A 600 kilómetros al sur de Moscú, en el polígono de Pogónovo, los
mejores pilotos militares de Rusia han exhibido su maestría en
Aviadarts. Los helicópteros de ataque, los cazas y los aviones de asalto
han disparado contra los blancos, los bombarderos han abatido objetivos
terrestres y los aviones militares de transporte han arrojado la carga
en el lugar indicado. El helicóptero Mi-26, además, ha tenido que apagar
un incendio real.
Se ha celebrado la segunda edición de las
competiciones de todos los Ejércitos en el entrenamiento de verano de la tripulación
de las Fuerzas Aéreas. En esta ocasión la lista de participantes se había
ampliado considerablemente: por primera vez participaban en el concurso la
aviación militar de transporte y la de gran radio de acción.
El lanzamisiles estratégico Tu-22M3 puede
cargar tres misiles alados J-22 (cada uno de ellos es capaz de hundir un
portaaviones) o lanzar 24 toneladas de bombas contra el enemigo. Pero para el
concurso se ha cargado una bomba no dirigible de 250 kilogramos en cada avión.
Había que abatir un blanco de las
dimensiones de un camión desde una altura de 600 metros a una velocidad
conveniente, lo que equivale a conseguir meter una moneda dentro de una máquina
de refrescos desde la ventana de un automóvil en marcha. Los pilotos acertaron.
Con
prestigio y belleza
“El buen tiempo ha facilitado el
cumplimiento de las maniobras, pero de todas formas no puedo decir que haya
resultado muy sencillo, había que entrar en la zona de lanzamiento en el plazo
señalado, colocar la bomba en el objetivo y salir a tiempo. Lo hemos conseguido
gracias a los entrenamientos y la experiencia. Participar en Aviadarts da
prestigio y es bonito. Queríamos demostrar que somos los mejores”, explicó el
comandante de la tripulación vencedora, Nikolái Aguéyev, desde la base aérea de
Shaikovka, cerca de Kaluga. La tripulación de Aguéyev ha llegado a la final
tras ganar las dos rondas de clasificación.
“Mi padre era piloto de regimiento, ahora
está jubilado. Se preocupa por mí, está en Barnaul, lejos de aquí, ahora le
llamaré y le diré que hemos ganado”, agregó el piloto operador del lanzacohetes
Alexander Sapóvatov.
En el concurso han participado 71 pilotos de
todos los distritos militares de Rusia. Los aviones y los helicópteros han
despegado desde tres aeródromos: el de Vorónezh, el de Lípetsk y el de Riazán.
De camino hacia el polígono han superado el sistema de defensa antiaérea
integrado en el complejo antimisiles Pantsir-S. Teniendo en cuenta sus posibilidades, en un combate real este encuentro habría
podido tener un triste desenlace, pero en Aviadarts la batalla se libró en
directo, en las frecuencias invisibles de la lucha radioelectrónica.
Por cierto, cuando los aviones y los
helicópteros pasaron cerca de la torre del puesto de mando, la calidad de la
comunicación móvil empeoró notablemente.
El Ministro de Defensa de Rusia, Serguéi
Shoigú, acudió para ver el entrenamiento. Además de los ejercicios de tiro y
bombardeo, pudo admirar el alto pilotaje. El jefe del centro de ensayos de
vuelo de Lípetsk, el general Jarchevski, que en otro tiempo pilotó el caza de
Putin, bailó en el cielo con un Su-30SM. Se trata del primer avión súper
maniobrable del mundo, un caza gris de nariz afilada que ora se quedaba
inmóvil, sobre la cola, ora giraba como una hoja seca de arce.
Dos aviones caza T-50 de quinta
generación, anchos y aplanados como un Ferrari, sobrevolaron el polígono. El helicóptero
Ka-52 hizo acrobacias de alto pilotaje que no tenían nada que envidiar a las de
los cazas. Gracias a los tornillos coaxiales, el Alligator puede volar hacia
atrás, a los laterales o dar círculos sobre el enemigo disparando desde todos
los lados sin dejarse apuntar. Al finalizar su actuación, el Ka-52 hizo una
reverencia a los espectadores y se alejó volando hacia la base.
La
guerra es la guerra
Los equipos armamentísticos circulaban por
los campos de hormigón del aeródromo de Baltimor, a lo largo de la hilera de
helicópteros de combate, suministrando a los “Krokodil”, los “Alligator” y los
“Cazadores nocturnos” unas raciones de munición estrictamente mesuradas. La
escena recordaba a la distribución de medicamentos en un hospital.
– ¿Dónde están sus proyectiles? –gruñó un
técnico, removiendo unas cajas verdes en la parte trasera del camión. -¿Dónde
está su representante?
–En Komsomolsk en Amur –contestaron desde
tierra.
Había que competir en precisión de tiro, por
eso se entregaba el mínimo de munición: dos misiles y diez proyectiles.
Introducían una cinta corta en las entrañas del helicóptero y cargaban el
martillo de cañoneo con una llave de un metro.
Los helicópteros se dirigían al objetivo de
dos en dos. Los misiles se deslizaban sobre la tierra con el susurro de una
serpiente, después se oyó un sonido parecido a una tela rasgándose, eran los
cañones de aviación en acción. Los objetivos quedaron ocultos entre una nube de
fuego y polvo. Los jueces observaban los impactos valiéndose de cámaras no
pilotadas instaladas junto a los blancos.
Tras las maniobras de los aviones de asalto
contra los blancos terrestres, la hierba de Pogónovo empezó a arder.
El calor y
el viento extendieron el fuego por los vastos campos del polígono. El
helicóptero de transporte militar Mi-26, el más grande del mundo, acopló un
balde a una larga cuerda y desde el aeródromo de Torzhok, en la región de Tver,
despegó hacia el incendio para extinguirlo. Se abasteció de tres toneladas de
agua de un lago cercano al punto de control y las vertió sobre las zonas negras
humeantes.
-501º, ve al bosque, mira qué es este humo
negro –profirió con voz ronca el transistor.
–Entendido –respondió el helicóptero con voz
de bajo.
El humo negro procedía de unos neumáticos
que alguien había incendiado. El Mi-26 apagó el fuego en dos trayectos.
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–El Aviadarts es necesario para que todo el
mundo vea y sepa que nuestros pilotos vuelan de forma excelente y abaten los
objetivos desde el primer ataque. Y que el dinero del contribuyente que se
destina al ejército no se gasta en vano –puntualizó el comandante en jefe de
las Fuerzas Aéreas de Rusia, Víktor Bóndarev.
El comandante entregó las medallas a los
ganadores. Además, los pilotos que habían quedado en las primeras posiciones
obtuvieron el derecho a ingresar en la academia fuera de concurso, y una plaza
para la etapa internacional de Aviadarts, que se celebrará en Pogónovo a
finales de julio. Asistirán pilotos de Bielorrusia, Kazajistán y China, y los
vencedores se marcharán conduciendo un coche nuevo.
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