Fuente:Konstantín Máler
Durante el último semestre, el
ministro ruso de Asunto Exteriores, Serguéi Lavrov, ha intentado como
mínimo tres veces hacer constar que Moscú no ha olvidado cómo comenzó la
historia del despliegue del Escudo Antimisiles.
El 5 de agosto, el
ministro declaró en una entrevista para la televisión de Singapur: “El
presidente Obama aseguró en su momento que si se lograba resolver el
problema nuclear iraní, dejaría de existir la necesidad de crear el
sistema del Escudo Antimisiles en Europa. Al parecer, no decía la
verdad”.
A todas luces, el problema nuclear iraní
comienza a formar parte del pasado, pero el Escudo Antimisiles no se
mueve de Europa. En abril de 2015, la representante oficial de la OTAN
Oana Lungescu declaraba que, en primer lugar, el progreso de las
negociaciones sobre el programa nuclear iraní no afectaría a los planes
para el despliegue del Escudo Antimisiles en Europa, y que, en segundo
lugar, el objetivo de crear este Escudo Antimisiles era “hacer frente a
las amenazas relacionadas con la propagación de los misiles balísticos”.
A fin de cuentas, ¿para qué es necesario el Escudo Antimisiles en Europa?
A Moscú, el nuevo motivo para el despliegue del Escudo Antimisiles no
le parece más convincente que el relacionado con Irán. Hoy en día, la
mayoría de las amenazas de misiles en potencia para Europa proceden del
sur y del este. Para la guerra contra este tipo de desafíos, lo más
lógico sería desplegar los elementos terrestres del Escudo Antimisiles
en Grecia o en Turquía, pero de ningún modo en Polonia o Rumanía.
Además, el medio más eficaz para la defensa en dirección sur sería el
componente naval del Escudo Antimisiles, es decir, los buques equipados
con el sistema Aegis.
Entonces, ¿para qué son necesarias las bases antimisiles en los países de Europa Central y del Este?
No, no están orientadas contra Rusia. Sobre todo porque Rusia cuenta
con demasiados misiles y ningún escudo podría con todo ellos.
Y si no es contra Rusia, ¿entonces para qué sirven? La respuesta no
se encuentra en el plano militar, sino en el político. Se trata de
motivar a los miembros de la OTAN en Europa del Este. Para ellos, el
despliegue de elementos del Escudo Antimisiles es un modo de llevar más
allá la integración en las estructuras euroatlánticas.
En lo que respecta a Estados Unidos, este país tiene al menos tres
razones para desplegar los elementos terrestres del Escudo Antimisiles
en Europa del Este. En primer lugar, la guerra contra la amenaza de los
misiles puede convertirse en un nuevo método para conservar la presencia
estratégica de Estados Unidos en Europa. En segundo lugar, es un modo
de demostrar que se preocupan por la seguridad de sus nuevos aliados. En
tercer lugar, es más barato que desplegar y mantener una base militar
entera.
El principal problema consiste en que, en el actual estado de las
cosas, el despliegue del Escudo Antimisiles en Europa beneficiará tanto a
Estados Unidos como a los miembros europeos de la OTAN incluso en el
caso de que la amenaza de los misiles balísticos dejara de existir. Al
parecer, el único estado que no se muestra conforme con la situación
actual es Rusia.
¿Qué sucederá a continuación?
Después de cerrar el acuerdo nuclear con Irán, ningún otro motivo
para desplegar el Escudo Antimisiles en Europa parecerá convincente. La
situación se agrava por el hecho de que hoy en día las relaciones entre
Estados Unidos y Rusia se encuentran en su punto más bajo desde la
guerra fría.
Washington no puede cancelar sencillamente sus planes para
el despliegue del Escudo Antimisiles en Europa. Esto se percibiría como
una concesión a Moscú y ejercería una influencia seriamente
desmoralizadora en los aliados de Estados Unidos en la OTAN.
En estas condiciones, cualquier negociación sobre la problemática del
Escudo Antimisiles estará condenada al fracaso debido a que la visión
de las partes sobre este problema es radicalmente opuesta. Hasta que no
se consiga un punto de encuentro para resolver estas cuestiones, Estados
Unidos seguirá pensando en todas las propuestas posibles para desplegar
estos sistemas, y Moscú solo podrá limitarse a denunciar su falta de
argumentos para ello.
Por último, se está formando una situación potencialmente peligrosa.
La infraestructura terrestre del Escudo Antimisiles en Europa Central y
del Este no guarda ninguna relación con la seguridad, sino que crea
dificultades en las relaciones con Rusia, y en un contexto de tensiones
entre la Federación Rusa y Occidente, cualquier “juego político” que
incluya al Escudo Antimisiles puede provocar que estas tensiones se
agraven todavía más.
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