Las
declaraciones realizadas el pasado mes de julio por parte del Rey de
Jordania, Abdullah II, sobre la posibilidad de que agentes de guerra
químicos pudieran caer en manos de Al Qaeda, han activado todas las
alarmas. Dichas declaraciones se suman a las ofrecidas por el portavoz
del Ministerio de Exteriores sirio, Jihad Makdissi, quien confirmaba su
existencia y aseguraba que solo las emplearía si el país sufriera una
"intervención militar extranjera". Por si fuera poco, el pasado 21 de
agosto, Barack Obama advierte a Siria, en un comunicado sorpresa, que se
abstenga de usar armas químicas contra los rebeldes porque ese paso
tendría enormes consecuencias, y supondría un cambio en la postura
actual de Estados Unidos ante al conflicto.
Independientemente de una posible intervención militar en Siria, que hasta la fecha se ve inviable debido al veto de Rusia y China en la ONU, la preocupación para los estados occidentales es que el arsenal químico caiga en manos de Al Qaeda. Aunque no se tiene constancia de que la organización terrorista disponga de células infiltradas en la región en apoyo a los rebeldes, Abu Amar, comandante rebelde de Bab al Nasr en el centro de Alepo, sostiene que si Occidente no les proporciona apoyo, recurrirán a los extremistas.
Los intereses de Al Qaeda
La organización terrorista sigue en su empeño de obtener armas de destrucción masiva para su uso contra Occidente. Al Qaeda figura actualmente como la única organización que continúa con el empeño persistente de adquirir este armamento nuclear, biológico o químico para producir un ataque en masa.
No obstante, la pregunta podría ser: ¿por qué Al Qaeda no ha realizado aún ningún ataque de este tipo? Si bien la respuesta no es fácil, hay que tener en cuenta que es extremadamente difícil adquirir el material y disponer del personal con los suficientes conocimientos para tratarlo. Sin embargo, con el apoyo de la organización terrorista a los rebeldes sirios, Al Qaeda podría obtener importantes beneficios en este sentido. Por un lado podría conseguir el acceso a los arsenales de armas químicas sirios mediantes acciones armadas y, por otro, dispondría de una libertad de movimientos que facilitarían el transporte y la ocultación del material a la espera de ser enviado a las distintas bases de la organización cruzando la frontera a través de Irak.
El arsenal del régimen
Los agentes nerviosos y la iperita, conocida como gas mostaza, han sido la principal apuesta del gobierno de Bashar al Assad, según fuentes del Washington Institute for Near East Policy. Se cree que el gobierno sirio tiene cantidades suficientes para armar miles de misiles portátiles.
Los agentes nerviosos son considerados los más letales de cuantos agentes de guerra químicos se conocen. Los más usados a lo largo de la historia, han sido el Tabún, el Sarín y el VX. Todos ellos penetran en el organismo por las vías respiratorias, por la ingesta de un alimento contaminado o por los ojos y la piel. Actúan sobre el sistema nervioso del individuo afectado, provocándole dificultad respiratoria, náuseas, convulsiones, calambres para, finalmente, desarrollar un edema pulmonar letal. La iperita o gas mostaza, en cambio, es un agente de los denominados vesicantes que provoca quemaduras y una destrucción de los tejidos internos que comienza por las vías respiratorias.
La amenaza real
La existencia de armas químicas en Siria es un juego a tres bandas. Por un lado, el gobierno de Bashar al Assad las utiliza como medio de presión para que los rebeldes desistan de sus acciones y abandonen la lucha armada. Por otro, las fuerzas opositoras han convertido los arsenales químicos en un objetivo prioritario, para evitar su uso contra ellos. Por último se sitúa Al Qaeda, que continúa con su interés de sacar partido del conflicto y obtener, entre otras ventajas, un nuevo material químico que aumentaría exponencialmente el poder destructivo de sus depósitos de armamento.
El primer efecto de cualquier arma química es la disuasión que produce su mero conocimiento. Es lo que el Gobierno sirio pretende al confirmar abiertamente la existencia de estas armas. Por su parte, los rebeldes difundieron el pasado 27 de julio a través de una web turca de facciones yihadistas, un video donde aseguraban que habían obtenido equipos de protección contra agentes químicos tras atacar una base militar del ejército sirio en la localidad de Alepo, lo que se traduce en una respuesta de los rebeldes a las amenazas del régimen sirio.
La principal preocupación de la comunidad internacional es que no se repita lo ocurrido en el reciente conflicto libio. Muamar Gadafi perdió el control de las instalaciones de seguridad nacional, por lo que desaparecieron grandes cantidades de material bélico. Por ello, tras el conflicto, el Gobierno de Estados Unidos invirtió más de 40 millones de dólares en la localización y posterior destrucción del armamento y munición para evitar su paso a manos terroristas.
Cómo acabar con el problema
El régimen de Assad es consciente de que un uso de este tipo de armas cambiaría la postura actual de los gobiernos occidentales. Washington ha sido el primero en pronunciarse y, en caso de ataque, el resto de gobiernos seguirían sus pasos. Para acabar con el problema de que el material llegue a manos de Al Qaeda, Estados Unidos debería trabajar conjuntamente con la Federación de Rusia para ofrecer a Siria medios de control de los arsenales, como ya se hizo en la Guerra Fría, para evitar un uso no autorizado o accidental. Los estados fronterizos también juegan un papel importante en este asunto, debiendo reforzar los límites de seguridad entre países para asegurar que este tipo de armas no abandonan Siria.
