Fue el coronel de Caballería Antonio Bellido el que encontró la definición perfecta para el día 23 de julio de 1921: “Da comienzo el día 23, la fecha que al regimiento Alcántara
debió parecer inacabable por la cantidad e intensidad de las acciones
realizadas”. De sus estudios sobre la actuación del Regimiento se
obtiene este resumen y todas las citas literales.
Pero, antes, situémonos. El Gobierno español había destinado a las operaciones de la pacificación de la zona cercana a Melilla del Protectorado de España de Marruecos unos 13.000 hombres. Además, hay que tener en cuenta que en las zonas de Ceuta y de Larache, estaban operando fuerzas del Ejército en una proporción equivalente.
Escudo del Regimiento Alcántara
Para hacerse bien la idea de la magnitud del esfuerzo militar y social
que estaba haciendo España a principios del siglo XX, conviene recordar
que, en los tiempos actuales, una misión internacional raramente llega a
rebasar 1.000 militares y que, entre todas las misiones, ha de haber un máximo de 7.000 en el exterior.
En el verano de 1921, en la zona de Melilla, el grueso de las tropas españolas que estaban llevando a cabo las operaciones de avance y pacificación eran unos 5.400 hombres;
había otros 4.000 en las numerosas posiciones diseminadas por los
montes y, finalmente, otros 4.000 formando varias columnas móviles que
recorrían las zonas ya pacificadas de la retaguardia para controlarlas y asegurar la tranquilidad.
El sable modelo Puerto Seguro
Tomando como referencia Melilla, la línea del ‘frente’ –concepto de
complicada aplicación en ese territorio tan accidentado y con un enemigo
que formaba bandas irregulares- se había introducido más de 100 km en territorio marroquí, hacia el oeste. La base principal para las operaciones de avance estaba, en esas fechas, en un gran campamento situado en un lugar llamado Annual. Desde allí, el general de división Manuel Fernández Silvestre,
el general en jefe, planeaba cruzar el río Amekrán, rebasar la
siguiente cadena montañosa y atacar directamente el territorio origen de
la rebeldía: la cabila de los Beni Urriaguel, cuyo cabecilla, Abd el Krim, pretendía organizar la llamada república del Rif, independiente y creada a costa de Marruecos.
El siguiente paso español fue el 1 de junio, con la instalación en un cerro llamado Abarrán
de una nueva posición, pero los rebeldes dieron un sorpresivo
contragolpe, la asaltaron, exterminaron a los defensores que no huyeron y
se apoderaron de los cañones españoles Igueriben. Tras este sonado éxito, desde mediados de junio los rebeldes atacaron insistentemente otras posiciones españolas, como Igueriben, Buymeyán y Annual.
La situación táctica empeora radicalmente
Pero los harqueños rebeldes habían ido aprendiendo a
combatir disciplinadamente y enfrentarse, de tú a tú, a las tropas
españolas y a las formadas por marroquíes voluntarios integrados en la Policía Indígena y los Regulares. Una corta serie de combates desafortunados dieron, de repente, una sorprendente vuelta a la situación.
La carabina Mauser
Por
momentos, entre los españoles aparecieron las inseguridades y los
temores de que los rebeldes, envalentonados, seguros de su nueva fuerza y
con los cañones capturados en Abarrán días atrás, atacaran el gran campamento de Annual, que no tenía grandes defensas.
El general Silvestre,
con grandes dudas y temores, ordenó a sus 5.400 hombres el repliegue a
posiciones retrasadas en las que confiaba poder defenderse bien. Sin
embargo, la columna en retirada la mandó el general de brigada Felipe Navarro,
el 2º jefe, porque al general Silvestre se le dio por perdido
creyéndose que, como otros oficiales y tropa, había muerto en los
inicios del repliegue, que se hizo bajo fuego enemigo.
Desde ese 21 de julio de 1921, una parte muy importante de las tropas
españolas estaban o exterminadas, o asediadas en sus posiciones, o en
retirada. Era un caso insólito. Desde hacía años, el proceso de
sometimiento –por las buenas o a la fuerza- de las cabilas rebeldes a la autoridad del Sultán
estaba funcionando bien, aunque a costa de mucha sangre en combates
contra las bandas de harqueños rebeldes, y oro, por los ‘incentivos’ que
se daban a los jefes y notables de las cabilas para que aceptaran la
nueva situación.
El Regimiento Alcántara de Caballería
Repliegue de la columna -lámina de Antonio Manzano-
Las fuerzas operativas de la zona de Melilla contaban con el regimiento de Caballería Alcántara,
un veterano de esta campaña pues llevaba participando en ella desde
hacía 10 años. Era un regimiento muy potente, con cinco escuadrones
armados con sables y carabinas –uno de ellos formado exclusivamente por
voluntarios-, y un escuadrón de ametralladoras.
