En estos últimos tiempos y por una serie de circunstancias 
políticas, Venezuela no ha dejado de ocupar  titulares en los medios de 
comunicación. Abordamos una visión retrospectiva de la Armada de este 
gran país iberoamericano, primero en declarar su independencia de 
España, en 1810, y el último en conseguirla, en 1824, con un combate 
naval en el lago Maracaibo. Desde sus orígenes la Armada de Venezuela ha
 atravesado importantes momentos en lo que a su estructura y dotación de
 medios se refiere.
Según
 la historia más generalizada, el cartógrafo veneciano Américo Vespucci,
 quien, en compañía del conquistador español Alonso de Ojeda, arribó a 
aquellas tierras en 1499 y, al ver las casas nativas de los indios añús o
 paraujanas(1), construidas sobre pilares asentados en el agua, le 
recordaron la ciudad de Venecia, dándole el nombre de Venezuela, que 
significa pequeña Venecia. Otras versiones más acordes con la actualidad
 dicen que proviene de la voz indígena veneçiuela, que significa agua 
grande, y conquistada por los españoles al castellanizarlo así lo 
dejaron.

 
La independencia lograda con la ayuda 
de  extranjeros, magnificados de próceres, alguno de ellos españoles 
procedentes de la Real Armada, como Francisco de Asís Hernaiz, los 
estadounidenses Chittiy y Belluche, el británico Richard Wrigth, los 
franceses Nicolás Joly y Louis Aury, etc., no mejoró substancialmente el
 estatus indígena. Los criollos continuaron rigiendo los destinos del 
país, como reflejó Mario Vargas Llosa en su discurso de aceptación del 
premio Nobel de literatura en 2010, cuando afirmó que al independizarnos
 de España, hace doscientos años, quienes asumieron el poder de las 
antiguas colonias, en vez de redimir al indio y hacerle justicia por los
 antiguos agravios, continuaron explotándolo con tanta codicia y 
ferocidad como los conquistadores. 
Los libertadores que condujeron 
la lucha por la independencia, la mayoría militares que por su formación
 tenían una acusada mentalidad continental, supusieron para Venezuela, 
después de su separación de la Gran Colombia en 1830, vivir casi de 
espaldas a la mar, postergando la herencia náutica recibida de caribes y
 españoles. El medio marítimo no significaba gran cosa para su política.
 La verdadera, pero mínima, Armada venezolana sólo surge después de su 
separación de Colombia, iniciando una serie de fricciones vecinales, que
 han continuado hasta nuestros días. El control y protección total de 
sus 1.512 millas de litoral marino no lo fueron hasta mediados de la II 
Guerra Mundial (SGM).
A
 lo largo del siglo XIX, la Armada venezolana estuvo más implicada en la
 inestabilidad nacional, protagonizada por constitucionalistas y 
reformistas o, si se quiere decir, entre conservadores y liberales, más 
que en la protección de sus fronteras marítimas. Eran unos tiempos en 
que la diplomacia de las cañoneras hacía estragos frente a las naciones 
débiles, fruto de la eclosión de los imperialismos europeos proyectados 
en América por los Países Bajos en 1856 desde las Indias Holandesas y 
Francia e Inglaterra en 1858 desde sus dos guayanas. Aprovechaban la 
situación del Estado venezolano, hasta tal punto que, entre 1902 y 1903,
 una flota combinada de Alemania, Italia y la Gran Bretaña realizó un 
acto de fuerza, bloqueando las costas y capturando o destruyendo la 
mayoría de sus buques, con el fin de obligar a la República al pago de 
sus deudas.  
 

 
Hacia el Siglo XX
El
 enfrentamiento con la Gran Bretaña para determinar la frontera con el 
territorio Esequibo, como parte substancial de la Guayana Británica, se 
resolvió a medias en 1899 por el laudo arbitral de París, de idéntica 
forma a como se solucionó el conflicto con Colombia por la península de 
la Goajira, gracias a otro firmado en 1891 en Madrid, ambos claramente 
desfavorables para Venezuela. Estos conflictos resueltos de una manera 
civilizada, significaron una notable mutilación del territorio nacional,
 herida que un siglo después continúa latente, pese a reconocer en 1966 
la independencia de la ex colonia británica, rebautizada como Guyana. 
Venezuela manifestó en un documento sus reservas acerca del laudo de 
París, prácticamente impuesto por las potencias coloniales de la época, 
esperando en un futuro resolver los límites, situación a la que el 
actual Gobierno de Guyana hace oídos sordos, conducta muy del estilo 
británico(2).