Si todo lo anterior no funciona, la única opción acertada sería la localización, identificación y eliminación de los arsenales sirios. Pero para ello sería necesaria una intervención militar que pusiera fin a la amenaza de las armas químicas.
Independientemente de una posible intervención militar en Siria, que hasta la fecha se ve inviable debido al veto de Rusia y China en la ONU, la preocupación para los estados occidentales es que el arsenal químico caiga en manos de Al Qaeda. Aunque no se tiene constancia de que la organización terrorista disponga de células infiltradas en la región en apoyo a los rebeldes, Abu Amar, comandante rebelde de Bab al Nasr en el centro de Alepo, sostiene que si Occidente no les proporciona apoyo, recurrirán a los extremistas.
Los intereses de Al Qaeda
La organización terrorista sigue en su empeño de obtener armas de destrucción masiva para su uso contra Occidente. Al Qaeda figura actualmente como la única organización que continúa con el empeño persistente de adquirir este armamento nuclear, biológico o químico para producir un ataque en masa.
No obstante, la pregunta podría ser: ¿por qué Al Qaeda no ha realizado aún ningún ataque de este tipo? Si bien la respuesta no es fácil, hay que tener en cuenta que es extremadamente difícil adquirir el material y disponer del personal con los suficientes conocimientos para tratarlo. Sin embargo, con el apoyo de la organización terrorista a los rebeldes sirios, Al Qaeda podría obtener importantes beneficios en este sentido. Por un lado podría conseguir el acceso a los arsenales de armas químicas sirios mediantes acciones armadas y, por otro, dispondría de una libertad de movimientos que facilitarían el transporte y la ocultación del material a la espera de ser enviado a las distintas bases de la organización cruzando la frontera a través de Irak.
El arsenal del régimen
Los agentes nerviosos y la iperita, conocida como gas mostaza, han sido la principal apuesta del gobierno de Bashar al Assad, según fuentes del Washington Institute for Near East Policy. Se cree que el gobierno sirio tiene cantidades suficientes para armar miles de misiles portátiles.
Los agentes nerviosos son considerados los más letales de cuantos agentes de guerra químicos se conocen. Los más usados a lo largo de la historia, han sido el Tabún, el Sarín y el VX. Todos ellos penetran en el organismo por las vías respiratorias, por la ingesta de un alimento contaminado o por los ojos y la piel. Actúan sobre el sistema nervioso del individuo afectado, provocándole dificultad respiratoria, náuseas, convulsiones, calambres para, finalmente, desarrollar un edema pulmonar letal. La iperita o gas mostaza, en cambio, es un agente de los denominados vesicantes que provoca quemaduras y una destrucción de los tejidos internos que comienza por las vías respiratorias.
La amenaza real
La existencia de armas químicas en Siria es un juego a tres bandas. Por un lado, el gobierno de Bashar al Assad las utiliza como medio de presión para que los rebeldes desistan de sus acciones y abandonen la lucha armada. Por otro, las fuerzas opositoras han convertido los arsenales químicos en un objetivo prioritario, para evitar su uso contra ellos. Por último se sitúa Al Qaeda, que continúa con su interés de sacar partido del conflicto y obtener, entre otras ventajas, un nuevo material químico que aumentaría exponencialmente el poder destructivo de sus depósitos de armamento.
El primer efecto de cualquier arma química es la disuasión que produce su mero conocimiento. Es lo que el Gobierno sirio pretende al confirmar abiertamente la existencia de estas armas. Por su parte, los rebeldes difundieron el pasado 27 de julio a través de una web turca de facciones yihadistas, un video donde aseguraban que habían obtenido equipos de protección contra agentes químicos tras atacar una base militar del ejército sirio en la localidad de Alepo, lo que se traduce en una respuesta de los rebeldes a las amenazas del régimen sirio.
La principal preocupación de la comunidad internacional es que no se repita lo ocurrido en el reciente conflicto libio. Muamar Gadafi perdió el control de las instalaciones de seguridad nacional, por lo que desaparecieron grandes cantidades de material bélico. Por ello, tras el conflicto, el Gobierno de Estados Unidos invirtió más de 40 millones de dólares en la localización y posterior destrucción del armamento y munición para evitar su paso a manos terroristas.
Cómo acabar con el problema
El régimen de Assad es consciente de que un uso de este tipo de armas cambiaría la postura actual de los gobiernos occidentales. Washington ha sido el primero en pronunciarse y, en caso de ataque, el resto de gobiernos seguirían sus pasos. Para acabar con el problema de que el material llegue a manos de Al Qaeda, Estados Unidos debería trabajar conjuntamente con la Federación de Rusia para ofrecer a Siria medios de control de los arsenales, como ya se hizo en la Guerra Fría, para evitar un uso no autorizado o accidental. Los estados fronterizos también juegan un papel importante en este asunto, debiendo reforzar los límites de seguridad entre países para asegurar que este tipo de armas no abandonan Siria.
Si todo lo anterior no funciona, la única opción acertada sería la localización, identificación y eliminación de los arsenales sirios. Pero para ello sería necesaria una intervención militar que pusiera fin a la amenaza de las armas químicas.
Miguel Ángel Rodríguez Crespo
http://www.revistatenea.es
* Miguel Ángel Rodríguez Crespo es capitán de Infantería.
Especialista en defensa NBQ
Especialista en defensa NBQ
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