A la espera de que se celebra la Conferencia de Paz para Siria, todo
parece indicar que la estabilidad es cosa del pasado. Persista o no
Assad, haya una transferencia suave de poder o un derrumbe drástico, la
Siria de antes ya nunca volverá.
Los preparativos para
la Conferencia de Paz para Siria transcurren con el acompañamiento de publicaciones sobre el
armamento ruso en ese país. En las páginas de la prensa occidental abundan los
escapes sobre misiles Yakhont y sistemas de defensa antimisiles S-300, que, o
bien se supone que ya están allí, o bien que están al caer. Moscú no entra en
la polémica, aunque tampoco los desautoriza, remitiéndose a los viejos
contratos de obligado cumplimiento.
Aun así es remarcable
que la ola de inculpaciones a Rusia, previsible en tales casos, por su
sanguinario cinismo y los patrones de doble rasero, esté siendo bastante
discreta. Al menos por parte de Occidente (en el mundo árabe son más duros los
pronunciamientos). ¿Qué está ocurriendo en el frente político sirio que
prácticamente se ha convertido en la arena más importante de los acontecimientos
mundiales?
Parece que todos los
jugadores externos perciben que la conferencia prevista servirá de punto de
inflexión.
En el trasfondo de un
bloqueo absoluto en el que todos se encuentran inmersos desde hace ya tiempo,
si se produce un avance hacia la transigencia de las partes beligerantes, nos
encontraremos ante un acontecimiento histórico en toda regla. Si, por el
contrario, no se produce el más mínimo acercamiento, el statu quo no se
mantendrá y lo más probable es que se produzca una escalada radical del
conflicto.
Para las fuerzas de
la oposición, el fracaso de las negociaciones será una señal de que solo se
puede encontrar una solución en el campo de batalla. Los participantes y sus
protectores directos que hay en los países vecinos triplicarán sus esfuerzos
con tal de revertir la situación a su favor.
Los partidarios de la
moderación, y a ellos se adhiere la administración de Barack Obama, quedarán
sometidos a una intensa presión: ¿cuánto tiempo se puede estar de brazos
cruzados observando cómo corren ríos de sangre?
Es poco probable que
eso llegue a provocar una intervención directa, pero ya no será posible
resistir la presión de los lobby que exigen suministrar armamento a los
rebeldes.
La postura de Rusia
Rusia continuará
haciendo todo lo posible con tal de mantener el equilibrio de fuerzas, es
decir, ayudar a Damasco.
Será inevitable una
nueva vuelta de tuerca en la tensión, y entonces esta guerra se puede convertir
en un verdadero enfrentamiento indirecto entre rusos y norteamericanos, el así
llamado conflicto “por el poder”. Muchos consideran que eso ya está ocurriendo,
pero en realidad no es así.
Según la lógica de
Moscú, los pasos que Rusia está dando están llamados a aumentar las
probabilidades de éxito en el proceso de paz. Lo que el Kremlin subraya es que
la alternativa es un agravamiento del caos, en tanto que los socios de Damasco
no permitirán a sus oponentes obtener una ventaja decisiva. Y, no cabe duda,
harán cuanto esté en sus manos con tal de evitar la intervención.
Para las fuerzas de
la oposición, el fracaso de las negociaciones será una señal de que solo se
puede encontrar una solución en el campo de batalla.
El juego, sin duda,
es duro y bastante arriesgado. Suministrar armas avanzadas a una de las partes
de un conflicto en su apogeo no es un acto
precisamente noble y, desde el punto de vista de la imagen, esta postura
resulta criticable.
Rusia, sin embargo,
dota premeditadamente a Siria con medios de defensa que son efectivos solo para
prevenir una intervención externa masiva. Desde el principio Moscú ha hablado
claro y sin ambigüedades sobre el hecho
de que no permitiría una intervención al estilo libio.
En general, en la
colisión siria Rusia está demostrando intransigencia y coherencia, algo no
siempre inherente a la política rusa, y por eso causa sorpresa en sus socios.
En los últimos dos
años se han oído llamamientos, exhortaciones, crítica, injurias, burlas a la miopía y preguntas embarazosas
dirigidas a Moscú, y los observadores no han cejado en el empeño de divisar una
mitigación del enfoque… Pero en esencia nada ha cambiado.
Actualmente la
intransigencia rusa produce en los circundantes una impresión más viva que unos
meses atrás, en parte debido a que Rusia ha sabido demostrar de un modo
evidente cuán inútil resulta el menor intento de salir adelante sin ella.
La segunda causa es
una mirada cada vez más sombría, que se va extendiendo entre los partidarios
extranjeros de la oposición, al futuro de Siria después de Assad. La
perspectiva del hundimiento de un país en enclaves religiosos y étnicos parece
ahora más que probable, y eso se erige prácticamente como una garantía de que
el conflicto se extenderá por todos los países vecinos: Turquía, Jordania,
Líbano, e incluso en Irak la situación es muy frágil.
La estabilidad es
cosa del pasado
Sin embargo, si en lo
simbólico Rusia ha conseguido algo (tiene reconocido su estatus como jugador
imprescindible), en la práctica los alcances no son considerables.
Moscú de buen
principio ha actuado como una fuerza conservadora. Ha tratado de enfrentarse al
impulso destructivo del cambio, temiendo que la inestabilidad surgida de las
revoluciones tenga un efecto de resonancia que, en última instancia, alcance la
propia Rusia.
En diversas formas
hasta la activación de la yihad en el Cáucaso. Los temores están plenamente fundamentados, pero justamente
en ese sentido el resultado es deprimente.
Acabe como acabe la
guerra, la estabilidad ya es cosa del pasado. Persista o no Assad, haya una
transferencia suave de poder o un derrumbe drástico, la Siria de antes ya nunca
volverá.
La intransigencia de
Moscú solo quedará justificada en caso de que finalmente se materialice algún
tipo de normalización política. Solo en el caso de que la colisión siria
termine con un derrumbe, Rusia podrá hacerse a un lado, pero el trabajo
minucioso de dos años largos se va a desintegrar y la mala reputación del
aliado de los 'eternos revanchistas' y los condenados solo saldrá fortalecida.
Según los resultados
del derramamiento de sangre sirio, sean cuales sean, cabría ordenar un 'informe
de vuelos' internacional: determinar los puntos en los que hubo una posibilidad
de virar no hacia una escalada, sino hacia una resolución del conflicto.
No se trata de
castigar a los culpables, sino de aprender una lección para el futuro. Pero
esto no sucederá: ya no se estila extraer lecciones de la política actual. Y la
piedra en que tropecemos por enésima vez cantará victoria.
Artículo publicado originalmente en ruso en Rossíyskaya Gazeta.
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