martes, 30 de abril de 2013

Armada Venezolana versus Marina Bolivariana

 


En estos últimos tiempos y por una serie de circunstancias políticas, Venezuela no ha dejado de ocupar  titulares en los medios de comunicación. Abordamos una visión retrospectiva de la Armada de este gran país iberoamericano, primero en declarar su independencia de España, en 1810, y el último en conseguirla, en 1824, con un combate naval en el lago Maracaibo. Desde sus orígenes la Armada de Venezuela ha atravesado importantes momentos en lo que a su estructura y dotación de medios se refiere.


Según la historia más generalizada, el cartógrafo veneciano Américo Vespucci, quien, en compañía del conquistador español Alonso de Ojeda, arribó a aquellas tierras en 1499 y, al ver las casas nativas de los indios añús o paraujanas(1), construidas sobre pilares asentados en el agua, le recordaron la ciudad de Venecia, dándole el nombre de Venezuela, que significa pequeña Venecia. Otras versiones más acordes con la actualidad dicen que proviene de la voz indígena veneçiuela, que significa agua grande, y conquistada por los españoles al castellanizarlo así lo dejaron.
La independencia lograda con la ayuda de  extranjeros, magnificados de próceres, alguno de ellos españoles procedentes de la Real Armada, como Francisco de Asís Hernaiz, los estadounidenses Chittiy y Belluche, el británico Richard Wrigth, los franceses Nicolás Joly y Louis Aury, etc., no mejoró substancialmente el estatus indígena. Los criollos continuaron rigiendo los destinos del país, como reflejó Mario Vargas Llosa en su discurso de aceptación del premio Nobel de literatura en 2010, cuando afirmó que al independizarnos de España, hace doscientos años, quienes asumieron el poder de las antiguas colonias, en vez de redimir al indio y hacerle justicia por los antiguos agravios, continuaron explotándolo con tanta codicia y ferocidad como los conquistadores.
Los libertadores que condujeron la lucha por la independencia, la mayoría militares que por su formación tenían una acusada mentalidad continental, supusieron para Venezuela, después de su separación de la Gran Colombia en 1830, vivir casi de espaldas a la mar, postergando la herencia náutica recibida de caribes y españoles. El medio marítimo no significaba gran cosa para su política. La verdadera, pero mínima, Armada venezolana sólo surge después de su separación de Colombia, iniciando una serie de fricciones vecinales, que han continuado hasta nuestros días. El control y protección total de sus 1.512 millas de litoral marino no lo fueron hasta mediados de la II Guerra Mundial (SGM).

A lo largo del siglo XIX, la Armada venezolana estuvo más implicada en la inestabilidad nacional, protagonizada por constitucionalistas y reformistas o, si se quiere decir, entre conservadores y liberales, más que en la protección de sus fronteras marítimas. Eran unos tiempos en que la diplomacia de las cañoneras hacía estragos frente a las naciones débiles, fruto de la eclosión de los imperialismos europeos proyectados en América por los Países Bajos en 1856 desde las Indias Holandesas y Francia e Inglaterra en 1858 desde sus dos guayanas. Aprovechaban la situación del Estado venezolano, hasta tal punto que, entre 1902 y 1903, una flota combinada de Alemania, Italia y la Gran Bretaña realizó un acto de fuerza, bloqueando las costas y capturando o destruyendo la mayoría de sus buques, con el fin de obligar a la República al pago de sus deudas.


