lunes, 12 de agosto de 2013

La crisis de Gibraltar

 

 
 
La dirección de ATENEA ha tenido la amabilidad de reproducir aquí unas líneas que me solicitaron desde La Razón acerca de la presente crisis de Gibraltar. Me gustaría ampliar -esta vez para unos lectores más especializados- los razonamientos allí expuestos, usando, eso si, un contexto general teórico de conducción de crisis.

Son varias las crisis que me ha tocado vivir a lo largo de mi carrera profesional, tanto en el ámbito nacional como en el OTAN. Considero que desde el punto de vista militar -o mejor dicho de los militares que en ellas participan- lo más importante es que el nivel político establezca una misión o resultado final deseable en términos prácticos, es decir, alcanzables. Esto no siempre es así, incluso a veces se falla en reconocer que estamos inmersos en una crisis y cuáles son sus límites.

Como excepción de lo anterior, tengo que mencionar -entre las que me ha tocado vivir- la crisis del islote Perejil. Nuestro gobierno de entonces fijó desde el principio que era la recuperación del statu quo de Perejil lo que se pretendía, con lo cual el despliegue conjunto que se estableció tenía una finalidad preventiva y nunca se buscó neutralizar las unidades marroquíes que iniciaron movimientos en zonas alejadas. Lo menciono como ejemplo de claridad a nivel político que se traduce en precisión operativa en el teatro de la acción.

En la presente crisis de Gibraltar los dos hechos fundamentales que encuadran las posibles respuestas propias son la envergadura de los intereses comunes que nos unen al Reino Unido y que el hecho determinante de la crisis -el fondeo de bloques antipesca- es de naturaleza económica.

 
Por eso, probablemente, nuestro gobierno ha respondido inicialmente solo con medidas de naturaleza económicas no escalantes -es decir que no buscan agravar la crisis- sino reaccionar proporcionalmente al daño causado.

No sé si nuestro gobierno habrá ya fijado un final deseable para esta crisis así que puedo especular -desde una cierta experiencia- estableciendo dos hipotéticas terminaciones: una inverosímil y otra razonable. Sería inverosímil que se pretendiera recuperar la soberanía de Gibraltar por medio de esta crisis.

Sería al contrario razonable que se pretendiera mejorar nuestra reivindicación permanente ante una comunidad internacional que observa atentamente cualquier crisis que suceda en las cercanías del Estrecho de Gibraltar. A veces nos olvidamos de que esta comunidad -algunos más que otros- son también agentes importantes en la evolución de este tipo de incidentes.

La visita anunciada de la fragata "Westminster" al mando de un capitán de Navío y de dos auxiliares de la RFA tiene una clara significación de reafirmación de la soberanía británica -buscada o lo que es más improbable, casual- ante la población gibraltareña y su exaltado gobierno. 

Pero esta medida -suavizada por la simultánea escala en Rota del resto de la ´task force´ del "Illustrious"- puede tener también efectos sobre la opinión pública española a la que no se le puede exigir que finja ignorar la finalidad de la medida británica por mucho tecnicismo que emplee nuestro gobierno.

Así que si la exasperación de nuestra opinión pública aumenta o sucede un incidente insospechado en el transcurso de la visita a Gibraltar, nuestro gobierno puede verse obligado a introducir un factor militar en sus opciones de respuesta de crisis. Recordemos que las crisis, como el tango, son cosas de dos.

Si llega ese momento -y sólo en ese momento, no antes- una de las posibilidades de respuesta seria la reafirmación de la españolidad de las aguas de la bahía de Algeciras por medio del tránsito y/o fondeo de alguna unidad de la Armada. 

Como el armamento sólo sería empleado para repeler una agresión, y esto es altamente improbable, no es esencial que sea una fragata polivalente la que materialice esta afirmación de soberanía.

Sin embargo, en crisis análogas de este tipo -como las actuales en los mares oriental y meridional de China-, se pueden llegar a alcanzar situaciones en que las colisiones son posibles. No digo que se busquen sino que suceden. 

Por ello, el tamaño -el desplazamiento- sí que importa aquí en contraste con el armamento. Nuestros patrulleros clase "Meteoro" tienen un desplazamiento que los pone en paridad o superioridad a cualquier unidad que razonablemente pueda intervenir en las escenas de tensión que se suelen producir en esta clase de crisis.

Si nuestro gobierno decidiera reafirmar ante la opinión pública nacional e internacional nuestros derechos con una acción análoga a la descrita -y recuérdese que es solo un ejemplo entre varias opciones posibles- el momento de ejecutarla también sería importante. A simple vista el periodo idóneo sería a la finalización de la visita de los tres buques de la Royal Navy británica a Gibraltar.

Lo que en vertiginosos brochazos he descrito sólo busca que el lector intuya la complejidad de las decisiones que el nuevo departamento de Seguridad Nacional del Sr. Senillosa tiene que contemplar para conducir una crisis que suele producirse en los momentos más incómodos, cuando en medio de Agosto todo inclina a desconectar y ser condescendientes. 

Tampoco los que tienen que decidir tienen derecho a vacaciones cuando la soberanía y el prestigio están en juego no solo ante la opinión pública española y gibraltareña, sino mundial.


Ángel Tafalla

http://www.revistatenea.es


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