A
veces la inteligencia -o los razonamientos- sobre el adversario nos
engaña. Por ejemplo, reconozco que me equivoqué con aquello de las armas
de destrucción masiva de Sadam Husein. Intuía yo, por aquellas fechas,
que el iraquí tenía estas armas, básicamente por dos razones: porque las
poseyó en el pasado, empleándolas sin misericordia contra su propia
población kurda; y en segundo lugar, porque no podía imaginar que iba a
hacer algo tan estúpido como, tras haberse deshecho de ellas, fingir que
aun las poseía.
Con
Kim Jong-un nos puede pasar algo parecido -pero al revés-, que pese a
creer la mayoría que va de farol, nos sorprenda a todos con un ataque
balístico nuclear. Tratemos pues de separar la leyenda de los hechos y
estudiar, aun en un vertiginoso repaso, qué opciones tiene EEUU -el
guardián de Asia- para mantener la estabilidad en la península coreana y
Japón.
El
régimen coreano comunista tiene en su inventario, básicamente, cuatro
tipos de misiles balisticos. Dos de corto alcance, probados, y otros dos
de mayor alcance que se encuentran en un estado de desarrollo más o
menos avanzado. Los dos primeros son una versión coreana de los
conocidos Scud rusos y los Nodong. Los Scud norcoreanos pueden alcanzar
prácticamente cualquier blanco de Corea del Sur, eso sí, con la pobre
precisión (sobre un km.) que les es propia. Los Nodong -una especie de
super Scud- podrían alcanzar casi cualquier punto de Japón. Precisamente
por esa baja precisión, tanto unos como otros, sirven más bien para
atacar ciudades y blancos económicos extensos y no son muy eficaces
contra objetivos militares.
Los
de mayor alcance son los Musudan y los Taepodong 2. Dos del primer tipo
son los que, al parecer, han desplegado sobre lanzadera móvil en algún
lugar de la costa este, localización típica esta desde la que amenazar
blancos japoneses; pues para atacar a la otra Corea ya le llegan los
misiles probados de menor alcance.
No se conoce -al menos en fuentes
abiertas- ninguna prueba de los misiles Musudan, aunque se especula que,
en el límite, podrían alcanzar la base norteamericana de Guam a unos
3.500 Km. de distancia. A mi me parece una hipótesis descabellada, el
suponer que el primer lanzamiento de este tipo de misil va a ser uno
operativo de ataque, al límite de su alcance y precisión, pero ya hemos
visto que, a veces, las suposiciones fallan.
El
Taepodong sí que ha sido probado -una sola vez con éxito- pero eso sí,
siguiendo una trayectoria para poner un satélite en órbita, distinta
pues de la programada para la reentrada en la atmósfera de una carga
militar. Por cierto, que el satélite en órbita, desde diciembre pasado
no ha funcionado. Para evitar sobrevolar naciones asiáticas vecinas -más
o menos amigas/enemigas- el único sector de lanzamiento es desde el
oeste de Corea del Norte hacia el sur, sobre el Mar Amarillo- que fue
precisamente la trayectoria que siguió el lanzamiento de diciembre del
2012.
Veamos
ahora otro aspecto de todo este asunto. No es lo mismo provocar una
explosión nuclear subterránea que diseñar un artefacto lo
suficientemente compacto y resistente para que soporte las aceleraciones
y temperaturas propias de la reentrada en la atmósfera de una cabeza de
ataque balística. Yo creo que Corea del Norte no los tiene y, desde
luego, no los ha probado nunca, pero ya he confesado al principio que
con Husein me equivoqué, así que quizás tambien ahora pase.
Imaginemos
ahora las opciones norteamericanas en el caso de que, contra todo
pronóstico razonable, el régimen de Kim Jong-un lance un ataque nuclear,
limitado y rudimentario, pero nuclear al fin.
La
política -más bien podríamos decir la doctrina- de respuesta nuclear no
es algo que las potencias que poseen este tipo de armas vayan
discutiendo en público todos los días. Pero es conocida la MAD -la
destrucción mutua asegurada- que ha venido manteniendo durante largos
años una terrible eficacia en evitar que nadie se atreva a lanzar un
primer ataque. El Tratado de no proliferación ha intentado -con un
dudoso éxito- limitar el número de participantes en este terrible juego.
Pero
la incipiente capacidad antibalística (ABMD) de los EEUU y Japón ofrece
una nueva e interesante posibilidad contra naciones -tales como Corea
del Norte o Irán- con un limitado inventario de misiles balisticos con
-hipotéticas- cabezas de destrucción masiva. Supongamos que se logra
interceptar y destruir en vuelo todos -los pocos disponibles- misiles
atacantes de este tipo. La represalia no tendría que ser necesariamente
nuclear aunque se obtuvieran pruebas de que los misiles atacantes si lo
eran. La respuesta podría ser muy severa, pero no nuclear
necesariamente, rompiendo así el terrible circulo de la MAD que nos ha
hechizado durante tantos años. Claro que, si se falla al interceptar
algún misil y estalla una bomba nuclear sobre Corea de Sur, Japón,
Okinawa, Guam o donde sea, me temo que el presidente Obama, o cualquier
sucesor suyo, decidiría una represalia nuclear.
Pero,
al menos, la ABMD introduce ahora una flexibilidad en aquellas naciones
poseedoras de capacidad de represalia nuclear que puede ser muy
interesante para reactivar el interés de las naciones medianas por
adherirse con más fervor al Tratado de no proliferación.
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