Hacia el Siglo XX
El enfrentamiento con la Gran Bretaña para determinar la frontera con el territorio Esequibo, como parte substancial de la Guayana Británica, se resolvió a medias en 1899 por el laudo arbitral de París, de idéntica forma a como se solucionó el conflicto con Colombia por la península de la Goajira, gracias a otro firmado en 1891 en Madrid, ambos claramente desfavorables para Venezuela. Estos conflictos resueltos de una manera civilizada, significaron una notable mutilación del territorio nacional, herida que un siglo después continúa latente, pese a reconocer en 1966 la independencia de la ex colonia británica, rebautizada como Guyana. Venezuela manifestó en un documento sus reservas acerca del laudo de París, prácticamente impuesto por las potencias coloniales de la época, esperando en un futuro resolver los límites, situación a la que el actual Gobierno de Guyana hace oídos sordos, conducta muy del estilo británico(2).
Después de la dura intervención extranjera, la Armada de Venezuela comenzó un tímido desarrollo, que condujo a la creación, en 1912, de un arsenal en Puerto Cabello y a la fundación de Compañía Nacional de Navegación. El primer buque de guerra moderno fue un crucero español de tercera clase, rebautizado como Mariscal Sucre, que no era otro que el antiguo Isla de Cuba, reflotado por los americanos en Cavile (Filipinas), vendido al Gobierno del presidente Juan Vicente Gómez. En 1930 se crea la Escuela Naval Militar, adquiriendo la Armada un cierto grado de autonomía, fortalecida por la formación de oficiales en Argentina y la compra en las dos décadas siguientes de cañoneros (General Salom, Maracay, Miranda y Aragua) y remolcadores. El establecimiento de una misión naval italiana condujo a finales de la década a la adquisición de otros 2 (General Soublette y General Urdaneta), más unas lanchas torpederas, que resultaron un fiasco, por ser inadecuadas para la mar Caribe y su delicado mantenimiento.
La influencia italiana, solapada con la estadounidense y, de una manera más sutil, la británica, no impidió que durante la SGM los beligerantes violaran descaradamente sus aguas  nacionales, protegidas por una Armada escasamente significativa, pese a la ayuda de los aliados, consistente en 4 cazasubmarinos obtenidos mediante la Ley de Préstamos y Arrendamientos a Estados Unidos (Antonio Díaz, Brión, Briceño Méndez y Arismendi), que les hicieron comprender de manera contundente la necesidad de una Armada mejor. Fruto de esta inquietud, al finalizar el conflicto mundial se adquirieron 7 corbetas, rebautizadas con pomposos nombres (Carabobo, Constitución, Federación, Independencia, Libertad, Patria y Victoria), de factura canadiense, pero no eran los buques idóneos para operar en un clima tropical por su propulsión a vapor y máquina alternativa. Estas compras se complementaron con una LST americana (Capana) que sirvió de transporte y buque escuela.
La Infantería de Marina también creció, proyectándose desde Puerto Cabello hacia otras cuatro ciudades marítimas. En esa época la Armada comienza a ser dirigida por oficiales navales en sustitución de los de Ejército, subsanando un defecto fundacional, constituyéndose la Comandancia de las Fuerzas Navales. La bonanza de las finanzas venezolanas permitió a mediados de 1950 modernizar la Armada con la adquisición  por primera vez de buques totalmente nuevos. Como los británicos venían prestigiados por la calidad de sus unidades, se les encargó 3 destructores (Nueva Esparta, Zulia y Aragua), que no eran otra cosa que una optimización de las fragatas de la Clase Rapid, con la peculiaridad de ser los primeros buques de guerra venezolanos con aire acondicionado y armados con misiles Otomat.
De compras
A las compras en el Reino Unido, siguieron la de 6 nuevas fragatas italianas, clasificadas como destructores ligeros (Almirante Clemente, General José Trinidad Morán, General José de Austria, General Juan José Flores, Almirante Brión y Almirante José García), adjetivados popularmente como los bambinos; modelo adquirido también por Portugal e Indonesia. La compra era fruto del sustrato que la misión militar había dejado en los altos mandos, potenciado por el notable lobby de origen italiano que puebla el país. En la década de los sesenta se compra a Estados Unidos el primer submarino, un veterano de la Clase Balao que sirvió de embrión para formar las primeras promociones de submarinistas. Bautizado como Carite, tiene la particularidad de ofrecer en su historial la proeza de remontar el río Orinoco hasta Puerto Ayacucho, en una navegación sin precedentes en Iberoamérica.
Mejoró también la logística con transportes, remolcadores y pequeños patrulleros. En la siguiente década, conocida como de Reafirmación Marítima, continuaron las adquisiciones de nuevas unidades de superficie y submarinas, a la par de que se daban de baja las unidades más veteranas, pero quizás el aspecto más sobresaliente fue la fundación de la Aviación Naval, adquiriendo aviones estadounidenses Grumman S-2E Tracker, helicópteros antisubmarinos y bimotores de transporte. La Armada Venezolana, al igual que la mayoría de occidentales, no pudo sustraerse de la paranoia antisubmarina de Washington, que cedió 2 destructores de la Clase Allen M. Sumner (Falcón y Carabobo) procedentes de la reserva de la US Navy, la famosa chatarra flotante que la ayuda militar americana repartió entre los aliados, bajo la elemental premisa que podían navegar y disparar.
La adquisión de patrulleras de ataque rápido equipadas con misiles Otomat a Gran Bretaña puso de manifiesto la habilidad de sus comerciales, vendiendo 6 unidades bautizadas con los nombres de antiguos buques (Constitución, Federación, Independencia, Libertad, Patria y Victoria), compra influenciada por el éxito egipcio en la guerra del Yom Kippur. La potenciación de la fuerza submarina se plasmó con otra cesión por parte americana de 2  obsoletos, grandes y ruidosos submarinos (Tiburón y Picuda) modernizados a la versión Guppy II, para ofrecer entrenamiento a las unidades de superficie. Más tarde se decidió contratar 2 unidades modernas completamente nuevas a Alemania (Sabalo y Caribe) del Tipo 209. Estaba previsto incrementar en 2 más (Congrio y Raya), pero se cancelaron, porque no estaba muy clara la necesidad de Venezuela de aumentar el Escuadrón. Lo que se necesitaba eran más unidades ligeras para ejercer la soberanía en ríos y estuarios.
El primer periodo de los años ochenta se caracterizó por un intenso proceso de modernización y puesta al día, para hacer frente a la progresión de la expansión comunista en el Caribe (Cuba) y Centroamérica (Nicaragua y El Salvador), las pretensiones colombianas en el Golfo de Venezuela, junto con un creciente Brasil proyectándose hacia el Caribe. Las adquisiciones más importantes de la década fueron 6 fragatas de la Clase Lupo (Mariscal Sucre, Almirante Brión, General Urdaneta, General Soublette, General Salóm y Almirante García) a Italia, un modelo también comprado por el Perú. Este incremento de potencial dio lugar a ciertas especulaciones, hasta tal punto que fueron calificadas como veleidades hegemónicas de Venezuela en el Caribe por el prestigioso navalista Hervé Coutau Bégarie en su libro La Potencia Marítima, pero la realidad de aquellos años fue que Venezuela actuó alineada con Estados Unidos, esforzándose en evitar que el conflicto Este-Oeste se trasladara a territorio Iberoamericano.
Presencia naval
Es en estos momentos cuando la Armada venezolana, al igual que otras naciones hermanas (Ecuador, México y Colombia), decide la compra en España de un velero como buque escuela (Simón Bolívar), excelente plataforma para formar a sus futuros oficiales, potenciando además las necesidades hidrográficas con la compra de otro buque (Punta Brava), derivado de sus congéneres españoles de la Clase Malaspina. La influencia estadounidense se beneficiaría con la compra a ese país de diversos buques auxiliares, pero, con el afán de diversificar los proveedores, se alcanzaron interesantes acuerdos con astilleros de Corea del Sur, origen de 4 LSTH (Capana, Esequibo, Goajira y Los Llanos).
Este proceso de expansión naval fue detenido abruptamente después del estallido de la crisis de la deuda externa, periodo en el que convivieron dos armadas, un fruto de la evolución después de la SGM, producto de la visión costera heredada del siglo XIX; y una nueva, que tecnológica y conceptualmente era igual al resto de las principales potencias marítimas. Con la vieja marina se operó en condiciones mínimas, fiando en la capacidad de los comandantes de los buques la toma de decisiones. La nueva Armada obligó a sus miembros a estar a la altura de las exigencias del momento, puesto que había cambiado la situación estratégica del mar Caribe y el Atlántico meridional. La modernización obedeció a un proceso puntual, condicionado por las características de la Guerra Fría, obligando a desarrollar sus capacidades logísticas, que aumentaron la disponibilidad operacional, conduciendo a proyectarse hacia el exterior, en función de las necesidades y obligaciones políticas derivadas del contexto internacional.
Fue en 1987 cuando se produce un serio incidente naval en el golfo de Venezuela con la corbeta colombiana Caldas, por el añejo contencioso de los límites de las aguas territoriales, por la posible existencia de grandes reservas de hidrocarburos, comenzando una escalada que movilizó unidades de las tres armas de ambos países. La Organización de Estados Americanos (OEA), junto con mandatarios de la región, realizó grandes esfuerzos para solventar la crisis, parando la escalada. El desafió condujo a la Armada a aumentar su presencia naval en la zona, extendiendo ésta a través de los ríos fronterizos (Negro, Guainía, Atabapo y parte del Orinoco) con la Infantería de Marina.
La convulsión que originó la lucha guerrillera en Colombia repercutió en la frontera, con un cruento incidente en 1995 en el río Meta entre la Infantería de Marina venezolana y el Ejército de Liberación Nacional de Colombia, creó una zona de conflicto en todo el occidente venezolano y a los movimientos guerrilleros se sumaron  los de la delincuencia y el narcotráfico. Por si fuera poco, la crisis política que afectó a la isla de Trinidad en 1990(3) obligó a Venezuela a intervenir para recobrar la legalidad, lo que implicó una mayor presencia de unidades holandesas en la zona, con las consiguientes fricciones con buques y aviones venezolanos. No se debe olvidar la perenne sombra del Tío Sam sobre Iberoamérica, de hecho su patio trasero, enviando a estas aguas más o menos buques, según las circunstancias, cuando los regímenes de algunos países no le gustaban, tal es el caso de las misiones de patrulla en el golfo de Paria a cargo de USCG Reliance, violando las aguas territoriales, de las que fue expulsado por las unidades venezolanas.

