Ante Santa Cruz de Tenerife se presenta una flota que no viene en son de paz. Los avisos de los vigías de la costa circulan rápido y se da la alarma general a las tropas y a la población. Otra vez los tinerfeños están amenazados por una flota enemiga
y reviven los sufrimientos y las víctimas de los otros asedios de 1657 y
de 1706, pero también recuerdan que en ambas ocasiones consiguieron
derrotar a los enemigos ingleses. Y la flota que se ha presentado
también es inglesa.
Derrota ante Cádiz. Nuevo objetivo, Tenerife
Horacio Nelson / Cuadro de Lemuel F. Abbott
Pocas semanas antes, el 5 de junio de 1797, el almirante inglés Jerwis había ordenado a su flota suspender los bombardeos de Cádiz y retirarse. No había logrado sus objetivos y estaba sufriendo demasiados daños por la firme resistencia de sus defensores y de la flota española allí concentrada, dirigida por el teniente general de la Armada José de Mazarredo.
Jerwis dirigió entonces su atención hacia Tenerife enviando a su segundo en el mando, el contralmirante Horacio Nelson, con su capitana Theseus y otros tres navíos, tres fragatas, un buque rápido Cutter Fox y la bombardera Rayo, capturada a los españoles en Cádiz. Sumaban unos 1.500 hombres.
A lo largo de la costa de Santa Cruz de Tenerife había 16 fortalezas y reductos de diversa importancia con 96 cañones en total. El teniente general Antonio Gutiérrez de Otero y Santayana está al frente de las tropas del archipiélago y cuenta con un contingente de unos 1.700 hombres,
entre los que destacan por ser tropas veteranas el batallón de
Infantería de Canarias y los artilleros, y una mayoría heterogénea de
milicias y voluntarios, así como un centenar de marinos franceses,
entonces aliados de España contra Inglaterra.
El general Gutiérrez tenía
un largo recorrido militar y ya había derrotado a los ingleses en las
islas Malvinas y en Menorca.
Después de los escarceos iniciales, en
la mañana del 22 de julio Nelson desembarca más de ochocientos hombres
en la playa de Valleseco, dos millas al noreste de Santa Cruz, para
conquistar el estratégico castillo de Paso Alto que, con su docena de
cañones, protegía la capital por ese lado.
Pero, para su
sorpresa, al llegar a Paso Alto los ingleses son atacados por un
contingente de voluntarios españoles, que les obligan a reembarcarse en
sus lanchas y buscar el amparo de sus barcos. Nelson, reiterando la
maniobra de entretenimiento, decide que el día 24 se bombardee Paso
Alto, pero la artillería les responde eficazmente.
Desembarco en la capital
El
general Gutiérrez cree que el verdadero ataque será a la ciudad y se
establece junto con el núcleo mayor de sus fuerzas en el castillo de San
Cristóbal. En efecto, Nelson ordena el desembarco allí con la máxima cautela, en la madrugada del día 25; las lanchas no llevarán luces y sus remos irán tapados con ropas para no hacer ruido.
Cuando desde el navío San Juan se les descubre, la defensa desencadena un tremendo fuego de artillería.
Uno de los proyectiles da bajo la línea de flotación al Cutter Fox, que
escolta las lanchas, y se hunde con todos sus tripulantes.
A pesar del
efecto demoledor que causa en los atacantes, logran desembarcar en una
pequeña zona del muelle, cuya estrechez facilita la eficacia de los
fuegos de los defensores que les causan muchas bajas.
Pero persisten en
el desembarco, animados por Nelson, que cuando
se dirigía a tierra en una lancha, fue herido en el codo derecho por
metralla, siendo evacuado por su hijastro al buque Theseus, donde el cirujano tuvo que amputarle el brazo.
La tradición dice que el disparo procedía del cañón Tigre, fabricado en
Sevilla treinta años antes y hoy perteneciente al Museo Militar de
Santa Cruz.
Cañón Tigre / Foto. Mataparda
Al
final, los ingleses desembarcados se refugian en el convento de Santo
Domingo y comprueban que no pueden seguir avanzando, batidos por la
artillería española. El callejón sin salida en el que se han metido y la fortaleza de los defensores dan pie al proceso de rendición de los asaltantes que se corona con un desfile ante los vencedores
y el traslado en lanchas españolas a sus navíos.
Nelson y Gutiérrez
intercambian cartas de cortesía, cuyo texto se recoge en el monumento
conmemorativo levantado en Santa Cruz como recuerdo a los héroes del 25
de julio de 1797, con motivo del bicentenario de la gesta.
Las tres victorias en la memoria
La victoria tinerfeña tiene trascendencia en la ciudad. Por ella obtuvo Santa Cruz el título y privilegio de villa; el 25 de julio es el día de su santo patrono, Santiago Apóstol.
Como trofeo de aquella victoria también se conserva la bandera de la fragata Emerald.
El escudo de Tenerife, para eterna memoria de las gestas de sus defensores, incluye el león inglés tres veces decapitado:
en 1657 contra Blake, en 1706 contra Jennings y en 1797 contra Nelson.
Actualmente, la gesta de esta victoria en Tenerife se recuerda con
vistosas recreaciones.
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Escudo de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife
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