miércoles, 23 de julio de 2014

Desvelamos por qué ataca ahora la infantería de Israel


Puede pensarse que lo más sencillo para el gobierno de Israel, es prolongar semanas y semanas el bombardeo de objetivos relacionados con Hamás, hasta considerar que ha quebrantado a esta organización, desarticulándola, destruyendo sus medios y dejándola inoperativa. 

¿Para qué? Para que deje de lanzar cohetes contra las localidades israelíes a su alcance. Gastar munición -todo hace pensar que Israel tiene grandes cantidades y de muy variadas clases- es siempre preferible a que se pierdan vidas de soldados.

Pero ahora la infantería israelí está atacando. Netanyahu, su gobierno y las fuerzas armadas israelíes sabían desde el primer instante que, iniciado el ataque terrestre, empezarían a tener bajas mortales entre sus filas. Así está sucediendo, pues las últimas informaciones aluden a 25 militares israelíes muertos y más de 50 heridos, cifras que, sin duda, seguirán aumentando durante los próximos días en esa proporción, 1x2 o 1x3.

Pero, ¿por qué y para qué se ha de atacar así ahora? ¿Merecen la pena estas muertes y heridas? ¿Habría manera de evitarlas? ¿Se conseguirán mejor los objetivos?

 
La primera de las preguntas se responde considerando los objetivos que el alto mando israelí ha fijado. El ideal, lo máximo, es la destrucción de Hamás, hacer que desaparezca y, con ellos, los ataques con cohetes sobre las ciudades israelíes. Pero, como todo el mundo sabe, no se logrará nunca con los bombardeos desde la distancia. 

En todas las guerras sucede que, hasta que la infantería no derrota a la enemiga, los objetivos finales no se consiguen; esta es su función. Ejemplos significativos los tenemos en las últimas guerras: hasta que el 13 de diciembre de 2003 un fusilero no sacó a Sadam Husein del minúsculo agujero en el que se escondía, podrían haberse gastado toneladas de bombas y millones de dólares sin conseguirlo. 

Para capturar a Bin Laden tuvo que enviarse a un conjunto de tropas, de individuos, de soldados; no había otro modo de lograrlo, y lo consiguieron el 1 de mayo de 2011.

Así pues, señalados como objetivos la destrucción de túneles, talleres, almacenes, arsenales y polvorines de Hamás, y la captura o muerte de sus miembros, sólo podría tener Israel la certeza de haberlo logrado enviando a sus tropas de infantería, con el inconveniente de que, con toda seguridad, los combatientes de Hamás les saldrían al encuentro llegando al cuerpo a cuerpo.

La segunda pregunta sólo debería contestarla quien tiene la responsabilidad de garantizar la seguridad de Israel, el primer ministro Netanyahu, que es quien ha llevado a cabo la valoración última de este dilema y de quien, en definitiva, ha partido la orden de entrar en la Franja de Gaza y que sus soldados lleguen al combate cercano. 

Los familiares y amigos de quienes mueren o quedan heridos en los combates creerán, muy probablemente, que no merecía la pena, que podría haberse hecho otra cosa. Pero, en ocasiones, la realidad impone a los gobernantes la toma de decisiones que, pretendiendo un bien común, imponen dolorosos sacrificios.
Hasta ahora, los bombardeos israelíes se hacían desde la seguridad que proporciona la distancia: desde el aire –aviones, helicópteros y drones- y desde tierra y mar –artillería-.


 
Pero ahora, con la infantería israelí metida en el territorio de Gaza, las cosas están cambiando pues ya no se combate ‘desde lejos’, sino que ha empezado la fase de combatir de cerca, ‘hombre a hombre’, podría decirse. 

Las tropas israelíes están dotadas de medios acorazados –los carros de combare Merkava, de producción nacional y los transportes blindados de tropas Achzarit, adaptaciones israelíes de los carros rusos T-54/55 capturados en 1967 a Egipto y Siria- que resisten los disparos de fusil, pero pueden quedar averiados e incluso inutilizados o destruidos por cohetes tipo RPG, de los que Hamás tiene cantidades importantes de producción propia. 

No obstante los disparos de cañón de los Merkava que acompañan a los fusileros israelíes y el poder desplazarse éstos en los fuertemente blindados Achzarit, hay objetivos que sólo se conseguirán bajando a tierra los soldados y exponiéndose a los disparos de Hamás.

En cuanto a la protección individual, los soldados israelíes cuentan con cascos de fibra –de más de 1,6 kg y que cubren con una especie de boina amplia para disimular su forma esférica- y chalecos que protegen el torso, más el añadido de pesadas placas cerámicas. 

Ante el impacto directo de una bala de fusil, estas protecciones tienen un papel limitado pues no son capaces de detenerla consumiendo toda su energía cinética; por ello, el soldado recibe como mínimo un gran ‘puñetazo’ que le dejará fuera de combate un tiempo aunque no resulte herido, y más si así sucede. 

Si el impacto lo recibe en el casco, su cuello padecerá mucho por esa misma razón. El resto del cuerpo no tiene más protección salvo una muy limitada capacidad contra el fuego de las prendas como la camisola y el pantalón.

Así pues, en esta fase de los combates, resulta inevitable el combate cercano entre infantes israelíes y milicianos de Hamás, con su inevitable resultado de muertos, heridos, prisioneros y desaparecidos. Los infantes israelíes han de detectar los túneles -por los que Hamás se infiltra en Israel y se abastece desde Egipto- los talleres de fabricación y los escondrijos de los cohetes y otras armas y destruirlos con explosivos; además, si se puede, capturar milicianos. 

Los de Hamás, naturalmente, se opondrán a ello combatiendo a los israelíes en condiciones de bastante igualdad, a pesar de que éstos no tienen carros de combate ni blindados ni cascos y casi no se les ve con chalecos de protección.

En cualquier caso, a pesar de que los combates continúen durante mucho tiempo y la cifra de muertos y de heridos siga aumentando, ni unos ni otros lograrán su objetivo final, como son, para Hamás la destrucción de Israel, y para Israel la de Hamás. Israel prevalecerá en cualquier caso, a pesar de que Hamás se recupere y reanude los disparos de cohetes, los ataques y atentados, a los que Israel responderá de vez en cuando con reacciones como esta. 

Por su parte, Hamás acusará los daños de esta guerra y soportará el descrédito ante los mismos palestinos ajenos a su causa de ser el inicio de sus males, pero, con el tiempo, se recuperará aunque tanto más tarde cuanto más se empeñe Israel en ello.

Por ello y para ello Netanyahu ha enviado a la infantería, para que derrote a Hamás de la manera más duradera posible. Porque sabe que, aunque dejara la Franja de Gaza arrasada a base sólo de bombardeos, no lo conseguiría.

A. Manzano
http://www.onemagazine.es 

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