Los nuevos tiempos
La Armada estuvo desvinculada del golpe militar de 1992. El día anterior al alzamiento, uno de los mandos sublevados expresó lo siguiente: en la Marina no hay nada, en realidad no hace falta, porque esos están en el agua y no tienen mayor peso, olvidando que el triunfo del golpe de estado en 1958 que derrocó la dictadura de Marcos Pérez Jiménez fue posible gracias a la Armada. Fracasada la intentona, la situación del país impuso una serie de restricciones militares, teniendo la Marina que bregar para  poder mantener el estatuto operativo que le permitió cumplir con su misión, pese a los recortes presupuestarios. El elemento más notorio de la situación es la del cambio político en Venezuela, en el mismo momento que Estados Unidos intensificó la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico a escala mundial.
De esta forma, en 1998 en la Armada coexistían tres tendencias: la izquierda, producto de la penetración ideológica iniciada en los años sesenta; una derecha desgastada, estertor de un modelo político que estaba agonizando; y aquellos que han intentado no ser arrastrados por la lucha política. El triunfo de Hugo Rafael Chávez Frías en 1999 condujo al país a significativos cambios en lo social y en las Fuerzas Armadas, siendo lo más notorio una nueva Constitución, en donde el viejo concepto de República de Venezuela ha sido enfatizado con el adjetivo de Bolivariana, bajo el argumento que el pensamiento del Libertador Simón Bolívar era nacionalista y revolucionario. El siglo XXI pilló a la Marina Bolivariana con una nueva situación política sin precedentes en los 200 años de Independencia, una Venezuela llena de vicisitudes y que tan bien describió en 1929 el novelista y político Rómulo Gallegos Freire en su obra Doña Bárbara, comenzando la Armada un amplio proceso de modernización, en donde, además de nuevos equipamientos, incluye fuertes inversiones para la nacionalización de las reparaciones a través de los astilleros DIANCA(4) situados en Puerto Cabello.
A lo largo de los años, Venezuela fue equipándose con materiales de procedencia extranjera prácticamente a todos los niveles, porque, pese a la buena voluntad actual, el país carece de una infraestructura adecuada para acometer obras de envergadura, situación acentuada por el bloqueo decretado por Estados Unidos, teniendo la Armada  la obligación a prescindir de los proveedores tradicionales, dirigiendo sus pasos hacia España, Rusia y Cuba. En los dos primeros la elección no ofrece dudas, pero reparar buques en Cuba causa cierta extrañeza, aunque sorprende las habilidades de ese país reciclando los materiales más pintorescos, en este caso la modernización de los 4 LSTH surcoreanos de la clase Capana.
En 2005 se presentó a España la oportunidad de hacer negocio con Venezuela construyendo buques de guerra, pues el país sudamericano está vetado por los Estados Unidos, al que no le gustó esta operación comercial, que, a pesar de todo, fue llevada a cabo. También incluía la venta de aviones, que, ésta sí, fue derribada por Washington y no pudo realizarse. El ministro de Defensa de entonces, José Bono Martínez, salió en defensa de los intereses españoles en un mundo globalizado y de libre comercio, rechazando las advertencias del embajador estadounidense en Madrid, firmando Navantia en 2005 la construcción de 4 patrulleros de vigilancia litoral PSOH (Guaicaipuro, Warao, Yekuana y Kariña) y otros 4 de vigilancia oceánica derivados de los BAM (Buque de Acción Marítima) españoles (Guaicamacuto, Yavire, Naiguata y Tamanaco(5)), nombres indígenas completamente nuevos en la Armada, poniéndose la Marina una vez más al día, ciclo en el que todas las que cuentan con recursos económicos se encuentran inmersas.

