. Cuando la policía o las fuerzas de seguridad interna son
capaces de detener a los yihadistas que están planeando ataques,
simplemente no hay necesidad de ataques aéreos. Son herramientas que se
utilizan cuando un gobierno no puede o no quiere tomar medidas para
mitigar la amenaza.
La desventaja estratégica
Hay
dos puntos hacia los que me dirijo. El primero es que la indignación
por los asesinatos selectivos no está, en mi opinión, justificada por
razones morales o legales. El segundo es que en el uso de estas
técnicas, Estados Unidos está en una pendiente resbaladiza debido a la
base sobre la que ha elegido hacer la guerra.
Estados
Unidos está enfrentado a un enemigo que está disperso por todo el
mundo. Si la estrategia es ir a donde está el enemigo, entonces la
guerra no tiene límites. Tampoco tendrá fin.
El
poder del movimiento yihadista es que es difuso. No necesita grandes
ejércitos para tener éxito. Por lo tanto, la destrucción de algunas de
sus unidades siempre dará lugar a su sustitución. La calidad puede
disminuir durante un tiempo, pero tarde o temprano se recuperará.
La
estrategia del enemigo es llevar a Estados Unidos a un conflicto
prolongado que valide su narrativa de que Estados Unidos está
permanentemente en guerra con el islam. Quiere obligar a Estados Unidos a
combatir en tantos países como sea posible.
Desde
el punto de vista de EEUU, los vehículos aéreos no tripulados son el
arma perfecta, ya que pueden atacar la estructura de mando yihadista sin
riesgo para sus fuerzas terrestres. Pero desde el punto de vista
yihadista también, ya que constituyen a la vez el arma perfecta que
atrae a Estados Unidos a otros países y, con la manipulación suficiente,
aumenta el número de inocentes muertos.
En
este tipo de guerra, el problema de matar inocentes es práctico porque
socava el esfuerzo estratégico. El argumento de que es ilegal es dudoso,
y en su opinión, también lo es el argumento de que es inmoral. Bajo el
punto de vista de Friedman los ataques no son eficaces para eliminar la
amenaza de acciones terroristas por parte de los yihadistas.
Los
vehículos aéreos no tripulados proporcionan una forma muy eficiente
para destruir objetivos clave del enemigo con muy poco riesgo para las
personas. Pero también para permitir que Estados Unidos sea arrastrado a
otros teatros de operaciones gracias a que el coste medio de los
ataques es eficiente y bajo.
Sin
embargo, en la estimación de los yihadistas, el costo político para
Estados Unidos es considerable. Cuanto más amplia sea la participación,
mayor es la percepción de la hostilidad de EE.UU. hacia el islam, más
fácil el reclutamiento para que las fuerzas yihadistas alcancen un
tamaño que no pueda ser combatido por ataques aéreos aislados.
En
la guerra, los enemigos intentarán que ataquemos a lo que menos les
importa perder. El caso en contra de los ataques con vehículos aéreos no
tripulados no es que no sean efectivos contra objetivos específicos,
sino que los objetivos conseguidos no son tan vitales como en Estados
Unidos se piensa. Creen que la destrucción de los dirigentes es la
manera más eficaz para destruir la amenaza del movimiento yihadista.
Pero, de hecho, sólo se reduce la amenaza, mientras que un nuevo
liderazgo emerge.
La
fuerza del movimiento yihadista es que es global, escaso y disperso. No
presenta objetivos cuya destrucción debilite el movimiento.
El
problema de los vehículos aéreos no tripulados es que son tan eficaces
desde el punto de vista de EEUU que se han convertido en el arma de
primera instancia. Por tanto, se está arrastrando a Estados Unidos a
realizar operaciones en áreas nuevas por lo que parece ser un bajo
coste. Pero a la larga, no está claro que el coste sea tan poco.
No
es posible una estrategia militar capaz de derrotar a este movimiento,
pues en su raíz, la verdadera lucha contra los yihadistas es ideológica y
esta lucha simplemente no se puede ganar con misiles Hellfire. Una
estrategia de mitigación mediante ataques aéreos sí es posible, pero no
debe convertirse en geográficamente ilimitada. Los vehículos aéreos no
tripulados llevan a la ilimitación geográfica. Ese es su encanto, ese es
su peligro.
George Friedman
http://www.revistatenea.es
Lean el original en ingles: Hellfire, Morality and Strategy | Stratfor
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