Un Typhoon de la RAF (Fuerza Aérea británica) frente a una de las sedes de la Cumbre de la OTAN en Gales (Foto: OTAN) |
Los días 4 y 5 de septiembre se celebra en Gales
una cumbre de jefes de estado o de gobierno de la OTAN, cuya agenda
inicialmente no parecía de gran importancia pero a la que
acontecimientos posteriores como la situación en el Sahel, región del África sahariana y sobre todo la actuación de Rusia en Ucrania, la han dotado de gran relevancia.
No hace mucho, el Secretario General de la Alianza, Anders Fogh Rasmussen, decía refiriéndose a los desafíos a los que se enfrentará la OTAN en el futuro: “El
mundo que hemos ayudado a construir después del fin de la Guerra Fría
está siendo cuestionado de diferentes maneras y desde diferentes
direcciones.
Desde el este, la agresión de Rusia contra Ucrania es un
intento de reescribir las reglas internacionales y volver a crear una
esfera de influencia. Al mismo tiempo, en nuestro sur, vemos estados o
grupos extremistas que usan la violencia para afirmar su poder. Y, en
general, vemos amenazas viejas y nuevas, desde la piratería hasta el
terrorismo o a los ataques cibernéticos”.
La agenda
de la cumbre recoge todas esas preocupaciones y entre sus objetivos
destacan tres: la necesidad de reforzar la defensa colectiva aumentando
las capacidades; revitalizar la fortaleza del vínculo transatlántico, mejorando la inversión presupuestaria en defensa; y redefinir las relaciones con Rusia a la vez que se estrechan lazos con Ucrania.
En el seno de la Alianza hay intereses estratégicos diferentes, no sólo como podría pensarse entre el bloque anglosajón
(EE.UU. y su fiel aliado, el Reino Unido) y ciertos países de la Europa
continental, sino incluso dentro de ésta: así, por ejemplo, los riesgos
estratégicos que perciben los estados bálticos y los de Europa oriental no son iguales que los existentes para los países ribereños del Mediterráneo.
Es natural que esto sea así, en geopolítica la situación geográfica
tiene un peso extraordinario y es lógico que las percepciones sobre
riesgos y amenazas no sean iguales, aunque se compartan unos valores y
una visión del mundo común.
Los acuerdos que se alcancen en la cumbre no serán fáciles. La crisis económica
de la que Europa no acaba de salir, hace muy difícil aumentar las
partidas presupuestarias de defensa ante unas opiniones públicas que no
tienen percepción de las amenazas geoestratégicas que se ciernen sobre
el continente. Esta situación es especialmente evidente en la sociedad
española.
Según datos de la OTAN, el objetivo del 2% del PIB solo es
superado por EE.UU, el Reino Unido y Grecia; otros tres países llegan a
él o están cerca: Estonia, Polonia y Francia;
y el resto de países está por debajo de ese 2%. España es uno de los
aliados que menos invierte, el 0,8 % del PIB, con tan solo Lituania y Luxemburgo por detrás. Si bien, hay que contar en el haber con las facilidades para el despliegue que España aporta.
Una
parte importante de la sociedad norteamericana no entiende cómo los
países europeos invierten tan poco en su propia defensa, confiando
siempre en el “paraguas” del socio norteamericano, de ahí su demanda de un compromiso serio en capacidades militares que refuerce el llamado vínculo transatlántico.
Aunque
se pretende que la situación en Ucrania no monopolice la reunión, es
obvio que tendrá un gran protagonismo. Las actuaciones de la Rusia de
Putin primero en Crimea y ahora en las regiones
orientales de Ucrania, han exacerbado el recelo hacia Rusia de los
países de Europa oriental miembros de la OTAN.
Se debatirá el
establecimiento de tropas con carácter “no permanente” en dichos países.