 
Después de la dura intervención 
extranjera, la Armada de Venezuela comenzó un tímido desarrollo, que 
condujo a la creación, en 1912, de un arsenal en Puerto Cabello y a la 
fundación de Compañía Nacional de Navegación. El primer buque de guerra 
moderno fue un crucero español de tercera clase, rebautizado como 
Mariscal Sucre, que no era otro que el antiguo Isla de Cuba, reflotado 
por los americanos en Cavile (Filipinas), vendido al Gobierno del 
presidente Juan Vicente Gómez. En 1930 se crea la Escuela Naval Militar,
 adquiriendo la Armada un cierto grado de autonomía, fortalecida por la 
formación de oficiales en Argentina y la compra en las dos décadas 
siguientes de cañoneros (General Salom, Maracay, Miranda y Aragua) y 
remolcadores. El establecimiento de una misión naval italiana condujo a 
finales de la década a la adquisición de otros 2 (General Soublette y 
General Urdaneta), más unas lanchas torpederas, que resultaron un 
fiasco, por ser inadecuadas para la mar Caribe y su delicado 
mantenimiento.

 
La influencia italiana, solapada con la 
estadounidense y, de una manera más sutil, la británica, no impidió que 
durante la SGM los beligerantes violaran descaradamente sus aguas  
nacionales, protegidas por una Armada escasamente significativa, pese a 
la ayuda de los aliados, consistente en 4 cazasubmarinos obtenidos 
mediante la Ley de Préstamos y Arrendamientos a Estados Unidos (Antonio 
Díaz, Brión, Briceño Méndez y Arismendi), que les hicieron comprender de
 manera contundente la necesidad de una Armada mejor. Fruto de esta 
inquietud, al finalizar el conflicto mundial se adquirieron 7 corbetas, 
rebautizadas con pomposos nombres (Carabobo, Constitución, Federación, 
Independencia, Libertad, Patria y Victoria), de factura canadiense, pero
 no eran los buques idóneos para operar en un clima tropical por su 
propulsión a vapor y máquina alternativa. Estas compras se 
complementaron con una LST americana (Capana) que sirvió de transporte y
 buque escuela.

 
La Infantería de Marina también creció, 
proyectándose desde Puerto Cabello hacia otras cuatro ciudades 
marítimas. En esa época la Armada comienza a ser dirigida por oficiales 
navales en sustitución de los de Ejército, subsanando un defecto 
fundacional, constituyéndose la Comandancia de las Fuerzas Navales. La 
bonanza de las finanzas venezolanas permitió a mediados de 1950 
modernizar la Armada con la adquisición  por primera vez de buques 
totalmente nuevos. Como los británicos venían prestigiados por la 
calidad de sus unidades, se les encargó 3 destructores (Nueva Esparta, 
Zulia y Aragua), que no eran otra cosa que una optimización de las 
fragatas de la Clase Rapid, con la peculiaridad de ser los primeros 
buques de guerra venezolanos con aire acondicionado y armados con 
misiles Otomat.
De compras
A las compras en el 
Reino Unido, siguieron la de 6 nuevas fragatas italianas, clasificadas 
como destructores ligeros (Almirante Clemente, General José Trinidad 
Morán, General José de Austria, General Juan José Flores, Almirante 
Brión y Almirante José García), adjetivados popularmente como los 
bambinos; modelo adquirido también por Portugal e Indonesia. La compra 
era fruto del sustrato que la misión militar había dejado en los altos 
mandos, potenciado por el notable lobby de origen italiano que puebla el
 país. En la década de los sesenta se compra a Estados Unidos el primer 
submarino, un veterano de la Clase Balao que sirvió de embrión para 
formar las primeras promociones de submarinistas. Bautizado como Carite,
 tiene la particularidad de ofrecer en su historial la proeza de 
remontar el río Orinoco hasta Puerto Ayacucho, en una navegación sin 
precedentes en Iberoamérica.