En total, más de 700
hombres con un elevado nivel de adiestramiento, disciplina y
combatividad. En estos momentos cruciales -la retirada general de las
tropas-, los del Alcántara recibieron la misión típica de la Caballería:
proteger una columna que se retira. Los jinetes del
Alcántara debían ser el escudo contra el que se estrellaran los ataques
que los rebeldes lanzarían, seguro, contra los que se replegaban. Y así
ocurrió durante el día 21 y el día 22 de julio.
Soldado del Regimiento Alcántara -lámina de Antonio Manzano
La columna salió de
Annual, más o menos organizada, con problemas de pánico entre algunas
tropas y recibiendo fuego enemigo, y llegaron a la posición de Ben Tieb y después a la de Dar Dríus. En estos momentos, el teniente coronel Primo de Rivera ya venía “muy agotado el ganado como consecuencia del intenso esfuerzo a que estuvo sometido el día anterior en la retirada de Annual”.
Empieza ‘El Día Inacabable’
Estando la columna en Dar Dríus, a las 4 de la noche del 23 de julio, se avisó de que se evacuaría la posición para seguir retirándose. A las 6 de la madrugada, el 5º escuadrón del Alcántara
salió para asegurarse de que en los alrededores no hubiera rebeldes y,
si los había, obligarles a retirarse para que la columna pudiera iniciar
su marcha. A las 7, con la protección de dos secciones
de caballería, salió un destacamento a hacer la aguada –recoger agua
para las cantimploras y las cubas- en el cercano río Kert.
Zonas de las cargas del Regimiento Alcántara
También salió el 5º escuadrón y una sección del 4º
para, con el apoyo de una batería de cañones que se asentó a 200 metros
fuera de la posición, marchar hasta a 4 kilómetros para dar protección a
las guarniciones de Ain Kert y Ababda
-situadas al suroeste y noroeste respectivamente- que estaban
replegándose hacia Dar Dríus. Según testimonios posteriores, los jinetes
dieron “la primera carga contra un grupo numeroso [de rebeldes a los]
que conseguimos matar en su mayoría, menos los que huyeron, regresando
todos a Dríus después, sin ser molestados por el enemigo, tras algunos
disparos de la batería, y sin bajas”.
El 2º escuadrón, dos secciones del 4º y una del 1º,
unos 190 hombres mandados personalmente por el teniente coronel Primo de
Rivera –el coronel Manella no estaba al frente del Regimiento sino
ocupando otro destino y, además, había muerto poco antes-, acudieron,
con el apoyo de dos baterías de cañones, a proteger el repliegue de los
que habían evacuado la posición de Cheif, unos 200 o 300 hombres, que, tras 20 kilómetros de marcha, entraron en Dar Dríus entre las 9 y las 10 de la mañana.
En la protección de los defensores de la posición de Cheif, según el testimonio del soldado Moya Alonso, sanitario de 2ª, el Alcántara perdió “… unos setenta hombres y la mayor parte del ganado,
pues, aunque muchos de éstos llegaron al campamento [Dar Dríus],
bastantes iban malheridos y murieron”. En estos combates, los demás
soldados dieron vivas y aplausos a los del Alcántara: “Al regreso
posterior de los escuadrones, fueron recibidos con
verdaderas aclamaciones y vítores, así como con grandes demostraciones
de agradecimiento y alegría, oyéndose, entre otras frases, las de "Si no
llega a ser por vosotros, no quedamos uno" y "¡Viva el Regimiento
Alcántara y su teniente coronel!".
Oficial del Regimiento Alcántara -lámina de Antonio Manzano-
A eso de las 12.00 llegaron los integrantes de la guarnición de Karra Midar
que venían replegándose y combatiendo hasta que, al llegar al río Kert,
una sección de caballería que estaba en la aguada les dio protección
hasta su entrada en Dar Dríus. Y aún hubo más salidas: “Después de comer
el primer rancho y sobre las 12 salimos todos los escuadrones para proteger la retirada de las guarniciones de Tafersit y el Azib de Midar…
formado[s] en línea… al galope por las llanuras delante de Dríus,
encontrándose a unos kilómetros… restos de las fuerzas de las citadas
posiciones…”.
Los soldados sin miedo
Los rebeldes, “ante la presencia del regimiento
huyeron a la desbandada, pero contra ellos cargó el regimiento… varios
que se encerraron en una casa… fueron cercados y muertos”. Uno de los soldados
dijo después que, al regresar a la posición de Dar Dríus, “el teniente
coronel nos felicitó diciéndonos que estaba muy contento… pues veía que
no teníamos miedo… por lo valientes que habíamos estado en las cargas y
que teníamos muy buen espíritu y deseos de combatir a los moros…”.