EE.UU. y Gran Bretaña los apoyan y son partidarias de una postura más
dura hacia Rusia, mientras que Francia, Italia, España y probablemente Alemania
prefieren una línea de actuación de menor confrontación.
Pasará tiempo
antes de que Ucrania se convierta en un miembro más de la OTAN, si es
que se aprueba su ingreso.
A España le interesa que, en línea con las declaraciones antes citadas del Secretario General de la OTAN, la Alianza se oriente hacia el sur, especialmente el Sahel, donde según palabras recientes del Ministro de Defensa, Pedro Morenés,
“el yihadismo más radical se ha hecho fuerte de costa a costa, en un
terreno insondable, de difícil combate y en el que se retroalimentan con
traficantes de todo tipo”.
En esa región del mundo tan próxima a
nuestro país, se están gestando serias amenazas para Europa y, por
supuesto, para España. Sería muy positivo que a los esfuerzos
diplomáticos, económicos y militares que España lleva a cabo en dicha
región para ayudar a los países del entorno, bien individualmente o
integrada en la Unión Europea, se sumara la actuación de la OTAN.
¿Para qué sirve la OTAN?
La OTAN nació como alianza política impulsada por el Reino Unido en 1949 con el fin de ser un escudo protector para los países de Europa occidental contra el expansionismo soviético, después de la derrota de Alemania en la II Guerra Mundial.
La OTAN nació como alianza política impulsada por el Reino Unido en 1949 con el fin de ser un escudo protector para los países de Europa occidental contra el expansionismo soviético, después de la derrota de Alemania en la II Guerra Mundial.
España ingresó en la Alianza en 1986. En 1991, con la desaparición de
la Unión Soviética y el consiguiente fin de la guerra fría, comenzó una
nueva etapa en la que con el paso del tiempo, la Alianza acogió a los
estados de Europa oriental que formaron parte del extinto Pacto de Varsovia,
replanteándose sus misiones y cometidos y andando un camino que la
llevó de ser una organización regional centrada en el Atlántico Norte y
Europa, a otra con vocación de actor de seguridad global.
De este cambio de orientación vino la misión más complicada de cuantas ha tenido que acometer la organización, la International Security Assistance Force (ISAF) en Afganistán,
en la que España ha participado activamente y en la que nuestros
soldados se han ganado el respeto generalizado y han gozado de gran
prestigio. Esta misión terminará en unos meses con éxito, puesto que el
santuario terrorista que suponía aquel país ha desaparecido.
El
mayor éxito de la Alianza es haber mantenido alejado de Europa el
fantasma de la guerra, salvo por el paréntesis que supuso el conflicto de los Balcanes a finales del pasado siglo y principios del actual, Bosnia y Kosovo, conflicto que precisamente terminó, ante la falta de capacidad de la ONU, con la intervención militar de la OTAN.
De los catorce artículos que contiene el tratado de constitución, conocido como Tratado de Washington,
los tres primeros afirman la voluntad de los países miembros de
resolver por medios pacíficos cualquier controversia internacional en la
que pudieran verse implicados, de modo que la paz y la seguridad
internacionales, así como la justicia, no se pongan en peligro, y a
abstenerse en sus relaciones internacionales de recurrir a la amenaza o
al uso de la fuerza en cualquier forma que sea incompatible con los
propósitos de las Naciones Unidas.
El artículo 5 del tratado
obliga a colaborar en la defensa de un país miembro, incluso con el uso
de las armas cuando se produzca un ataque armado contra dicho país en
Europa o América del Norte. Este artículo solo ha sido invocado una vez como respuesta a los ataques del 11 de septiembre de 2001 por medio de aviones de pasajeros a modo de proyectiles contra objetivos en Estados Unidos.
En
el resto de conflictos no hay obligación automática de actuar, sino que
la decisión depende de cada país y se toma caso por caso según sus intereses nacionales.
Pedro Díaz Ostos
http://www.onemagazine.es
0 comentarios:
Publicar un comentario