Estos buques, realizados con componentes exclusivamente europeos, han despertado inquietud en los países vecinos, calificando la compra de escalada armamentística. Si releemos la historia no son necesarios más comentarios. Las compras venezolanas a España  pueden  verse ampliadas con la construcción de 24 patrulleros ligeros de tres astilleros gallegos, Rodman Polyships, Freire y Factorías Vulcano. En 2010, el presidente de la República de Venezuela instó a desarrollar la investigación arqueológica submarina frente a las costas del país, con la exploración del navío español San Pedro de Alcántara, hundido en 1815 en un fondo de 22 m. frente a la isla de Coche. Al respecto, el historiador local Vivas Pineda dijo: Los venezolanos son muy terrestres y no están familiarizados con la mar, situación que en los últimos tiempos está cambiando.
Para terminar esta rápida mirada sobre la Armada Venezolana versus la Marina Bolivariana, citamos las palabras del capitán de navío Edgar E. Blanco Carrero: La Armada venezolana ha sido un crisol donde se han mezclado a lo largo de la historia un cúmulo de doctrinas, donde han prevalecido la española, prusiana, italiana y estadounidense. La competencia técnica ha constituido una preocupación de los oficiales navales, pero la organización naval ha estado determinada por factores políticos relativos al patrón que ha adoptado el Estado en su existencia.

