No es nada frecuente en la Armada
Española la baja de un submarino de penúltima generación, decisión que
cuando se hizo oficiosa a principios del 2011 desató una serie de
controversias ajenas a la propia realidad del momento.
Por esta razón bueno es conocer no solo la historia del Siroco y la
serie a la que pertenece, la francesa Q259, más conocida como Clase
Agosta, sino también las vicisitudes que condujeron a la Marina a elegir
este modelo, en su momento de lo mejor que existía entre los submarinos
convencionales diesel-eléctricos. No es ningún secreto que en la década
de los años sesenta del pasado siglo la Flotilla de Submarinos lo era
más por su nombre que por la eficacia y cantidad, hasta tal punto que la
ensalzada ayuda americana en este campo se limitó a un solo ejemplar,
el mítico S31, más conocido como El treinta y único, prestado más por
los intereses de este país, obsesionado por la paranoia de la amenaza
submarina soviética, que por las necesidades españolas.
Ante la situación, el Ministerio de
Marina, que por primera vez en muchos años disponía de unas finanzas
rejuvenecidas, gracias al famoso Plan de Estabilización Económica de
1959, tanteo las posibilidades de adquirir en el extranjero una patente
que permitiera bajo licencia construirlos en España, puesto que
diseñarlos y hacerlos en el país (serie D) había resultado un fiasco.
Desde principios de siglo casi todas las construcciones navales
españolas habían sido bajo la tecnología inglesa y por esto se pensó que
la solución más lógica era el mercado británico, con sus Oberon, pero
el Gobierno laborista de Harold Wilson torpedeó cualquier posibilidad de
acuerdo, bajo el pueril argumento que podrían ser empleados para
reconquistar Gibraltar, aunque la realidad escondía que las democracias
occidentales no olvidaban el compadreo de Franco con nazis y fascistas.
No
quedaba pues otra alternativa que dirigirse a otros mercados; al
francés que, con el tipo Q241 Daphné, estaba cosechando un gran éxito
internacional, con ventas a Portugal, Sudáfrica y Paquistán; o el
alemán, pero sus submarinos del tipo 205 no se ajustaban a los
parámetros mediterráneos, al estar diseñados para operar en aguas
reducidas como la mar báltica. La clave del triunfo comercial francés,
estaba basado en el pragmatismo galo, que vendía a todo aquel que
pudiera pagar, sin importarle el tipo de régimen que imperaba en el país
comprador, arribando después de las negociaciones a un acuerdo
satisfactorio, que incluso llevó al presidente de la República Charles
de Gaulle a recibir en el Eliseo a un contumaz franquista, como el
almirante Pedro Nieto Antúnez, autor de facto de la introducción en
España de la tecnología.
De esta manera lo francés insufló un
aire de actualidad en la construcción naval de submarinos, que corrió a
cargo de la entonces Empresa Nacional Bazán en Cartagena, que desplazó a
Brest un selecto número de operarios para perfeccionar sus
conocimientos, principalmente en soldadura eléctrica. En principio se
acordó la construcción de dos submarinos, que deberían de estar
compuestos por un mínimo del 60 por ciento de componentes nacionales,
importándose el 40 restante.
Incremento del pedido
A medida que el plan avanzaba, se amplió
el pedido en 2 unidades más, con un satisfactorio resultado, puesto que
estos submarinos de altas prestaciones tecnológicas, especialmente
diseñados para cazar a los grandes y ruidosos SLBM (Submarine Launched
Ballistic Missile) con misiles balísticos, dando un baño a los grandes
Guppy americanos, tipo que ofrecía solamente la ventaja de su mejor
habitabilidad, proliferando en el rol de escuelas en las marinas de
Italia, Grecia, Turquía, Holanda e iberoamericanas, pero que en el caso
de un conflicto hubieran sido verdaderos ataúdes de acero, por su
volumen, rumorosidad, escasa velocidad y magra cota de inmersión.
En este punto es interesante recordar
que Libia en su momento se interesó por la construcción en España de los
Daphné, puesto que Francia ya no los producía, pero en este caso la
presión política americana frustró la operación, al igual que para
efectuar las grandes carenas de los sudafricanos, país que por practicar
el apartheid estaba proscrito del concierto de las naciones. No se debe
olvidar que España fue la única usuaria capaz de realizarlos en sus
propias instalaciones, ofreciendo tanto a Bazán como a la industria
auxiliar, aunque fuera con ayuda extranjera, la posibilidad de ponerse
al día en la competitiva y compleja construcción de submarinos, puesto
que resulta el doble de complicada en relación a un buque de superficie.
