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Los cazas de cuarta generación, cuyos
prototipos realizaron sus primeros vuelos en la década de los años
setenta, permanecerán en servicio operacional en la Fuerza Aérea de
muchos países del mundo durante muchas décadas más.
Pero estos aparatos paulatinamente
se vuelven obsoletos. Las principales potencias aeronáuticas del mundo,
entre ellas Rusia, EEUU y China, apuestan por los cazas de quinta
generación cuyo desarrollo avanza a toda potencia, en la actualidad.
Desarrollo de cazas de nueva generación condiciona el aumento de los precios
El
proceso de desarrollo del material bélico se caracteriza por el
contínuo aumento del costo de nuevos sistemas y la industria aeronáutica
no es la excepción. El precio de un caza de nueva generación sube
aproximádamente unas diez veces, mientras que el período de su
desarrollo, desde la entrega de las especificaciones técnicas hasta el
primer vuelo del aparato prototipo es dos veces superior que el tiempo
utilizado en los modelos de generaciones anteriores.
Por
ejemplo, el precio del caza estadounidense de quinta generación F-22
era de unos trescientos millones de dólares a principios de los 2000, es
decir, diez veces más que el precio del aparato de cuarta generación
F-15 a mediados de los años setenta. Por otro lado, el desarrollo del
F-22, desde su inicio hasta el primer vuelo del prototipo del avión en
1997, sumó dieciseis años. Mientras, el F-15 fue desarrollado en menos
de siete años, desde el diciembre de 1965 hasta el julio de 1972.
El
crecimiento de precios y plazos de desarrollo de nuevos aparatos, en la
década de los ochenta, EEUU y la URSS lo atribuyeron a la “guerra fría”
y y al intenso trabajando de la carrera armamentista para adelantar al
adversario.
Después de la desintegración de la URSS
en 1991, en EEUU se planteó la polémica en torno a la necesidad de
continuar el desarrollo del caza F-22 y del avión bombardero B-2. La
desaparición del enemigo número uno de Washington condujo a la reducción
del número de aparatos B-2.
Si inicialmente se
preveía fabricar cien bombarderos de este tipo, en resultado fueron
fabricados solo veinte aparatos. El número de los F-22 asimismo fue
reducido. Se ensamblaron solo doscientos cazas de este modelo, en lugar
de los casi 1000 aparatos previstos. Además, fueron reducidos los gastos
para la dotación del F-22 con el equipo más avanzado. En particular, el
aparato carece de radar lateral.
Durante el período
de un drástico recorte de los pedidos para el suministro del F-22 por la
administración del entonces presidente de EEUU, Bill Clinton, esta
medida fue absolutamente adecuada. En aquella época, el estado de la
Fuerza Aérea estadounidense garantizaba su superioridad tecnológica
sobre cualquier adversario.
Pero a principios de los
2000, la situación cambió. Los aviones de cuarta generación se
difundieron por todo el mundo. Rusia suministró los cazas Su-27 y Su-30 a
China. Posteriormente, vendió sus versiones modificadas a la India y
otros países que no demostraban una lealtad incondicional hacia EEUU.
Esto planteó ante Washington un serio problema. En caso de un conflicto
armado con un país pequeño, como Iraq en 1991, o la antigua Yugoslavia
en 1999, EEUU pudo conseguir la victoria simplemente debido a la
superioridad numérica y tecnológica de sus Fuerzas Armadas.
Pero
en caso de contradicciones más graves entre EEUU y China o India, por
ejemplo, Washington puede verse ante una situación más complicada. El
parque de cazas cuya base la componían decenas o centenas de aparatos
Su-27 y sus versiones modificadas representaba una seria amenaza a la
superioridad de EEUU en el aire.
Por otro lado, fue
difícil resolver este problema al completar los arsenales de la Fuerza
Aérea de EEUU con un mayor número de los cazas F-22. Su precio era
demasiado alto y, además, la exportación de estos aparatos fue
prohibida. Tanto EEUU como sus socios necesitaban un nuevo avión de
combate capaz de competir con los cazas fabricados por la oficina rusa
de diseño Sukhoi.
Se empezó a desarrollar el caza
F-35 con estos fines, pero el proceso de su desarrollo fue demasiado
complicado. Una gama de exigencias contradictorias junto con el intento
de reducir el precio del nuevo aparato conllevó la postergación de los
plazos de su desarrollo y el crecimiento de su costo. Hoy en día, el
precio de un aparato F-35 asciende a unos ciento cincuenta millones de
dólares, lo que supera en dos veces los planes iniciales. Es posible que
en caso de que este caza empiece a fabricarse en serie, su precio se
reduzca hasta las cifras más aceptables.
Las partes vuelven a competir
El
vuelo del caza ruso de quinta generación T-50, sus pruebas, la
suscripción del contrato con la India y los intentos de Rusia de
suministrar el aparato a otros países dieron a EEUU un nuevo impulso al
continuar el desarrollo del F-35 e iniciar las investigaciones acerca
del modelo hipotético de la sexta generación. Hoy en día, el Su-30 y
otros aparatos fabricados en base a la plataforma Т-10 siguen siendo la
amenaza principal, pero cuando el Т-50 concluya las pruebas con éxito y
empiece a fabricarse en serie, la situación puede cambiar.
Las
capacidades del F-35 se ponen en duda incluso en su competición virtual
con el Su-27 y Su-30. Mientras, según muchos expertos rusos y
extranjeros, el Т-50 es un rival mucho más serio.
Los
planes de los Ejércitos del Aire de Rusia y la India para completar sus
arsenales con unos doscientos o doscientos cincuenta aviones T-50 hacia
2030 y la suscripción hipotética de los contratos de suministro de este
aparato con Argelia, Vietnam, países de Oriente Próximo lanzan desafío a
EEUU y sus aliados que pueden acelerar el desarrollo del caza de nueva
generación.
Enigmas del Lejano Oriente
Las
potencias aeronáuticas menos importantes, incluida China y Japón,
asimismo empezaron a desarrollar cazas de quinta generación. Al Imperio
Celeste no le dieron un impulso principal el T-50 o el F-35, sino la
incorporación en servicio operacional de la Fuerza Aérea hindú de los
cazas Su-30MKI dotados con la aviónica más avanzada. Mientras, Japón no
pudo pasar por alto el programa chino de desarrollo del caza de quinta
generación. Tokio no descarta la posibilidad de un hipotético conflicto
armado con China.
Es difícil decir algo concreto
respecto al potencial de los aparatos chinos y nipones de nueva
generación. Se conoce los problemas que afronta China en el proceso del
dominio de las últimas tecnologías de la industria aeronáutica. Y el
caza nipón no ha subido en el aire todavía. Pero el rumbo tomado por
ambos países hacia la incorporación en los arsenales de sus Fuerzas
Aéreas de los cazas de quinta generación está bien determinado. Todo
depende en gran medida de la disponibilidad de recursos y es cuestión de
tiempo.
ek/as/ap
http://spanish.ruvr.ru / Iliá Krámnik
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