"Soy inclusero y no dejo a nadie que me llore o me precise". Esta frase se atribuyó a Eloy Gonzalo cuando se presentó a su Capitán, quien había pedido un voluntario para incendiar unas edificaciones desde las que los insurrectos cubanos estaban acribillando a los defensores españoles de Cascorro, un poblado cubano, a los que habían rodeado desde el 22 de septiembre de 1896.
Eloy
Gonzalo, convencido de que moriría en el empeño, pidió que se le atara
una cuerda a la cintura para que sus compañeros recuperaran su cuerpo
porque no quería que lo machetearan los rebeldes cubanos, como era lo
habitual con nuestros muertos y heridos.
Así,
provisto de una lata de petróleo y modo de hacer fuego, salió reptando
de noche, llegó a la posición de los rebeldes, esparció el combustible,
le prendió fuego y logró regresar con los suyos.
A
causa del gran incendio que provocó, gracias a que los edificios eran
de materiales vegetales, el asedio se aflojó y hubo tiempo para que a
los pocos días llegara una columna de socorro que salvó a los
defensores.
Por esta muestra de valor, a Eloy Gonzalo se le conoce desde entonces como "El héroe de Cascorro".
Eloy
Gonzalo siguió combatiendo en Cuba; por sus méritos, fue condecorado
con la Cruz Roja al Mérito Militar pensionada y, como tantos otros
españoles, cayó enfermo y murió el 18 de junio de 1897 en el Hospital
Militar de Matanzas. Tras el fin de la guerra sus restos fueron
repatriados y enterrados en Madrid.
La
fama que entonces alcanzó su heroísmo llevó a la erección de un
monumento en la cabecera del Rastro madrileño y que se le dedicara una
calle también en la capital.
Monumento a Gonzalo en la
Plaza de Cascorro, Madrid |
Eloy Gonzalo García había nacido en Madrid el 1 de diciembre de 1868 de
madre soltera, quien lo depositó para que fuera dado en adopción.
Ejerció el oficio de jornalero. Se incorporó a filas el 5 de abril de
1890 al Regimiento de Dragones de Lusitania 12, donde alcanzó el empleo
de Cabo. En octubre de 1892 obtuvo el pase al Cuerpo de Carabineros del
Reino, donde su comportamiento debió de ser regular, a tenor de las
sanciones que se le fueron imponiendo, incluyendo la apertura de una
causa por la que resultó condenado a 12 años de prisión "por el delito de insubordinación pasando mano a arma ofensiva con tendencia de ofender a superior" con la accesoria de que el resto de su Servicio Militar lo cumpliría en un Cuerpo de Disciplina.
Antonio Manzano / http://www.revistatenea.es
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