Según analistas occidentales, el Kremlin pretende aumentar su
presencia en el Mediterráneo y revivir el ambiente de la Guerra Fría. El
año pasado se anunció que Rusia volvería a contar con una presencia
permanente en este mar y este mes realiza ejercicios conjuntos con
China. Sin embargo, estos análisis no tienen en cuenta la capacidad
operativa y dejan de lado aspectos importantes.
Históricamente el
Mediterráneo ha sido un área importante para Rusia. A finales del siglo XVII
Pedro el Grande trató de afianzar un perímetro de seguridad en el Mar Negro, lo
que abrió un nuevo mercado y la posibilidad de acceder al Mediterráneo.
Sin embargo el Imperio
otomano controlaba las puertas de entrada, el Bósforo y los Dardanelos.
Tras
las guerras que tuvieron lugar en el siglo XVIII, Rusia tomó posesión del área
situada al norte del Mar Negro y de gran parte de la actual Ucrania, además del
control de Crimea. Los proyectos de Catalina la Grande por hacerse con
Constantinopla tenían una clara dimensión simbólica pero sobre todo buscaban
proteger los intereses de su imperio.
Tras la Primera Guerra
Mundial y la llegada de los bolcheviques al poder, Rusia mantuvo una presencia
permanente en el Mediterráneo, pero el control de los estrechos se mantuvo en
manos de Turquía, y la fuerte influencia inglesa.
China y Rusia en el
Mediterráneo
Las fuerzas navales de Rusia y China comenzaron el 11 de mayo maniobras conjuntas en el Mediterráneo, en el marco de la cooperación militar destinada a incrementar la defensa ante nuevas amenazas, informó el viceministro de Defensa ruso, Anatoli Antónov. Las maniobras se prolongarán hasta el día 21 de mayo y en ellas participarán una decena de buques de distintas clases de las Fuerzas Navales de ambos países.
Las fuerzas navales de Rusia y China comenzaron el 11 de mayo maniobras conjuntas en el Mediterráneo, en el marco de la cooperación militar destinada a incrementar la defensa ante nuevas amenazas, informó el viceministro de Defensa ruso, Anatoli Antónov. Las maniobras se prolongarán hasta el día 21 de mayo y en ellas participarán una decena de buques de distintas clases de las Fuerzas Navales de ambos países.
Durante la Guerra Fría, la
presencia estadounidense sustituyó a la británica. La 6º Flota de la Marina de
EE UU trataba de mantener el control sobre Oriente Próximo, una región muy rica
en recursos petrolíferos, y contener a la URSS en el Mar Negro.
Ante las acusaciones de
expansionismo de los estadounidenses, los soviéticos afirmaban que sus planes
eran defensivos. Si las rutas comerciales en dirección a África, el canal de
Suez o el estrecho de Gibraltar estaban amenazadas, la flota soviética corría
el riesgo de quedarse atrapada en el Mar Negro. Por eso en los años 50 la URSS
tomó la decisión de contar con una presencia permanente en el Mediterráneo.
La primera base de
submarinos rusos se estableció en el puerto de Vlore, en Albania. En 1967, tras
la Guerra de los Seis Días en la que Israel se anexionó Gaza, el Sinaí,
Cisjordania y los Altos del Golán, la URSS estableció el 5º Escuadrón en el
Mediterráneo, que funcionó como contrapeso a las fuerzas de la OTAN.
Además,
las Fuerzas Aéreas soviéticas apoyaban a este contingente desde Siria y Egipto.
En total, el 5º Escaudrón
tenía entre 70 y 80 efectivos, frente a los 30-40 de la 6ª Flota de EE UU, pero
estos contaban con dos portaaviones. A pesar de los riesgos, estas dos fuerzas
crearon un equilibrio en la región.
Sin embargo, en 1992 se
desmanteló el 5º Escuadrón y en esa década la presencia rusa en el Mediterráneo
casi se desvaneció. Es más, la flota rusa pasó de tener alrededor de 835 buques
a 244.
En la actualidad, Rusia
trata de volver a definir cuáles son sus intereses en el Mediterráneo. En este
sentido, las declaraciones acerca de un posible expansionismo no tienen en
cuenta hechos básicos acerca de las capacidades operativas de Rusia y de la
OTAN.
La flota permanente en
el Mediterráneo, anunciada en
marzo del año pasado, contará con cinco-seis barcos, una décima parte de lo que
tenía el 5º Escudrón. La vuelta del control ruso sobre Crimea consolida el
control sobre la parte norte del Mar Negro y la nueva flota no busca una
confrontación sino asegurar una presencia en esta zona estratégica.
Por otro lado, en la
actualidad solo hay una base operativa en la región, en el puerto sirio de
Tartus, y algunos proyectos en Chipre, donde es tradicional
que los barcos rusos atraquen para repostar y cargar combustible. En gran
medida, el rearme de la flota dependerá, al igual que ocurrió en los años 60,
de la posibilidad de encontrar aliados en la región.
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