Se trata de una tendencia que se da desde la guerra de Osetia del Sur en 2008 pero se ha intensificado tras el aumento de la tensión en Ucrania.
Tras el conflicto en Osetia del Sur en 2008 las
relaciones entre Rusia y la OTAN tuvieron un dramático giro. En agosto y
septiembre de 2009 Bielorrusia acogió Zapad 2009, el mayor ejercicio militar
desde la caída de la URSS, en el que participaron 33.000 personas de los dos
países. Los simulacros consistían en
operaciones a larga escala de operaciones ofensivas y defensivas, incluido el
despliegue de armas nucleares tácticas.
Sin embargo, los analistas militares rusos están de
acuerdo en el que el objetivo principal no era hacer una demostración de fuerza
a Occidente sino la corrección de determinados errores, sobre todo en
focalizarse en las debilidades institucionales de Rusia durante la guerra en
Osetia del Sur. Mientras, los propios analistas de la OTAN evaluaron la
capacidad de combate de Rusia como relativamente baja. En Rusia los resultados
conllevaron cambios en las altas esferas del Ministerio de Defensa y una serie
de ajustes en las reformas que se
estaban llevando a cabo en las fuerzas armadas.
Después de Ucrania: los
ejercicios se vuelven globales
Mirando hacia el futuro, es esperable que este tipo de
ejercicios se hagan cada vez más globales. Desde 2009 se han realizado varios
ejercicios Zapad y Vostok. Por ejemplo, en Vostok 2010 participaron más de 100.000 personas, 1.500
tanques, 120 aviones y 70 barcos, mientras que en Vostok 2014 el número se
elevó hasta 155.000 personas y 2.500 unidades, lo que supuso la mayor operación
desde la caída de la URSS.
Los eventos en Ucrania tras febrero de 2014 y el
aumento de la tensión en las fronteras rusas no podía más que provocar una
respuesta. El Kremlin se vio forzado a dar pasos de manera rápida para aumentar
la capacidad ofensiva de las fuerzas armadas. En este sentido, en 2014 y 2015
se han llevado a cabo ejercicios con mayor frecuencia, muchos de los cuales no
estaban programados.
Zapad 2014, en el que hubo miles de tropas movilizadas
y los ejercicios conjuntos con India y China, así como las maniobras a gran
escala en el este del país, son una prueba de ello.
En agosto la base aérea Ashuluk, situada en Astracán,
acogió una serie de ejercicios con más de 100 aviones. En comparación, los
ejercicios de la OTAN Ample Strike realizados en la República Checa, realizados
el mes anterior, contaron solamente con 30 aparatos.
Sin embargo, la OTAN es cada vez más activa. En mayo
del año pasado se llevaron a cabo en Letonia los ejercicios navales Partnership
for Peace 2014, en donde participaron 700 personas. En junio de 2014 Baltops
concentró a 1.400 participantes de 13 países en el Báltico. Spring Storm, uno
de los mayores ejercicios de la OTAN, se realizó en mayo de 2015 en Estonia y
Steadfast Javelin, en Polonia y los países bálticos contaron con 6.000
participantes.
Solamente en 2014 la OTAN llevó a cabo más de diez
ejercicios militares en países que hacen frontera con Rusia, desde Ucrania a
Noruega. Este año, tropas estadounidenses, letonas y estonias han realizado
ejercicios en las isla de Saaremaa con el objetivo de prepararse a un potencial
ataque anfibio y para preparar a las fuerzas aéreas estonias. Casi al mismo
tiempo que Rusia realizaba un control rápido de la disponibilidad de sus
fuerzas armadas a mediados de marzo, la OTAN comenzaba sus ejercicios en
Noruega.
Además, en mayo de este año se realizarán las mayores
maniobras que han tenido lugar en la región del Báltico en la era moderna. Se
llaman Hedgehog 2015 y contarán con la participación total de más de 12.000
tropas.
Actualmente, en el contexto de la crisis ucraniana, es
importante tener en cuenta que los objetivos de los ejercicios militares de
Rusia y la OTAN difieren sustancialmente.
Como líder de la Alianza Atlántica,
Washington está básicamente interesado en supervisar la coordinación de sus
acciones conjuntas, en desarrollar maneras para volver a desplegar tropas
estadounidenses en Europa en caso de conflicto y en asegurar que sus aliados
cumplen con las requisitos de infraestructura. Después de todo, a pesar de unos
estándares comunes, las fuerzas militares que forman la OTAN difieren
significativamente en términos de armamento y capacidad de combate.
Por su parte, Rusia está centrada en el entrenamiento
de su propio ejército, debilitado tras la caída de la URSS y los problemas
económicos de los años 90. Pretende aumentar su disposición de combate,
asegurar la capacidad para responder de manera rápida a cualquier reto e
introducir nuevo equipamiento militar. Todos los
ejercicios militares de Rusia, excepto los que realiza conjuntamente con
Bielorrusia, son de naturaleza humanitaria, aseguran los oficiales rusos.
Al mismo tiempo el ejército de los EE UU, que ha
reducido significativamente su presencia en algunas partes de Europa desde los
años 90, es todavía la principal fuerza militar de la Alianza. Actualiza sus
capacidad de combate mediante maniobras en su territorio, de manera regular,
sin acogerse a ningún tratado de intercambio de información, excepto las
pruebas de algún tipo de misiles.
Se desconocen las grandes maniobras que realiza en
suelo estadounidense. El escenario y la escala de estos ejercicios se mantiene
en secreto, pero no sería descabellado pensar que son similares a los rusos en
términos de personal implicado.
El ejército de EE UU también ha estado
perfeccionando su capacidad cibernética y las
técnicas para interceptar aviones enemigos. Los ejercicios en Alaska son
habituales (Nothern Territory y Red Flag), que se cancelaron en 2013 por razones
presupuestarias pero actualmente son mayores que la gran mayoría de las
maniobras de la OTAN.
Se puede suponer que la tensión internacional debido a
la situación en Ucrania motivará que ambas partes mantengan una alta frecuencia
de maniobras militares. Las declaraciones de la OTAN durante la cumbre
realizada el pasado septiembre en Gales, acerca de la creación de una fuerza
de reacción rápida harán que la Alianza se dedique a realizar pruebas de
capacidad de combate sin previo aviso.
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