 
Mejoró también la logística con 
transportes, remolcadores y pequeños patrulleros. En la siguiente 
década, conocida como de Reafirmación Marítima, continuaron las 
adquisiciones de nuevas unidades de superficie y submarinas, a la par de
 que se daban de baja las unidades más veteranas, pero quizás el aspecto
 más sobresaliente fue la fundación de la Aviación Naval, adquiriendo 
aviones estadounidenses Grumman S-2E Tracker, helicópteros 
antisubmarinos y bimotores de transporte. La Armada Venezolana, al igual
 que la mayoría de occidentales, no pudo sustraerse de la paranoia 
antisubmarina de Washington, que cedió 2 destructores de la Clase Allen 
M. Sumner (Falcón y Carabobo) procedentes de la reserva de la US Navy, 
la famosa chatarra flotante que la ayuda militar americana repartió 
entre los aliados, bajo la elemental premisa que podían navegar y 
disparar.
La adquisión de patrulleras de ataque rápido equipadas con 
misiles Otomat a Gran Bretaña puso de manifiesto la habilidad de sus 
comerciales, vendiendo 6 unidades bautizadas con los nombres de antiguos
 buques (Constitución, Federación, Independencia, Libertad, Patria y 
Victoria), compra influenciada por el éxito egipcio en la guerra del Yom
 Kippur. La potenciación de la fuerza submarina se plasmó con otra 
cesión por parte americana de 2  obsoletos, grandes y ruidosos 
submarinos (Tiburón y Picuda) modernizados a la versión Guppy II, para 
ofrecer entrenamiento a las unidades de superficie. Más tarde se decidió
 contratar 2 unidades modernas completamente nuevas a Alemania (Sabalo y
 Caribe) del Tipo 209. Estaba previsto incrementar en 2 más (Congrio y 
Raya), pero se cancelaron, porque no estaba muy clara la necesidad de 
Venezuela de aumentar el Escuadrón. Lo que se necesitaba eran más 
unidades ligeras para ejercer la soberanía en ríos y estuarios.

 
El primer periodo de los años ochenta se
 caracterizó por un intenso proceso de modernización y puesta al día, 
para hacer frente a la progresión de la expansión comunista en el Caribe
 (Cuba) y Centroamérica (Nicaragua y El Salvador), las pretensiones 
colombianas en el Golfo de Venezuela, junto con un creciente Brasil 
proyectándose hacia el Caribe. Las adquisiciones más importantes de la 
década fueron 6 fragatas de la Clase Lupo (Mariscal Sucre, Almirante 
Brión, General Urdaneta, General Soublette, General Salóm y Almirante 
García) a Italia, un modelo también comprado por el Perú. Este 
incremento de potencial dio lugar a ciertas especulaciones, hasta tal 
punto que fueron calificadas como veleidades hegemónicas de Venezuela en
 el Caribe por el prestigioso navalista Hervé Coutau Bégarie en su libro
 La Potencia Marítima, pero la realidad de aquellos años fue que 
Venezuela actuó alineada con Estados Unidos, esforzándose en evitar que 
el conflicto Este-Oeste se trasladara a territorio Iberoamericano.
 

 
Presencia naval
Es 
en estos momentos cuando la Armada venezolana, al igual que otras 
naciones hermanas (Ecuador, México y Colombia), decide la compra en 
España de un velero como buque escuela (Simón Bolívar), excelente 
plataforma para formar a sus futuros oficiales, potenciando además las 
necesidades hidrográficas con la compra de otro buque (Punta Brava), 
derivado de sus congéneres españoles de la Clase Malaspina. La 
influencia estadounidense se beneficiaría con la compra a ese país de 
diversos buques auxiliares, pero, con el afán de diversificar los 
proveedores, se alcanzaron interesantes acuerdos con astilleros de Corea
 del Sur, origen de 4 LSTH (Capana, Esequibo, Goajira y Los Llanos). 
Este
 proceso de expansión naval fue detenido abruptamente después del 
estallido de la crisis de la deuda externa, periodo en el que 
convivieron dos armadas, un fruto de la evolución después de la SGM, 
producto de la visión costera heredada del siglo XIX; y una nueva, que 
tecnológica y conceptualmente era igual al resto de las principales 
potencias marítimas. Con la vieja marina se operó en condiciones 
mínimas, fiando en la capacidad de los comandantes de los buques la toma
 de decisiones. La nueva Armada obligó a sus miembros a estar a la 
altura de las exigencias del momento, puesto que había cambiado la 
situación estratégica del mar Caribe y el Atlántico meridional. La 
modernización obedeció a un proceso puntual, condicionado por las 
características de la Guerra Fría, obligando a desarrollar sus 
capacidades logísticas, que aumentaron la disponibilidad operacional, 
conduciendo a proyectarse hacia el exterior, en función de las 
necesidades y obligaciones políticas derivadas del contexto 
internacional.

