Dos empresas española, Innaer y Flightech, apuestan por un nuevo mercado diferente al militar
El vehículo aéreo no tripulado, conocido como UAV, por sus siglas en inglés de Unmanned Aerial System, y más identificado con el nombre genérico de dron, es decir, zángano en inglés, no es otra cosa que un ingenio de la tecnología, un avión de pequeñas dimensiones, aunque de un alto coste, capaz de recorrer cientos de kilómetros sin que un piloto se encuentre en su interior, siendo manejado desde tierra y a larga distancia.
El vehículo aéreo no tripulado, conocido como UAV, por sus siglas en inglés de Unmanned Aerial System, y más identificado con el nombre genérico de dron, es decir, zángano en inglés, no es otra cosa que un ingenio de la tecnología, un avión de pequeñas dimensiones, aunque de un alto coste, capaz de recorrer cientos de kilómetros sin que un piloto se encuentre en su interior, siendo manejado desde tierra y a larga distancia.
Estos ingenios de la moderna tecnología
han copado muchos titulares y numerosas imágenes en películas de acción
bélica por el uso que los Estados Unidos han llevado a cabo con ellos
para combatir en la Guerra del Golfo y otras contiendas, así como para
destruir cédulas terroristas. De ahí que su imagen sea poco limpia, y
que no se hable de la posibilidad que tienen de hacer servicios óptimos a
la sociedad, permitiendo detectar situaciones problemáticas y
solucionarlas antes de que se enconen, como puede ser una inundación, un
incendio o labores de salvamento.
Siempre se ha dicho que su uso ha quedado reducido a servir de blanco para las prácticas de defensa contra ataques de aviones, de reconocimiento militar enviando información al centro de control de movimiento de tropas, de combate, llevando a cabo misiones peligrosas que no ponen en peligro nada más que los millones que cuesta uno de estos aparatos..., pero nunca, o casi nunca, se ha valorado sus posibilidades de uso civil. Curiosamente, cuando su operatividad les permite aterrizar y despegar en espacios reducidos, lo que les hace idóneos para su uso como medios de apoyo ante catástrofe, y no sólo para colocar un misil en un campamento de forma selectiva.
Dos empresas españolas han diseñado unidades de UAV destinadas a ser de utilidad para la sociedad. Una de ellas, Flightech Systems Europe, ya ha logrado que su desarrollo se convierta en el primer dron civil matriculado en Europa.
Siempre se ha dicho que su uso ha quedado reducido a servir de blanco para las prácticas de defensa contra ataques de aviones, de reconocimiento militar enviando información al centro de control de movimiento de tropas, de combate, llevando a cabo misiones peligrosas que no ponen en peligro nada más que los millones que cuesta uno de estos aparatos..., pero nunca, o casi nunca, se ha valorado sus posibilidades de uso civil. Curiosamente, cuando su operatividad les permite aterrizar y despegar en espacios reducidos, lo que les hace idóneos para su uso como medios de apoyo ante catástrofe, y no sólo para colocar un misil en un campamento de forma selectiva.
Dos empresas españolas han diseñado unidades de UAV destinadas a ser de utilidad para la sociedad. Una de ellas, Flightech Systems Europe, ya ha logrado que su desarrollo se convierta en el primer dron civil matriculado en Europa.
El nuevo 'Altea-Eko'
La Agencia Estatal de Seguridad Aérea
(Aesa) le ha concedido la licencia con la matrícula EC-LYG. El nuevo
modelo, denominado AlteaEko, se ha desarrollado por ingenieros y
técnicos españoles que han empleado más de siete años en alcanzar el
logro de que se certificase su dron, calificado de altas capacidades y
última tecnología. Este aparato se encuentra dentro del nuevo concepto
de aviación no tripulada de control remoto, es decir de los Remotely
Piloted Aircraft (RPA), denominación con la que se quiere diferenciar en
la UE las unidades de uso civil de las militares.
El Altea-Eko posee una envergadura de
seis metros, pesa 80 kilogramos, tiene un radio de acción de 500
kilómetros, con una velocidad máxima de 150 kilómetros por hora, una
autonomía de 4,5 horas de vuelo, y tiene la posibilidad de alcanzar una
altitud de 20.000 pies, unos 6.000 metros. La carga tecnológica
que lleva le permite ser destinado tanto a la prevención como al control de incendios, al cuidado del medio ambiente, terrestre y marino, a usos agrícolas, vigilancia de fronteras y costas, o supervisión de grandes infraestructuras, como tendidos eléctricos, embalses y grandes instalaciones industriales. Pero sobre todo, y es lo que más preocupa a las dos autonomías, Comunidad de Madrid y Galicia, que han mostrado las primeras su interés por este zángano, es el uso forestal.
que lleva le permite ser destinado tanto a la prevención como al control de incendios, al cuidado del medio ambiente, terrestre y marino, a usos agrícolas, vigilancia de fronteras y costas, o supervisión de grandes infraestructuras, como tendidos eléctricos, embalses y grandes instalaciones industriales. Pero sobre todo, y es lo que más preocupa a las dos autonomías, Comunidad de Madrid y Galicia, que han mostrado las primeras su interés por este zángano, es el uso forestal.
