El próximo 3 de septiembre China conmemorará con un desfile militar la rendición hace setenta años de Japón en la Segunda Guerra Mundial, una demostración que se prevee muestre al mundo el poderío militar de Pekín.
La celebración llega en un momento en el que China realiza
construcciones militares en territorios disputados en mar del Sur de
China, sobre todo en el arrecife Mischief, situado en las islas Spratly (Nansha en chino), un dominio reclamado por, entre otros, China, Filipinas y Vietnam, y coinciden con un pulso con Tokio por las islas Diaoyu/Senkaku del Mar de la China Oriental.
China ha defendido la legalidad de las construcciones, que también
incluyen islas artificiales en aguas disputadas, argumentando que
responden a "objetivos integrales" como la defensa nacional, labores de vigilancia o tareas humanitarias.
Estas razones no han convencido a los países afectados ni a la comunidad internacional, que observan con preocupación como China se ha convertido en el "abusón de la clase" ('bully')
que "está usando su mayor tamaño y musculatura para forzar a otros
países a aceptar sus reglas" como dijo en abril de este año el
presidente estadounidense Barack Obama.
Y es que al margen de las relaciones más o menos tensas entre el gigante asiático y los países con los que se disputa las posesiones del mar de China, todos estos movimientos estratégicos
parecen haber alertado a Estados Unidos que necesita mantener su
primacía en el tablero geoestratégico mundial, seriamente amenazada por
la pujanza de China.
Washington que, desde la caída del bloque soviético,
había quedado como única superpotencia, ve ahora como China se ha
convertido, según los datos del FMI de 2014, en el mayor productor de
bienes y servicios del mundo con el 17 % del PIB mundial, mientras que
los Estados Unidos, hasta ahora la primera economía global, se quedaba en el 16 %.
Una vez conseguida la primacía económica, Pekín
se ha volcado en renovar sus fuerzas armadas, un movimiento que es
visto por sus autoridades como indispensable para asegurar sus intereses económicos y la defensa nacional. Para ello el Gobierno chino ha aumentado su presupuesto militar desde 2005 una media del 9,5 % anual.
Estos esfuerzos están muy lejos de hacer sombra al gasto militar de los Estados Unidos,
que en 2014 ascendió a 711 mil millones de dólares, casi lo que todo el
resto del mundo en un año. Por su parte China destinó 143 mil millones
al presupuesto de defensa durante el mismo período.
A pesar de este desequilibrio, el gobierno de Washington mantiene como prioritaria sus buenas relaciones militares con Pekín. En el Informe de 2015 sobre China del Departamento de Defensa
de Estados Unidos se incide en esa cuestión, aunque se deja claro que
continuarán su adaptación para mantener la estabilidad y la seguridad en
la zona Asia-Pacífico.
El desfile chino tendrá lugar casi cuatro meses después de que Rusia celebrase en Moscú la mayor parada militar de su historia, que sirvió al presidente Putin para devolver a su país al primer plano de la escena internacional y cohesionar a su opinión pública bajo el paraguas del orgullo nacional.
Al igual que China, Rusia ha protagonizado durante el último año agresiones contra la integridad territorial de alguno de sus vecinos, unas acciones que le han costado sanciones económicas por parte de la Unión Europea y Estados Unidos y que han elevado la tensión con la OTAN.
Tanto las acciones militares chinas como las rusas son interpretadas por algunos analistas
como incidentes menores a los que no se debe responder con contundencia
para evitar un conflicto de mayor envergadura y alcance. Otros opinan
que es precisamente la inacción ante estas "provocaciones" lo que podría
alimentar el afán expansionista de China y de Rusia.
Gerardo Domínguez
http://www.onemagazine.es
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