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Los I-400 fueron diseñados para desplegar tres bombarderos cerca de las costas enemigas
La carrera armamentística que los diferentes contendientes llevaron a cabo durante la Segunda Guerra Mundial es ampliamente conocida en la actualidad por dar como resultado desde la increíble «bomba espacial» nazi, hasta los «juguetes» del servicio secreto de Churchill.
No obstante, en ocasiones se pasa por alto que los grandes inventores no vivieron únicamente en Europa, sino también en Asia. Así lo demuestra el I-400, un revolucionario prototipo de «submarino portaviones» sumamente extraño y gigantesco que fue diseñado por los japoneses para transportar bombarderos hasta las costas enemigas.
La historia de los I-400 ha vuelto a salir este mayo a la
luz gracias a un varios investigadores pertenecientes a la Universidad
de Hawaii y al «US National Oceanic and Atmospheric Administration» (NOAA).
Y es que, estos investigadores hallaron el pasado 27 de abril nuevas
fotografías del pecio de uno de estos sumergibles (el cual fue
encontrado, a su vez, en 2013 a 700 metros de profundidad en el Océano Pacífico).
Las instantáneas, hechas públicas a través de un comunicado, muestran
cómo el tiempo no parece pasar por los restos de este navío nipón.
Nacen los I-400
Los I-400 (también conocidos como «Toku Sen») fueron ideados durante la Segunda Guerra Mundial por la Armada Imperial Japonesa. Con 122 metros de eslora y 12 de manga (casi el doble en ambos casos que el submarino nazi del «Tipo VII»,
uno de los más habituales por parte germana) se destacaba como uno de
los más grandes de su época.
De hecho, únicamente fue superado en tamaño
por los sumergibles nucleares cuando estos hicieron su aparición años
después. Ideado para tener una autonomía de 60.300 kilómetros (entre 50.000 y 40.000 más que los alemanes) era considerado como un arma de «larga distancia».
A su vez, y tal y como señaló el NOAA en 2013, contaba con una novedad revolucionaria para la época: podía transportar hasta tres hidroaviones desmontados o plegados en su interior. Una vez en superficie, éstos podían ser desplegados desde su cubierta.
«La innovación de la capacidad de ataque aéreo de
los submarinos de largo alcance representó un cambio táctico en la
doctrina submarina. El gran I-400, con su mayor alcance y capacidad de
desplegar tres aviones de ataque “M6A1 Seiran”, fue toda una revolución», explica James Delgado, director del Programa del Patrimonio Marítimo de la NOAA en Washington, DC.
NOAA
No era para menos, pues hasta entonces los submarinos
habían sido un arma pensada para combatir contra buques u otros
sumergibles. Por el contrario, a partir de ese momento se podría enviar
uno de estos mamuts metálicos a través de las aguas para que, sin ser
detectados, llegaran a las costas enemigas y lanzaran sus aviones contra
ellas.
Éstos, por su parte, no tendrían más que bombardear la región designada (en principio se pensó en Estados Unidos) y retirarse rápidamente al interior de los I-400. Un ataque relámpago idóneo para causar daños y escapar sin ser vistos.
«El I-400 fue tecnológicamente significativo debido a que
fue diseñado con un hangar gigantesco y hermético en el que guardar los
aviones. Después de la Segunda Guerra Mundial, se experimentó en esta
línea, aunque cambiando los hidroaviones por misiles balísticos», añade el experto.
Toda aquella lista de ventajas provocó que los japoneses se
plantearan construir una flota entera de I-400, algo que terminó siendo
imposible. Tras la contienda, varios de ellos fueron capturados por los
estadounidenses para estudiarlos.
No obstante, cuando los americanos
recibieron una petición soviética en 1946 para que les fuese entregado
algunos para su estudio, los norteamericanos prefirieron hundirlos frente a las costas de Oahu. El objetivo: no ayudar al gigante soviético a expandirse.
M.P.V
http://www.abc.es
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