Los Daphné españoles, bautizados todos
con nombres de cetáceos y conocidos como Serie 60, resultaron todo un
éxito, pero tremendamente austeros en cuanto a habitabilidad. Su
elección significó el adoptar igualmente el sistema de armas francés,
con su peculiar calibre de 550 mm., en vez del 533 alemán y americano
usuales en la OTAN, superando la calidad de la plataforma los estándares
franceses, considerándose la posibilidad de incrementar la serie en dos
más. En 1971, la comisión encargada por la Marina para el estudio del
relevo de los 60, dirigida por el entonces capitán de navío Juan Antonio
Garate Coppa, recomendó que en vez de aumentar su número, era mas
asequible y razonable embarcarse en la construcción de los Agosta,
puesto que la otra opción, el alemán tipo 209, tenia escasa autonomía,
complicada logística, armamento y adiestramiento.
Los Agosta pues, estaban sustituyendo a
los Daphné después de su segunda gran carena, caracterizada por su
prominente bulbo proel, que en España igualmente se realizó. Eran por lo
tanto el paso lógico de esta continuidad tecnológica. La construcción
representó para la Armada un importante paso, no solo en el aspecto
externo, con un casco en forma de gota de agua y propulsión monoarbol,
el segundo con esta peculiaridad, si exceptuamos los pequeños de asalto
de la Clase Tiburón SA51, ganando prestigio entre las marinas de la
OTAN, puesto que en ciertos medios se los llegó a calificar como
submarinos preatómicos, lo que de hecho así fue, puesto que para la
francesa fueron los últimos convencionales, siendo sustituidos por los
nucleares de la clase Q265 Rubis.
Aunque los Agosta eran la consecuencia
de optimizar los Daphné mejorando sus capacidades, entre ambos no
existían tantas similitudes, sobre todo en el aspecto externo,
equipamiento y, especialmente, habitabilidad. En España se aprobó la
construcción el 6 de diciembre de 1974, recibiendo la orden de ejecución
de los dos primeros el 9 de mayo de 1975, poniéndose en grada el
primero de los 14 anillos que configuran el casco resistente el 27 de
noviembre de 1978, recibiendo los nombres de vientos, inspirándose sus
metopas en la iconografía de la ateniense Torre de los Vientos, a los
pies del Partenón, sin precedentes en la Armada: Galerna y Siroco el 13
de febrero de 1981, pasando a situación especial el 1 de septiembre de
1981.
La puesta a flote del Siroco (nombre de
un viento cálido y seco que sopla de África en el Mediterráneo), tuvo
lugar el 13 de noviembre de 1982, siendo su madrina Mª. del Carmen
Fernández de Cañete, esposa del entonces AJEMA (Almirante Jefe del
Estado de Mayor de la Armada), causando alta provisional el 1 de mayo de
1983, la primera inmersión el 14 del mismo mes y la entrega oficial a
la Armada el 5 de diciembre de ese año. Aunque sus características son
bien conocidas por los lectores de FDS, no está de más recordarlas en el
adjunto cuadro comparativo, en donde se puede apreciar lo que significó
la tecnología francesa para la industria naval española, encabezada por
Navantia, que le ha conducido a desarrollar un submarino ultramoderno,
como será la Serie S80, genuinamente autóctono.
Las características
En esencia, la serie Vientos o S70 fue
modernizada paulatinamente mediante las denominadas grandes carenas,
optimizando la plataforma, reduciendo el ruido radiado, sustituyendo las
baterías por otras de placas tubulares de la casa Tudor de Zaragoza,
dotadas de un sistema centralizado de control; y el de combate,
equipándolos de un sonar remolcado, modificación de la DLT (Dirección
Lanzamiento Torpedos) para poder lanzar los nuevos filoguiados, mejora
de los sonares instalados, visión nocturna en los periscopios y circuito
cerrado de TV en el de observación.
También se contempló la posibilidad de
trincar en la cubierta un contenedor tipo ADS (Army Deck Shelter) de
construcción francesa de forma cilíndrica y unas dimensiones de 7,2x1,4
m., idóneo para estibar un equipo para operaciones especiales.
Curiosamente el artilugio viajó desde Brest a Ferrol en la toldilla de
la FFG Andalucía F72 y desde allí cargado en un remolque hasta Cartagena
por vía terrestre, pero la realidad fue que resultó escasamente
utilizado por esta serie.
En
cuanto al sonar remolcable, o TAS (Towed Array Sonar), conocido entre
los profesionales como rabo y que consiste en una larga rastra acústica
fijada al extremo de un cable llamado cordón umbilical, manteniéndose
en contacto permanente con el submarino, la Armada realizó pruebas de
evaluación con un Thomson DSUV-62C, dentro del programa SORES (Sonar
Remolcable para Submarinos) en 1990, resultando plenamente
satisfactorias. La instalación provisional requirió adujar el cable en
el exterior, detrás de la vela, continuando por el exterior del casco
protegido mediante un carenado en forma de U, hasta conectar por fuera
de la aleta de babor del timón popel de profundidad. Lamentablemente, la
perenne penuria presupuestaria, obligó a renunciar al equipo, pese a
las óptimas condiciones que Thomson Sintra ofreció, incluso en régimen
de alquiler.