En este caso, un piloto puede controlar
desde la Estación de Tierra todos los parámetros del vuelo a través del
panel central que incorporaría cuatro monitores. Así se podría obtener
en tiempo real información sobre la situación en la misión a la que ha
sido enviado, con la recepción de imágenes de alta calidad, imágenes
térmicas, posición sobre cartografía en tres dimensiones, alarmas por
detección de focos de calor, de humo, presencia humana... y otras
informaciones de gran interés a la hora de detectar y atajar un
incendio, como son la temperatura, la velocidad del viento, la humedad
relativa... El precio es de 2,7 millones de euros para un set de tres
unidades, incluyendo el mantenimiento y el apoyo en tierra.
Interés en Galicia
La otra empresa española es Inaer,
especializada en llevar a cabo, a través de sus medios aéreos, en
especial helicópteros, actuaciones no sólo de extinción de incendios,
sino de vigilancia, protección civil, salvamento marítimo, control de
costas y emergencias sanitarias. En este caso, y como no puede ser de
otra forma, los ingenieros de la sociedad han diseñado un vehículo
diferente. Han huido de la forma aerodinámica de un avión más o menos
convencional a la vez que futurista y han dado nacimiento a un
helicóptero. Su prototipo, a la espera de obtener la calificación
oportuna y recibir su matrícula por parte de la Agencia Estatal de
Seguridad Aérea (Aesa), que se supone que será una realidad en el
segundo trimestre de 2014, está llevando a cabo pruebas en Galicia.
sobre todo en control de incendios.
El aparato puede trabajar como una
plataforma de sensores que le permiten actuar con eficacia en cualquiera
de las labores requeridas. Su peso es también de 80 kilogramos, y lleva
un espacio para la carga de pago (cámara), capaz de permitir la
visualización a larga distancia. El diámetro de sus palas es de cuatro
metros, y su tiempo de operatividad en el aire se sitúa entre las 4 y la
6 horas. Además, y gracias a ser un mini helicóptero, no precisa una
pista de despegue como en caso de los UAV clásicos que suelen necesitar
unos cien metros, ya que su despegue es vertical.
Problemas con el tráfico aéreo
No obstante, no todo es ideal para esos
vehículos no tripulados, dado que se apuntan desde diferentes sectores
ciertos problemas. Por una parte, el poder resultar un riesgo para el
tráfico aéreo por el riesgo de colisiones sobre todo con los
helicópteros tripulados de las inmediaciones, con los aviones
ultraligeros...; y por otra, el denominado efecto del gran hermano. La
posibilidad de que estos pequeños aparatos vulneren la intimidad de las
personas. En Inglaterra, donde hay unidades mucho más pequeñas, ya se
han registrado denuncias por interferir en la vida privada.
Aunque se hable en estas páginas de los
zánganos civiles, conviene recordar que también en Europa hay una cierta
preocupación por los UAV de carácter militar. Se han llevado a cabo
algunos intentos que no han fructificado, incluso desde el fabricante
aeronáutico europeo Airbus -anteriormente conocido como EADS-, se ha
intentado llevar a cabo un proyecto paneuropeo que ha quedado, de
momento, en stand by. El máximo responsable en España de esa sociedad,
Domingo Ureña, ha aludido en más de una ocasión a esa situación,
recordando que Europa debe llevar a cabo un proyecto que aglutine las
necesidades de los países con la industria, y que se llegue a un acuerdo
de cómo hacerlo.
A su juicio, hay que llevar a cabo algo
diferente a lo que se fabrica en Estados Unidos e Israel, conseguir un
salto tecnológico que permita llevar a cabo en Europa una nueva
generación de drones.
oportuna y recibir su matrícula por
parte de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (Aesa), que se supone que
será una realidad en el segundo trimestre de 2014, está llevando a cabo
pruebas en Galicia.
Felipe Alonso MADRID.
Publicado en El Economista, el 13 de enero de 2014
http://www.defensa.com
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