Según
otros testimonios, posiblemente hubo más salidas realizadas por el 4º y 5º escuadrones
en las que combatieron pie a tierra durante una media hora para
despejar de enemigos los alrededores de la posición y poder reanudar el
repliegue, según la decisión tomada por el general Navarro.
Los combates de los de Alcántara durante la mañana – repetidas cargas con el sable en el llano de Sepsa- merecieron grandes elogios por parte de quienes, desde la distancia, los observaban. Los jinetes demostraron tener elevados niveles de instrucción, haciendo bien los despliegues y marchando organizadamente hacia el enemigo.
Al ir divulgándose entre los moros de esta comarca las noticias de
Abarrán, Igueriben y Annual, así como la retirada española, empezaron a
cambiar su lealtad hacia el más fuerte, que a estas horas ya era la harca rebelde de Abd el Krim, de modo que la retaguardia española empezó a dejar de ser segura.
Por ejemplo, un convoy de vehículos que, tras dejar los heridos en la posición más retrasada de Batel
para que siguieran en tren hacia Melilla estaba regresando de vacío a
Dar Dríus, se encontró con el camino cortado por los rebeldes y regresó a
su último punto. Por otra parte, tres camiones que, desde Dar Dríus
llevaban heridos a Melilla, tuvieron que regresar porque el convoy había
sido emboscado a la altura del rio Gan, donde el camino hace un zigzag.
Ante esta nueva situación, el general Navarro mandó al teniente coronel Primo de Rivera salir “con sus cinco escuadrones a proteger el camino entre Uestia y el Gan”, reanudándose la marcha entre las 13.00 y las 13.30. Pasado el poblado de Uestia, Alcántara recibió mucho fuego desde su lado izquierdo y los escuadrones 2º y 4º, con apoyo del de ametralladoras, les atacaron para alejar al enemigo llegando a combatir pie a tierra.
Soldado del Regimento Alcántara -lámina de Antonio Manzano-
Siguió Alcántara adelante y cerca de Dar Azugaj su
vanguardia recibió más fuego de un gran núcleo enemigo que estaba
atrincherado a los lados del camino. El teniente coronel ordenó atacar y
cargaron otra vez los escuadrones 2º y 4º –del que dos secciones trabarán combate cuerpo a cuerpo-, y después el 1º y el 3º,
con Primo de Rivera yendo de un escuadrón a otro animando a sus hombres
con voces como“¡No acobardaos muchachos! ¡Viva España!”.
En los
primeros momentos de estos combates resultó herido su caballo. Según el soldado Sirvent,
que no pertenecía al Alcántara, en estas cargas “irían unos trescientos
de caballería…, el enemigo… [sería el] doble de los que cargaron… perdiendo [Alcántara] más de ciento cincuenta hombres”.
Por su parte, el capitán Chicote, del Alcántara, cifró las bajas en
“unos 450 hombres”. Recordemos que una ‘baja’ es aquel que no puede
seguir combatiendo por muerte, heridas, contusiones por caída del
caballo, ser capturado, etc.
El 5º escuadrón cargó por la derecha hasta un
kilómetro de distancia, donde se empeñó en expulsar de unas casas a un
grupo de rebeldes, lográndolo aunque a costa de muchas bajas. Pero “el
regimiento había seguido avanzando, sosteniendo nutrido fuego con el
enemigo, bastante numeroso, que aparecía por todas partes parapetado… librando continuos combates… a pie y a caballo,
y manteniéndole alejado con las cargas que, en cuanto había ocasión y
por estar próximos se daban…”.
Cuando la extrema vanguardia del
Alcántara se acercó al cauce seco del río Gan, se
encontraron con tres camiones destruidos, los restos del convoy que
había sido emboscado y asesinados conductores, sanitarios y heridos. “A
su llegada al galope, fueron recibidos por el enemigo con un fuego
intenso, lanzándose sobre ellos al aire de carga, llegando el enemigo
hasta las riendas… y consiguiendo [Alcántara] desalojarlos de sus
posiciones haciéndoles más de sesenta muertos”. Eran las 12 o 12 y media.
http://www.onemagazine.es
http://historiasdelahistoria.com/2015/06/28/sabiendo-que-iban-a-la-muerte-el-regimiento-alcantara-cargo-para-salvar-a-sus-companeros
ResponderEliminarOtra descripción de los hechos. Más emotiva, en mi opinión.
No es posible imaginar el enorme sufrimiento en esos días de aquellos soldados, suboficiales y oficiales del Regimiento Alcántara que se enfrentaron a una situación más allá del límite y que les supuso, como dijo su Teniente Coronel, Fernando Primo de Rivera, "la hora del sacrificio". Unos héroes apenas reconocidos por la historia y la sociedad españolas.
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