Eran monstruos de alta mar y símbolos del poder
nacional. Las batallas que libraron hicieron historia. Los acorazados
fueron los más fuertes entre los fuertes: los únicos capaces de cambiar
la situación en el teatro de operaciones y cuestionar todas las reglas
de la batalla naval. Cambiaron el mapa político del mundo.
Aunque la era de los acorazados de línea realmente
comenzó en 1880, el británico Dreadnought, botado en 1906, se convirtió
en un nombre familiar para todos los buques posteriores de esta clase.
Marcó una era. Con un tamaño excepcional y una velocidad y potencia de
fuego sin precedentes, este 'monstruo' equivalía a una formación entera
de acorazados de los existentes hasta el momento. La revista
estadounidense 'The National Interest' reúne las 5 mayores batallas navales en las cuales participaron acorazados clase posterior al famoso Dreadnought.
Aunque finalmente sustituidos por submarinos y portaaviones, los buques de esta clase fueron un orgullo para las Armadas de la primera mitad del siglo XX. La mitología de la 'edad acorazada' a menudo subestima sus acciones: tanto la Primera como la Segunda Guerra Mundial fueron testigos de numerosos enfrentamientos de buques de línea. 'The National Interest' ha seleccionado las cinco batallas más importantes de la era 'post-Dreadnought'.
La batalla de Jutlandia
En los años previos a la Primera Guerra Mundial, el Reino Unido y
Alemania compitieron a la hora de construir grandes flotas de
acorazados. Los británicos ganaron esta carrera, pero no en la medida de
poder ignorar el poderío de la Flota de Alta Mar alemana. Al comenzar
la guerra, la Marina Real agrupó la mayoría de sus barcos de guerra
modernos en la Gran Flota, con base en Scapa Flow.
La mayor parte de la guerra la Flota de Alta Mar alemana y la Gran
Flota permanecieron en sus bases, hasta que pasados tres años desde el
inicio de la guerra protagonizaron el evento más importante en la guerra
naval: la batalla de Jutlandia, que tuvo lugar frente a las costas de
Dinamarca, en el mar del Norte.
Los alemanes, al mando del vicealmirante Reinhard Scheer, planeaban
usar los cinco modernos cruceros de batalla del vicealmirante Franz von
Hipper como cebo para atraer a la escuadra de Sir David Beatty hacia las
fuerzas principales de su flota con el fin de hundir la de Beatty al
completo. Sin embargo, la flota británica al mando del almirante John
Jellicoe desveló este plan gracias a comunicaciones interceptadas, por
lo que su flota zarpó con la intención de reunirse con Beatty.
La tarde del día 31 de mayo las flotas de cruceros de batalla de
Beatty y Hipper se enfrentaron en una batalla. En ella los cruceros
británicos sufrieron grandes bajas y tuvieron que retirarse en busca de
la Gran Flota, por lo que las dos flotas acabaron viéndose las caras en
una dura batalla que duró hasta la caída de la noche.
Los alemanes disponían de dieciséis acorazados clase 'Dreadnought',
seis acorazados previos a esta clase y cinco cruceros de batalla. Por su
parte, los británicos enviaron veintiocho acorazados y nueve cruceros
de batalla.
Ambas partes reclamaron la victoria, aunque al final de la batalla se
hizo evidente que la superioridad numérica de la flota británica se
llevó el gato al agua. Además los británicos lograron frustar el plan de
la Armada alemana de hundir la flota de Beatty.
Sin embargo, los británicos perdieron más marineros (unos 6.000 frente a 2.500 de bajas alemanes) y buques de guerra.
La batalla de Mers-el-Kebir
La rendición de Francia en 1940 puso en cuestión la pertenencia de
los buques de guerra de la Marina francesa. Muchos de sus barcos
pesados, la mayoría localizados en las colonias francesas, podrían
reforzar los estados del Eje o las fuerzas británicas. A principios de
julio de 1940, Winston Churchill decidió asumir el riesgo de apoderarse o
destruir las naves de la Marina francesa, concentrada en la base de
Mers-el-Kebir, en Argelia.
Representantes de la Marina Real dieron un ultimátum a sus homólogos
franceses, exigiendo que o las naves se unían a los británicos,
navegaban a América y se desarmaban o hundían sus buques. Lo que ocurrió
después en las negociaciones entre la Armada británica y el comandante
francés sigue siendo objeto de controversia. Lo que sí se conoce es que
los acorazados británicos abrieron fuego con resultados devastadores.
En menos de un cuarto de hora de bombardeos lograron hundir el
acorazado Bretagne y averiar gravemente el acorazado Provence, el
crucero de batalla Dunkerque y el destructor Mogador. Los franceses
contabilizaron 1.297 bajas mortales, la mayoría durante la explosión y
hundimiento del Bretagne. Cinco de los seis destructores franceses
lograron escapar escoltando al crucero de batalla Strasbourg.
Afortunadamente, los supervivientes marineros franceses tenía poco
interés en servir a los alemanes y hundieron la mayor parte de sus
buques en Toulon a raíz de la invasión alemana de la zona de Vichy
La batalla de Calabria
Durante la Segunda Guerra Mundial, la mayor parte de las batallas
navales en el teatro del Mediterráneo se produjo como resultado de la
protección de convoyes. La Armada italiana necesitaba escoltar sus
convoyes hasta Libia, mientras que la británica tenía que hacer lo
propio hasta Malta.
