El pasado mes de febrero, el
copiloto del vuelo ET702 de Ethiopian Airlines, que partió de Addis
Abeba y con destino en el aeropuerto de Roma/Fiumicino, secuestraba su
propio avión y lo hacía aterrizar, con 202 pasajeros a bordo, en
Ginebra, solicitando asilo político en Suiza.
El final feliz de la
historia, sin muertos ni heridos, ni daños materiales, puso no obstante
de manifiesto las carencias de la defensa aérea helvética. Detectado el
secuestro, aviones de combate Eurofighter italianos escoltaron al Boeing
767 mientras atravesó su espacio aéreo, transfiriendo después el
control a 2 Mirage 2000 franceses, que hicieron lo propio hasta que
aterrizó en Ginebra a las 6:00 h. de la mañana, dos horas antes de que
abrieran las bases aéreas de su país.
La neutral Suiza es un modelo a seguir
en no pocos aspectos vinculados al desarrollo económico, dejando aparte
la ética de su sistema bancario, un ejemplo en cuanto a su modelo de
bienestar social y uno de los países que más lejos lleva la esencia
misma del concepto democrático: sus ciudadanos son convocados a las
urnas cuatro veces al año para pronunciarse sobre cuestiones de
cualquier índole y alcance, federal o cantonal.
En este marco no es,
pues, sorprendente –lo que en cualquier otro país lo hubiera sido– que
la decisión sobre la compra de aviones de combate Gripen de la sueca
Saab, un gasto de 2.500 millones de euros aprobado en septiembre pasado
por las dos cámaras del Parlamento, pese a la oposición de la izquierda y
de los verdes, fuera sometida a referéndum el 18 de mayo.
El asunto, resuelto con una tasa de
participación del 56 por ciento y el voto en contra del 53,4, ha puesto
fin a diez años de tortuosa discusión pública respecto al sí, o si no, y
con qué afrontar la modernización de la Fuerza Aérea helvética. No
habrá Gripen. Se cancelará así la operación pactada con Suecia y, como
declaró el propio Gobierno, se examinará, junto con el Parlamento, las
soluciones de reemplazo para cubrir las lagunas de seguridad que se han
creado tras los resultados.
Someter a las urnas la cuestión puede
ser tan llamativo como el hecho que las bases aéreas del país tengan un
horario de trabajo, desde las 8 de la mañana hasta las 12 y desde la
13:30 hasta las 17 horas y, al parecer, permanecen también cerradas
durante la noche y el fin de semana por motivos presupuestarios y de
personal.
Esto explica el que ningún F-18, ni F-5, suizo despegara el
pasado febrero cuando el avión secuestrado se introdujo en su espacio
aéreo. Sin duda, tras el concepto que el pueblo tiene del papel de sus
Fuerzas Armadas, las amenazas a las que como nación está expuesta, sus
necesidades de capacidades de defensa/ofensa y su papel en el contexto
internacional se encuentra el histórico concepto de neutralidad del
país.
Rozando la ironía, y al hilo de la
compra de los Gripen, la diputada socialista Evi Allemann sostenía en el
Parlamento que la compra de los aviones Gripen es un despilfarro
oneroso e innecesario de dinero de los contribuyentes, recurriendo al ya
clásico latiguillo del sería mejor invertir esa suma en la educación,
el transporte o en el sistema de jubilaciones.
Pero lo mejor vino
después: a juicio de Allemann, Suiza no necesita nuevos cazas de
reacción para hacer patrulla policial en su espacio aéreo, porque está
rodeada de países amigos. Efectivamente: amigos sin horario de cierre en
su bases aéreas y que asumen la necesidad y el gasto de mantener sus
medios de defensa aérea.
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