Un avión de Malasyan Airlines en pleno vuelo (Foto: Aero Icarus) |
Desde sus inicios, a principios del siglo XX, la aviación ha alcanzado un elevado nivel tecnológico y ha sido uno de los sectores que más han impulsado el desarrollo económico del mundo. El número de vuelos no para de crecer y en la actualidad se sitúa en torno a los 31 millones al año.
Sin embargo, todos los meses se producen accidentes, -el último el del vuelo de Malasyan Airlines que se dirigía a Kuala Lumpur y fue derribado a su paso por Ucrania-
unos debidos a problemas técnicos, otros a incidentes meteorológicos y
algunos a factores humanos, ya sean por acciones terroristas o por
errores del piloto. En 2013, según un informe de Aviation Safety
Network -ASN-, se registraron en todo el mundo 29 accidentes de avión
con un resultado de 265 víctimas mortales, mientras que en
2012, a pesar de que hubo seis accidentes menos -un total de 23-, el
número de muertos fue de 475.
Con esas cifras, 2013 se convirtió en el
año en el que hubo menos muertes en vuelos comerciales en los últimos
diez años, lejos de las 1.074 víctimas mortales en los 40 accidentes de
2005, el peor año de la última década.
Las tormentas son uno de los mayores problemas a los que se enfrentan los pilotos, que disponen de radares meteorológicos y de información sobre las condiciones procedentes de las torres de control.
No obstante, según un piloto con experiencia en vuelos militares y
civiles, pueden darse casos de turbulencias en aire claro -Clear Air
Turbulence-.
Este fenómeno es poco frecuente y consiste en una corriente
muy fuerte de viento -a partir de los 15.000 pies (5.000 metros)- que
se produce por la interacción de capas de aire a diferentes velocidades.
No son detectadas por los radares meteorológicos y pueden provocar que
los aviones desciendan bruscamente hasta 8.000 pies -2.700 metros-.
Durante
los años 70 y 80 se produjeron varios secuestros de aviones por parte
de grupos terroristas palestinos que solicitaban la liberación de presos
en cárceles europeas. Por ejemplo, destaca el caso de un avión
de Air France que viajaba de Atenas a París y que fue desviado de su
ruta el 27 de junio de 1976 hacia el aeropuerto de Entebbe, Uganda, por
secuestradores palestinos y alemanes.
Fue liberado una semana después en
una operación de las Fuerzas Armadas israelíes en la que murieron tres
rehenes, 13 secuestradores y 45 soldados ugandeses que les apoyaban.
Además, también falleció el teniente coronel Yonatan Netanyahu,
comandante de aquella operación y hermano del actual primer ministro
israelí.
Estos secuestros obligaron a tomar medidas como impedir el
acceso del pasaje a la cabina de los pilotos o aumentar los controles de
seguridad en los aeropuertos. A pesar de todo, se han seguido
produciendo secuestros, como el de los cuatro aviones que
terroristas de Al Qaeda tomaron el 11 de septiembre de 2001 para
estrellarlos contra las torres gemelas de Nueva York, el Pentágono y el
Capitolio.
Los tres primeros consiguieron su objetivo, mientras
que la aeronave con la que querían atentar contra el Congreso se
estrelló en campo abierto después de que los pasajeros se enfrentasen a
los terroristas. En el último caso conocido, el 17 de febrero de este
año, el copiloto del avión Boeing 767 de la compañía etíope Ethiopian
Airlines -vuelo ET702, de Addis Abeba a Roma- aprovechó que el piloto
salió de la cabina para tomar los mandos y solicitar asilo político a
las autoridades helvéticas.
El propio secuestrador avisó a las
autoridades para evitar que fuese derribado y fue escoltado por aviones
de la Fuerza Aérea italiana y de la francesa. Este caso destapó que los
aviones de combate suizos sólo vuelan en las horas de oficina, estando
su seguridad aérea en manos de Francia, Italia y Alemania.
La seguridad aérea también depende de los pilotos, que pueden provocar accidentes por sus imprudencias,
un ejemplo, citado en el libro 'Our own worst ennemy', del psicólogo
Norman Dixon, es el de un piloto que sobrevoló el monte Fuji, Japón, un
día en el que el cielo sobre el volcán estaba muy claro -lo que es
sinónimo de vientos muy fuertes- y que perdió el control del avión
cayendo al suelo.
