Por lo que se refiere a la cantidad y al tamaño de tales instalaciones, China es, sin lugar a dudas, líder mundial.
La
Fuerza Aérea de muchos otros países ni siquiera dispone de suficientes
abrigos de hormigón para aviones. Un refugio subterráneo, excavado en un
monte, es mucho más eficaz que un abrigo de hormigón armado que podría
ser destruido por impacto directo de una bomba guiada. Las bombas
modernas, diseñadas para destruir búnkeres, son capaces de destruirlos a
decenas de metros de profundidad, pero difícilmente podrán hacerlo con
los refugios excavados en montes.
Enormes y costosos
abrigos se han construido en la base de submarinos chinos Hainan.
También las Tropas de Misiles Estratégicos de China utilizan ampliamente
instalaciones subterráneas.
En los años pasados, esto
daba pábulo a numerosas especulaciones en los mayores medios mundiales
en el sentido de que las verdaderas proporciones de los arsenales
nucleares chinos podían haber sido mucho mayores de los estimados y
comparables por el número de ojivas con los rusos y los estadounidenses.
Pero estas conjeturas no llegaron a ser corroboradas. Ello no obstante,
el Pentágono resolvió incluir en su reporte anual sobre el poderío
militar chino el acápite relativo a la red de instalaciones
subterráneas.
Históricamente, la construcción de
instalaciones subterráneas era una reacción natural de China a la
correlación de fuerzas en Asia. Hasta no hace mucho, un rasgo
característico de China era la escasez de recursos financieros, de
maquinaria moderno e ingenieros cualificados. En cambio, abundaba la
mano de obra de baja cualificación. En aquella época, la construcción de
numerosos depósitos subterráneos para almacenar costosos sistemas de
armas y bienes materiales, sin importar los insumos laborales, era un
paso racional.
Según apreciaciones estadounidenses, fue
la guerra del golfo Pérsico (1991) que demostró palmariamente la
superioridad de Occidente en la guerra aérea, la que impulsó la
construcción de búnkeres en China.
Después de aquella
contienda, China fue incrementando la construcción de refugios
técnicamente cada vez más modernos para proteger sus tropas, unidades
económicas punteras, así a los altos dirigentes de la nación.
A
juzgar por algunos artículos aparecidos en la prensa abierta china,
actualmente, actualmente están soterrados la mayor parte de armamentos
estratégicos y bienes de equipo, centros de comunicaciones, puestos de
mando y algunas unidades de producción especialmente importantes.
Cualquiera que sea el cariz del conflicto militar, los depósitos
subterráneos siempre serán de utilidad. Aparte de los búnkeres
especiales para los militares, los máximos dirigentes chinos controlan
rigurosamente la construcción de refugios antiaéreos para la población
civil. Los pisos bajos de muchos parqueos subterráneos, así como las
plantas subterráneas de grandes centros comerciales, edificios
residenciales y complejos oficinescos están dotados de equipos
especiales (ventiladores, filtros de aire, puertas metálicas, cámaras de
esclusa) que permiten reconvertirlos en refugios antiaéreos.
Por
lo visto, las instalaciones subterráneas, construidas en épocas
pasadas, resultaron ser sobrantes. Algunos están en abandono o abiertos
para excursionistas. De todas formas, en un mundo inestable y en
constante transformación, las instalaciones subterráneas son una buena
inversión no sólo para el caso de la guerra, sino también para el de una
calamidad natural o catástrofe industrial. Son 50 % más resistentes a
los sismos que las construcciones emplazadas en la superficie de la
Tierra.
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