 
Fue en 1987 cuando se produce un serio 
incidente naval en el golfo de Venezuela con la corbeta colombiana 
Caldas, por el añejo contencioso de los límites de las aguas 
territoriales, por la posible existencia de grandes reservas de 
hidrocarburos, comenzando una escalada que movilizó unidades de las tres
 armas de ambos países. La Organización de Estados Americanos (OEA), 
junto con mandatarios de la región, realizó grandes esfuerzos para 
solventar la crisis, parando la escalada. El desafió condujo a la Armada
 a aumentar su presencia naval en la zona, extendiendo ésta a través de 
los ríos fronterizos (Negro, Guainía, Atabapo y parte del Orinoco) con 
la Infantería de Marina.
La convulsión que originó la lucha 
guerrillera en Colombia repercutió en la frontera, con un cruento 
incidente en 1995 en el río Meta entre la Infantería de Marina 
venezolana y el Ejército de Liberación Nacional de Colombia, creó una 
zona de conflicto en todo el occidente venezolano y a los movimientos 
guerrilleros se sumaron  los de la delincuencia y el narcotráfico. Por 
si fuera poco, la crisis política que afectó a la isla de Trinidad en 
1990(3) obligó a Venezuela a intervenir para recobrar la legalidad, lo 
que implicó una mayor presencia de unidades holandesas en la zona, con 
las consiguientes fricciones con buques y aviones venezolanos. No se 
debe olvidar la perenne sombra del Tío Sam sobre Iberoamérica, de hecho 
su patio trasero, enviando a estas aguas más o menos buques, según las 
circunstancias, cuando los regímenes de algunos países no le gustaban, 
tal es el caso de las misiones de patrulla en el golfo de Paria a cargo 
de USCG Reliance, violando las aguas territoriales, de las que fue 
expulsado por las unidades venezolanas.
Los nuevos tiempos
La
 Armada estuvo desvinculada del golpe militar de 1992. El día anterior 
al alzamiento, uno de los mandos sublevados expresó lo siguiente: en la 
Marina no hay nada, en realidad no hace falta, porque esos están en el 
agua y no tienen mayor peso, olvidando que el triunfo del golpe de 
estado en 1958 que derrocó la dictadura de Marcos Pérez Jiménez fue 
posible gracias a la Armada. Fracasada la intentona, la situación del 
país impuso una serie de restricciones militares, teniendo la Marina que
 bregar para  poder mantener el estatuto operativo que le permitió 
cumplir con su misión, pese a los recortes presupuestarios. El elemento 
más notorio de la situación es la del cambio político en Venezuela, en 
el mismo momento que Estados Unidos intensificó la lucha contra el 
terrorismo y el narcotráfico a escala mundial.

 
De esta forma, en 1998 en la Armada 
coexistían tres tendencias: la izquierda, producto de la penetración 
ideológica iniciada en los años sesenta; una derecha desgastada, 
estertor de un modelo político que estaba agonizando; y aquellos que han
 intentado no ser arrastrados por la lucha política. El triunfo de Hugo 
Rafael Chávez Frías en 1999 condujo al país a significativos cambios en 
lo social y en las Fuerzas Armadas, siendo lo más notorio una nueva 
Constitución, en donde el viejo concepto de República de Venezuela ha 
sido enfatizado con el adjetivo de Bolivariana, bajo el argumento que el
 pensamiento del Libertador Simón Bolívar era nacionalista y 
revolucionario. El siglo XXI pilló a la Marina Bolivariana con una nueva
 situación política sin precedentes en los 200 años de Independencia, 
una Venezuela llena de vicisitudes y que tan bien describió en 1929 el 
novelista y político Rómulo Gallegos Freire en su obra Doña Bárbara, 
comenzando la Armada un amplio proceso de modernización, en donde, 
además de nuevos equipamientos, incluye fuertes inversiones para la 
nacionalización de las reparaciones a través de los astilleros DIANCA(4)
 situados en Puerto Cabello.
A lo largo de los años, Venezuela fue 
equipándose con materiales de procedencia extranjera prácticamente a 
todos los niveles, porque, pese a la buena voluntad actual, el país 
carece de una infraestructura adecuada para acometer obras de 
envergadura, situación acentuada por el bloqueo decretado por Estados 
Unidos, teniendo la Armada  la obligación a prescindir de los 
proveedores tradicionales, dirigiendo sus pasos hacia España, Rusia y 
Cuba. En los dos primeros la elección no ofrece dudas, pero reparar 
buques en Cuba causa cierta extrañeza, aunque sorprende las habilidades 
de ese país reciclando los materiales más pintorescos, en este caso la 
modernización de los 4 LSTH surcoreanos de la clase Capana. 
En 2005 
se presentó a España la oportunidad de hacer negocio con Venezuela 
construyendo buques de guerra, pues el país sudamericano está vetado por
 los Estados Unidos, al que no le gustó esta operación comercial, que, a
 pesar de todo, fue llevada a cabo. También incluía la venta de aviones,
 que, ésta sí, fue derribada por Washington y no pudo realizarse. El 
ministro de Defensa de entonces, José Bono Martínez, salió en defensa de
 los intereses españoles en un mundo globalizado y de libre comercio, 
rechazando las advertencias del embajador estadounidense en Madrid, 
firmando Navantia en 2005 la construcción de 4 patrulleros de vigilancia
 litoral PSOH (Guaicaipuro, Warao, Yekuana y Kariña) y otros 4 de 
vigilancia oceánica derivados de los BAM (Buque de Acción Marítima) 
españoles (Guaicamacuto, Yavire, Naiguata y Tamanaco(5)), nombres 
indígenas completamente nuevos en la Armada, poniéndose la Marina una 
vez más al día, ciclo en el que todas las que cuentan con recursos 
económicos se encuentran inmersas.