Aunque la idiosincrasia española es
tendente a motejar personas y cosas, el Siroco es el único de los cuatro
vientos que se adjetivó como Sichoco, resultado de un accidente que
pudo tener fatales consecuencias en junio de 1985. Cuando emergía a cota
de snorkel fue embestido por el destructor Almirante Valdés D23,
afeitándole la parte superior de la vela, torciendo periscopios y
antenas, produciéndole una fenda de 14x0,4 cm., con el consiguiente
susto para sus tripulantes, que por unos momentos estuvieron a punto de
revivir la única perdida por accidente de un submarino español, el
malogrado C-4 en 1946. Acaecido dos días antes de recibir la bandera de
combate, ofrecida por la Real e Ilustre Cofradía de Nuestro Señor Padre
Jesús Nazareno (Marrajos), obligó a posponer la ceremonia 33 días,
tiempo en que el Siroco volvió a encontrarse operativo.
Un amplio historial
A lo largo de estos 29 años de servicio,
su identificación en la mar resulta harto difícil, puesto que, por
razones obvias, las marcas en el costado de la vela fueron suprimidas en
1987, utilizando unas de quita y pon para cuando estuviera en puerto.
Pese a esta solución, mas de una vez se produjeron divertidos errores a
bordo. El propio Siroco ostenta el record español de navegación en
inmersión: permaneció sumergido durante 50 días completos, desde el 11
de enero, hasta el 29 de febrero de 1984.
Entre las misiones atípicas, cabe
señalar la retransmisión de un programa por radio emitido a cota
periscópica (14 m.), gracias a una boya antena diseñada por la
Universidad Politécnica de Madrid y construida por Indra, programa que
fue emitido por TVE, en su espacio Informe Semanal. A lo largo de estos
años el Siroco ha tenido 16 comandantes, habiendo alcanzado algunos de
ellos el máximo escalafón en la Armada, por ejemplo el actual AJEMA,
almirante Jaime Muñoz Delgado y Díaz del Río. Abriendo el listado el
entonces capitán de corbeta Antonio Moreno Barberá (comandante de
quilla), secundados por 65 oficiales,105 suboficiales, 198 marineros
profesionales y cerca de 200 marineros de reemplazo, habiendo realizado
unos 2.300 días de mar, sumando más de 33.000 horas de navegación en
inmersión.
Entre las personalidades importantes
recibidas a bordo cabe señalar, en 2005, la de José Bono Martínez,
entonces ministro de Defensa, que manifestó un interés especial por el
Arma Submarina. En cuanto a ejercicios, entre los más notables en los
que participó el Siroco, señalaremos los Sorbet Royal, Dog Fish, Tapón.
Noble, Manta, Mines, Organ, Neptuno, Active Endeavour, bloqueo de la
antigua Yugoslavia (Shark Guard), vigilancia de la costas del Líbano,
Libia y Siria, en la que fotografió un mercante contrabandista de armas,
Cartago, etc.
Resumiendo, el Siroco después de
mantenerse en stand by estos dos últimos años, con la finalidad de
encontrar financiación para asumir los 25 millones de euros del coste de
la modernización y mantenimiento general, u overhaul, tras desvanecerse
los intentos de venta a otra marina, la Armada renunció definitivamente
al mismo por los recortes asumidos por Defensa, acordando la baja del
submarino de acuerdo con la resolución 600/06964/2012, para mantenerlo
como fuente de recambios de los otros tres operativos en diversos
grados.
La decisión suscitó controversias de
matiz político en la prensa local. Una diputada del PSOE, Sara García,
defendía la idea de la venta del submarino, frente a la alcaldesa del PP
de Cartagena, Pilar Barreiro, que acusó a Defensa de improvisación.
Ambas desde su perspectiva tenían razón a su manera. Lo cierto es que la
última modernización del Siroco hubiera permitido un mayor margen de
operatividad al Arma Submarina en estos tiempos de estrecheces, que los
submarinistas conocen bien, aguardando la entrada en pruebas en 2013 del
Isaac Peral S81, primero de la Serie S80; pero no compartimos en
absoluto los titulares de cierta prensa, cuando afirma que a la Armada
española sólo le queda un sumergible, cuando lo cierto es que aún le
restan tres, el Galerna S71, el Mistral S73 y el Tramontana S74, el
minimo minimorum para mantener siempre uno plenamente operativo.
El acto de despedida del Siroco S72, por
el que causo baja de la Lista Oficial de Buques Armada (LOBA), se
celebró en el muelle Juan de Borbón del Arsenal de Cartagena. La
ceremonia estuvo presidida por el jefe del Arsenal, vicealmirante
Fernando Zumalacárregui Luxán, el pasado día 26 de junio, a la que
asistió el Arma Submarina en pleno, excepto un sumergible que se
encontraba fuera de la base, haciendo honor al Virgiliano lema latino de
los submarinistas españoles: Ad utrunque paratus, es decir, siempre
preparados, independientemente del tiempo y las circunstancias.
Albert Campanera i Rovira
http://www.defensa.com
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