La sargento Sancho supervisa la carretera de camino a Ludina. | Mònica Bernabé
- La sargento Natalia Sancho es la única mujer de su pelotón
- Supervisa el terreno cuando detectan algo sospechoso en la carretera
- EEUU y Reino Unido no permiten a las mujeres integrar la infantería
- Está tranquila en el blindado, aunque se siente cohibida por los afganos
La puerta del RG-31 se abre con el ruido de un descompresor como si
el vehículo militar estuviera envasado al vacío y de repente el aire
entrara por fin en su interior. Afuera media docena de hombres barbudos
con turbante están sentados en cuclillas a pie de la polvorienta
carretera con cara de pocos amigos. No dan ganas de salir, pero la
sargento Natalia Sancho no se lo piensa dos veces y
salta ágilmente del blindado para reconocer la carretera. Es la única
mujer de su pelotón, la más menuda y la que tiene una apariencia más
frágil. Sin embargo, es ella quien sale del blindado una y otra vez a
hacer "un cinco, veinticinco", como ella dice. O sea, a supervisar el
terreno a cinco metros de distancia del blindado primero, y después a
veinticinco. Hace ese ejercicio cada vez que detectan algo sospechoso en
la carretera o pasan por alguna zona donde anteriormente ya encontraron
un artefacto explosivo. Los talibán suelen colocar esos artilugios en
lugares donde ya los han escondido antes.
A diferencia de los ejércitos estadounidense y británico que prohíben
a las mujeres formar parte del cuerpo de infantería y de pequeños
equipos de combate que tengan que enfrentarse cara a cara con el
enemigo, el español no pone restricciones a las mujeres. Ellas, igual
que los hombres, pueden formar parte de unidades de combate y ser
enviadas a cualquier destino. En Badghis, la provincia
del noroeste de Afganistán donde se encuentran destacadas el grueso de
las tropas españolas, hay mujeres militares en puestos avanzados de
combate o encargadas de responsabilidades que en otros países un hombre
ocuparía. La sargento Sancho, de 35 años, es la responsable de su
pelotón, a pesar de que el resto de soldados que lo conforman son
hombres y todos le sacan casi medio cuerpo de alto.
'Siete policías afganos se quedaron boquiabiertos'
"Cuando salgo del blindado, no tengo miedo. Salgo muy tranquila,
incluso a veces yo misma me sorprendo. Cuando estaba en España, pensaba
que iba a ser de otra manera", comenta. En cambio, lo que sí que la
"cohíbe" en Afganistán es la manera cómo los hombres la miran. En un
país donde las mujeres casi no tienen presencia en la vida pública, y
aún menos en una provincia rural como Badghis, una mujer militar causa
sensación. "La primera vez que fui a la comisaría de Qala-e-now, siete
policías afganos se quedaron boquiabiertos sin quitarme ojo de encima",
recuerda, a pesar de que, asegura, hace esfuerzos para esconder su
condición femenina, recogiéndose el pelo para que su larga cabellera no
le asome no por debajo del casco.
Sancho llegó a Afganistán el 24 de enero. No era su primera misión internacional, en el 2002 ya estuvo en Kosovo.
En Afganistán la sargento forma parte de la unidad de protección y
seguridad que se encarga de escoltar personal militar y civil y convoyes
logísticos, algo que la obliga a pasar un montón de horas dentro de un
vehículo blindado. "Cuando voy en la retaguardia y no hay ningún otro
vehículo detrás, aprovecho para orinar cuando salgo a hacer el cinco
veinticinco. De lo contrario, me tengo que aguantar durante horas sin ir
al lavabo", relata. Según dice, en Kosovo no tenía ese problema porque
"en Kosovo no había ni la mitad de peligro que aquí". Salir del blindado
no era tan arriesgado. El trayecto más largo que ha realizado en
Afganistán duró 17 horas.
"No tengo constancia de casos de mujeres que hayan sufrido abusos
sexuales", contesta Sancho cuando se le pregunta si las fuerzas armadas
españolas son como las estadounidenses, donde el acoso sexual es
habitual. Cada año el Pentágono publica un informe que recoge el número
de casos registrados. La sargento asegura que en el Ejército español se
tiene en cuenta a las mujeres, a pesar de que es un cuerpo formado
básicamente por hombres. En la actualidad en Badghis sólo hay 62 mujeres del millar de efectivos destacados.
Sancho sólo se queja de los uniformes femeninos del Ejército español,
en teoría especialmente diseñados para ellas. "Son incómodos. Los
pantalones tienen el talle más alto y las caderas más anchas. La mayoría
de mujeres preferimos pantalones de talle bajo", comenta.
Sancho estará en Afganistán hasta mediados de junio y dice que ha
solicitado regresar a España en el último vuelo que llevará a su
rotación a casa. Quiere estar el máximo de tiempo en Afganistán. Asegura
que le encanta el trabajo que hace y que los días se le pasan volando.
http://www.elmundo.es/
0 comentarios:
Publicar un comentario