 
Estos buques, realizados con componentes
 exclusivamente europeos, han despertado inquietud en los países 
vecinos, calificando la compra de escalada armamentística. Si releemos 
la historia no son necesarios más comentarios. Las compras venezolanas a
 España  pueden  verse ampliadas con la construcción de 24 patrulleros 
ligeros de tres astilleros gallegos, Rodman Polyships, Freire y 
Factorías Vulcano. En 2010, el presidente de la República de Venezuela 
instó a desarrollar la investigación arqueológica submarina frente a las
 costas del país, con la exploración del navío español San Pedro de 
Alcántara, hundido en 1815 en un fondo de 22 m. frente a la isla de 
Coche. Al respecto, el historiador local Vivas Pineda dijo: Los 
venezolanos son muy terrestres y no están familiarizados con la mar, 
situación que en los últimos tiempos está cambiando. 
Para terminar 
esta rápida mirada sobre la Armada Venezolana versus la Marina 
Bolivariana, citamos las palabras del capitán de navío Edgar E. Blanco 
Carrero: La Armada venezolana ha sido un crisol donde se han mezclado a 
lo largo de la historia un cúmulo de doctrinas, donde han prevalecido la
 española, prusiana, italiana y estadounidense. La competencia técnica 
ha constituido una preocupación de los oficiales navales, pero la 
organización naval ha estado determinada por factores políticos 
relativos al patrón que ha adoptado el Estado en su existencia.
Albert Campanera i Rovira
Fotos de la Armada Bolivariana, Navantia y del archivo del autor
(1) Etnia actualmente desaparecida.
(2) Esta conducta tiene actualmente otros paralelismos en Gibraltar, Belice y Chipre.
(3) En 1944, bajo la Presidencia de Isaías Medina Angarita, Venezuela intentó la anexión de las Antillas Holandesas.
(4) Acrónimo de Diques y Astilleros Nacionales, Compañía Anónima.
(5) Este buque, según el contrato, está siendo ensamblado por DIANCA.
Fotografías:
·El cuarto 
Patrullero de Vigilancia Oceánica PC-24 “Kariña” saliendo de los 
astilleros de Navantia rumbo a Venezuela (foto Navantia).
·AB "Simón Bolivar".
·Alegoría del bloqueo de costas Venezuela por potencias europeas en 1902.
·FFGHM AB “Mariscal Sucre” F-21.
·Astillero Dianca de Puerto Cabello.
·FFGHM AB "Almirante Brión" F-22.
·Botadura del PSOH "Yavire" GC-22 en Navantia.
·LCU AB “La Orchila 2” T-72.
·LSTH AB “Goajira” T-63 reparando en dique.
·SSK AB “Sabalo” S-31  en el Sincrolift de DIANCA.
·PC-21 “Guaqueri” y PSOH AB “Yavire” GC-22 AB.
·PSOH AB “Naiguata” GC-23.
·Puesta en grada del primer módulo del PSOH AB “Tamanaco” GC-24 en DIANCA.
·SSK ruso de la Clase “Kilo”.
·FFGH rusa de la Clase “Talwar”.