En julio de 1940, poco después del ataque a la flota francesa en
Mers-el-Kebir, los escoltas lejanos de dos convoyes se enfrentaron en
una batalla. Una agrupación italiana constituida por los acorazados
Giulio Cesare, Conti di Cavour y varios buques más pequeños se enfrentó
contra a convoy británico-australiano formado por los acorazados
Warspite, Malaya y Royal Sovereign, el portaaviones Eagle y varios
buques más ligeros.
Los italianos tenían la ventaja inicial, ya que la dispersión de los
buques de la Royal Navy significaba que sólo Warspite podría disparar
contra la línea italiana. Después de varias salvas de ambos lados, un
disparo de Warspite impactó a Giulio Cesare, haciendo detonar municiones
en su cubierta y obligando al buque italiano a abandonar el combate.
Aunque los italianos no pudieron anotarse la victoria, demostraron
que la Royal Navy no podía operar en el Mediterráneo central sin ser
escoltada por buques de guerra pesados. Los aliados no pudieron reclamar
la supremacía naval en el Mediterráneo hasta 1943, cuando la flota
italiana anclada en la base de Taranto se rindió.
La batalla del Estrecho de Dinamarca
Cuando el acorazado alemán Bismarck
entró en servicio en 1941, se convirtió en el mayor buque de guerra del
mundo. El gigante entró en historia debido a la batalla más
sobresaliente de la resistencia militar de los buques de la clase
'acorazado'.
Todo comenzó con una sencilla operación: la nave más poderosa del
Atlántico que formaba parte de la Marina de guerra de la Alemania nazi,
acompañada por el crucero pesado Prinz Eugen, zarpó para interceptar
unos convoyes aliados. En los estrechos daneses los invasores alemanes
se encontraron con una flota de buques de guerra británicos. Comenzó una
batalla fugaz en la que Bismarck, con tan solo cinco salvas, mandó a
pique al novísimo crucero de línea británico Hood, el orgullo de la
Armada nacional, con toda su tripulación (1.415 personas).
Al darse cuenta de que se trataba de una nave de combate sin
precedentes y además en manos de un equipo de profesionales muy
preparados, el mando naval del Reino Unido envió para cazar al Bismark
una enorme flota de 200 buques de guerra: todo lo disponible en el
Atlántico.
Dos días después, mientras navegaba hacia las costas de la Francia
ocupada, el Bismarck fue atacado por aviones torpederos Fairey Swordfish
del portaaviones HMS Ark Royal. Un torpedo destrozó uno de los timones
del acorazado alemán, lo que imposibilitó que maniobrase. La mañana
siguiente, el inmovilizado Bismarck fue atacado por la enorme flota: en
el escenario aparecieron todos los cruceros pesados y acorazados de la
Marina británica del Atlántico, iniciando el último y más dramático
capítulo de esta historia.
Más de 2.500 proyectiles de cañones de gran y mediano calibre
acabaron con la bestia nazi, rematada por tres torpedos que impactaron
bajo la línea de flotación. De los 2.200 tripulantes sobrevivieron solo
115.
Segunda Batalla de Guadalcanal
Corría el final del año 1942. La Campaña de Guadalcanal llevaba ya
cuatro meses, durante los cuales los estadounidenses y los japoneses
peleaban por la posesión definitiva de la isla. A finales de 1942, los
estadounidenses dominaban de día las Islas Salomón, en gran parte
gracias a su control de la base aérea y el aeródromo de Henderson. Los
japoneses, por su parte, eran 'dueños de la noche', que aprovechaban
para transportar suministros y refuerzos a las tropas japonesas en
Guadalcanal y para bombardear las posiciones estadounidenses.
El 13 de noviembre, una agrupación formada por dos acorazados
japoneses trató de bombardear Henderson. Sin embargo, una agrupación de
cruceros y destructores estadounidenses, que tuvo ventaja gracias a la
sorpresa y a la suerte, pudo neutralizar al acorazado Hiei. Aviones
estadounidenses remataron al Hiei al día siguiente.
En sucesión rápida, los japoneses hundieron los cuatro destructores
de escolta y para mala fortuna de los estadounidenses el acorazado South
Dakota sufrió una falla eléctrica que lo deshabilitó.
Confiado en la circunstancia, el almirante japonés Kondo ordenó a su
fuerza centrarse en la nave averiada e ignoró al acorazado Washington.
Este error lo pagó muy caro, porque le permitió al segundo acorazado
aproximarse al área y ocasionar un terrible daño al acorazado Kirishima y
al destructor Ayanami. Ello averió el timón del primero y le impidió
huir al amparo de la noche. Con la pérdida de su segundo acorazado, los
japoneses se retiraron del área y entregaron el área a los
estadounidenses.
Al final de la jornada, los marineros estadounidenses no solo
hundieron las naves japonesas dañadas en las inmediaciones. Debido a que
la base de Henderson continuaba con actividad, a la mañana siguiente
sus aparatos cazaron y destruyeron la fuerza de transportes enviada a
reforzar las tropas japonesas en la isla. Tras la batalla los japoneses
tuvieron que abandonare la isla y retirarse de las islas Marshall. Pero
lo más significativo es que a partir de ese momento, los japoneses ya no
podrían disputarse el dominio del mar contra la Armada estadounidense.
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