sábado, 7 de abril de 2012

Mujeres en pie de guerra

 
La sargento Sancho supervisa la carretera de camino a Ludina. | Mònica Bernabé
La sargento Sancho supervisa la carretera de camino a Ludina. | Mònica Bernabé
  • La sargento Natalia Sancho es la única mujer de su pelotón
  • Supervisa el terreno cuando detectan algo sospechoso en la carretera
  • EEUU y Reino Unido no permiten a las mujeres integrar la infantería
  • Está tranquila en el blindado, aunque se siente cohibida por los afganos
La puerta del RG-31 se abre con el ruido de un descompresor como si el vehículo militar estuviera envasado al vacío y de repente el aire entrara por fin en su interior. Afuera media docena de hombres barbudos con turbante están sentados en cuclillas a pie de la polvorienta carretera con cara de pocos amigos. No dan ganas de salir, pero la sargento Natalia Sancho no se lo piensa dos veces y salta ágilmente del blindado para reconocer la carretera. Es la única mujer de su pelotón, la más menuda y la que tiene una apariencia más frágil. Sin embargo, es ella quien sale del blindado una y otra vez a hacer "un cinco, veinticinco", como ella dice. O sea, a supervisar el terreno a cinco metros de distancia del blindado primero, y después a veinticinco. Hace ese ejercicio cada vez que detectan algo sospechoso en la carretera o pasan por alguna zona donde anteriormente ya encontraron un artefacto explosivo. Los talibán suelen colocar esos artilugios en lugares donde ya los han escondido antes.
A diferencia de los ejércitos estadounidense y británico que prohíben a las mujeres formar parte del cuerpo de infantería y de pequeños equipos de combate que tengan que enfrentarse cara a cara con el enemigo, el español no pone restricciones a las mujeres. Ellas, igual que los hombres, pueden formar parte de unidades de combate y ser enviadas a cualquier destino. En Badghis, la provincia del noroeste de Afganistán donde se encuentran destacadas el grueso de las tropas españolas, hay mujeres militares en puestos avanzados de combate o encargadas de responsabilidades que en otros países un hombre ocuparía. La sargento Sancho, de 35 años, es la responsable de su pelotón, a pesar de que el resto de soldados que lo conforman son hombres y todos le sacan casi medio cuerpo de alto.

'Siete policías afganos se quedaron boquiabiertos'

"Cuando salgo del blindado, no tengo miedo. Salgo muy tranquila, incluso a veces yo misma me sorprendo. Cuando estaba en España, pensaba que iba a ser de otra manera", comenta. En cambio, lo que sí que la "cohíbe" en Afganistán es la manera cómo los hombres la miran. En un país donde las mujeres casi no tienen presencia en la vida pública, y aún menos en una provincia rural como Badghis, una mujer militar causa sensación. "La primera vez que fui a la comisaría de Qala-e-now, siete policías afganos se quedaron boquiabiertos sin quitarme ojo de encima", recuerda, a pesar de que, asegura, hace esfuerzos para esconder su condición femenina, recogiéndose el pelo para que su larga cabellera no le asome no por debajo del casco.
Sancho llegó a Afganistán el 24 de enero. No era su primera misión internacional, en el 2002 ya estuvo en Kosovo. En Afganistán la sargento forma parte de la unidad de protección y seguridad que se encarga de escoltar personal militar y civil y convoyes logísticos, algo que la obliga a pasar un montón de horas dentro de un vehículo blindado. "Cuando voy en la retaguardia y no hay ningún otro vehículo detrás, aprovecho para orinar cuando salgo a hacer el cinco veinticinco. De lo contrario, me tengo que aguantar durante horas sin ir al lavabo", relata. Según dice, en Kosovo no tenía ese problema porque "en Kosovo no había ni la mitad de peligro que aquí". Salir del blindado no era tan arriesgado. El trayecto más largo que ha realizado en Afganistán duró 17 horas.
"No tengo constancia de casos de mujeres que hayan sufrido abusos sexuales", contesta Sancho cuando se le pregunta si las fuerzas armadas españolas son como las estadounidenses, donde el acoso sexual es habitual. Cada año el Pentágono publica un informe que recoge el número de casos registrados. La sargento asegura que en el Ejército español se tiene en cuenta a las mujeres, a pesar de que es un cuerpo formado básicamente por hombres. En la actualidad en Badghis sólo hay 62 mujeres del millar de efectivos destacados. Sancho sólo se queja de los uniformes femeninos del Ejército español, en teoría especialmente diseñados para ellas. "Son incómodos. Los pantalones tienen el talle más alto y las caderas más anchas. La mayoría de mujeres preferimos pantalones de talle bajo", comenta.
Sancho estará en Afganistán hasta mediados de junio y dice que ha solicitado regresar a España en el último vuelo que llevará a su rotación a casa. Quiere estar el máximo de tiempo en Afganistán. Asegura que le encanta el trabajo que hace y que los días se le pasan volando.

http://www.elmundo.es/

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