Otro caso crítico fue el vuelo 990 de EgyptAir, un
Boeing 767 que realizaba la ruta Nueva York-El Cairo y que, el 31 de
octubre de 1999, cayó al Océano Atlántico, cerca de las costas de
Nantucket -en Massachusetts-. Uno de pilotos se encontraba solo en la
cabina y, tras gritar "dependo de Dios", desconectó el piloto automático
del aparato, que inició su descenso. Al regresar, el otro piloto
intentó remontar el vuelo, pero, después de una serie de maniobras
erráticas, se desconectaron los motores antes de estrellarse. Se
sospecha que el piloto estrelló la nave intencionadamente, aunque las
autoridades egipcias lo negaron.
RESPONDEN LOS EXPERTOS
¿Cómo puede desaparecer un avión sin dejar rastro?
Responde Navegación Aérea: Volando
por zonas en las que no haya cobertura de radar, ya sea el llamado
primario -empleado por los militar- o secundario -el que detecta la
señal que emite el avión con su transpondedor-.
También puede perderse
el rastro si el transpondedor se rompe o no está activado y no hay
cobertura de radares primarios -en España la cobertura oscila entre 60 y
100 millas náuticas, dependiendo de la tecnología-. De cualquier forma,
disponemos de cobertura radar completa en el 100% del territorio
nacional llegando a ser doble, triple o cuádruple en algunas zonas. Todo
ello con la intención de evitar que desaparezca algún avión.
Por
eso, y según apuntan fuentes del Ejército del Aire, sólo es posible que
un avión se pierda si el país que sobrevuela no tiene una cobertura
radar completa de su espacio aéreo. Es el caso de muchas naciones en
vías de desarrollo o de países desarrollados pero con una gran
extensión. Lógicamente, la señal de un avión también podría perderse si,
por desgracia, sufriera un accidente.
¿Qué pasaría si en España entrase un avión en su espacio aéreo y se perdiese su rastro?
Responde el Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas -SEPLA-: En
el momento en el que se pierde el control, se declara el estado de
incertidumbre 'INCERFA'. Se avisa a las torres de control y se advierte a
otras aeronaves.
Posteriormente,
se eleva el nivel a 'ALERFA'. Se activa el servicio de búsqueda y
salvamento -en menos de 30 minutos desde la pérdida de la señal radar y
de comunicaciones, según AENA- y se avisa a las autoridades de que se
puede haber perdido o accidentado una aeronave. El último nivel es
'DETRESFA', el estado en el que se constata que la aeronave ha consumido
su combustible o hay un reporte de que se ha producido un accidente.
¿Cuál es el protocolo de actuación y los pasos antes de la interceptación?
Responde el Ejército del Aire: Sólo
podría ocurrir si el avión baja a una altura de vuelo en el que escape a
los radares o si aterriza. En ese caso se puede ordenar un scramble,
la alerta para que el avión de combate salga a la búsqueda de la traza
perdida. El radar de los cazas permite localizar a otros aviones aunque
vuele a ras de suelo ya que lo 'capta' desde arriba.
¿Podría ocurrir un caso similar en un avión español que viajase, por ejemplo, al Caribe?
Responde el SEPLA: Puede
ocurrir, como en el caso del avión de Air France desaparecido en 2012.
Pero las rutas en el Atlántico son muy transitadas y se sigue a la gran
mayoría de los aviones, a través del transpondedor y de los sistemas
inerciales de la aeronave, los que se utilizan para la navegación del
avión. En caso de que se perdiese un avión, sería más sencillo
localizarlo, porque los vuelos sobre el Atlántico están mucho más
controlados que el Índico.
¿Hasta qué distancia son efectivos los radares españoles?
Responde AENA: Los
radares españoles secundarios, al igual que los del resto de países,
tienen un alcance nominal máximo de hasta 460 kilómetros, a nivel de
vuelo 300 -a 30.000 pies (10.000 metros)-. Los radares primarios del
Ejército del Aire 'Lanza 3D' tienen, según su fabricante, INDRA, un
alcance máximo de 470 kilómetros. AENA subraya que, a medida que
desciende la altitud de vuelo, los accidentes geográficos -
cordilleras...- hacen que se reduzca.
J. Garulo J. Calderó
http://www.onemagazine.es/
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