Albert Campanera i Rovira

Fotos de la Armada Bolivariana, Navantia y del archivo del autor

(1) Etnia actualmente desaparecida.

(2) Esta conducta tiene actualmente otros paralelismos en Gibraltar, Belice y Chipre.

(3) En 1944, bajo la Presidencia de Isaías Medina Angarita, Venezuela intentó la anexión de las Antillas Holandesas.

(4) Acrónimo de Diques y Astilleros Nacionales, Compañía Anónima.

(5) Este buque, según el contrato, está siendo ensamblado por DIANCA.
Fotografías:
·El cuarto Patrullero de Vigilancia Oceánica PC-24 “Kariña” saliendo de los astilleros de Navantia rumbo a Venezuela (foto Navantia).
·AB "Simón Bolivar".
·Alegoría del bloqueo de costas Venezuela por potencias europeas en 1902.
·FFGHM AB “Mariscal Sucre” F-21.
·Astillero Dianca de Puerto Cabello.
·FFGHM AB "Almirante Brión" F-22.
·Botadura del PSOH "Yavire" GC-22 en Navantia.
·LCU AB “La Orchila 2” T-72.
·LSTH AB “Goajira” T-63 reparando en dique.
·SSK AB “Sabalo” S-31  en el Sincrolift de DIANCA.
·PC-21 “Guaqueri” y PSOH AB “Yavire” GC-22 AB.
·PSOH AB “Naiguata” GC-23.
·Puesta en grada del primer módulo del PSOH AB “Tamanaco” GC-24 en DIANCA.
·SSK ruso de la Clase “Kilo”.
·FFGH rusa de la Clase “Talwar”.

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