Introducción
En este artículo, el autor del mismo presenta el concepto de “amante
fogoso” para definir una determinada acción intrusiva realizada por la
política exterior de un tercer Estado que altera las relaciones
bilaterales o acuerdos bilaterales previos existentes entre otros dos
Estados. En la explicación de este concepto, se determinará cuáles son
las principales características de este tipo de política exterior y qué
objetivos persigue. Posteriormente, se utilizará el concepto de “amante
fogoso” para desarrollar y analizar dos casos de estudio centrados en la
política exterior y de seguridad china y estadounidense en el actual
escenario asiático: el primero de ellos, la intrusión de China en una
negociación bilateral entre Irán y la India, y el segundo, la alteración
provocada por Estados Unidos en las relaciones bilaterales entre China y
Myanmar.
¿Qué se entiende por una política exterior de “amante fogoso”?
Con
el concepto de “amante fogoso” se define un tipo de política exterior
ejercida por un tercer Estado (el “amante fogoso”) que se basa en una
acción intrusiva sobre la relación bilateral previa entre un Estado “A”,
objeto de su deseo e interés, y un Estado “B”, percibido y definido
como un rival político, económico o militar. El objetivo del “amante
fogoso” es intentar provocar una alteración en la relación bilateral
entre los otros dos Estados para sacar un beneficio de la misma en el
contexto de un escenario de rivalidad con el Estado “B”.
El concepto de “amante fogoso” para ser definido como tal y para ser
aplicado en el análisis de la política exterior y de seguridad de un
Estado debe cumplir con una serie de requisitos:
- La acción intrusiva nunca puede estar basada en el uso de la fuerza (acción militar) o amenaza del uso de la fuerza. El “amante fogoso” utiliza otro tipo de instrumentos y recursos para alterar la relación bilateral sin entrar en conflicto directo con el Estado “B” (ej. asistencia económica o militar superior a la que presta el Estado rival).
- Este tipo de política exterior debe involucrar a tres Estados: uno intrusivo (el “amante fogoso”) y otros dos con una relación bilateral estable previa.
- Dentro de la relación bilateral, uno de los dos Estados es definido o percibido como rival por el Estado intruso. En el lado opuesto, el otro Estado es objeto de deseo del “amante fogoso” por su interés estratégico. Eso le lleva a querer incorporarlo a su sistema de alianzas y bloque de seguridad o alejarlo del bloque competidor con el objetivo de hacer balancing o rebalancing hacia el Estado rival o, en otros casos, mantener el statu quo.
- En esta dirección, los dos Estados rivales pertenecen a sistemas de alianzas o bloques de seguridad diferentes que compiten por el liderazgo regional, por mejorar su posición o mantener el statu quo dentro del sistema internacional. Por ello, existe un escenario de rivalidad política, económica o militar entre ambos.
- Puede darse el caso que el Estado intruso ya pueda tener establecida una relación bilateral previa y estable con el Estado objeto de deseo antes de aplicar una política de “amante fogoso”. Sin embargo, dicho actor pretende mejorar u ocupar la posición del Estado rival en su relación bilateral con el Estado “A”.
- La acción intrusiva del “amante fogoso” tiene como objetivo un resultado de suma cero respecto al Estado rival. Así, lo que gana el Estado intrusivo, lo pierde su rival.
- Por el contrario, la política exterior de “amante fogoso” busca una relación win-win (ganancias mutuas) con el otro Estado implicado y objeto de deseo. En esta dirección, se ofrece al Estado “A” una relación en que las dos partes salgan ganando y mejore ambas posiciones en un determinado acuerdo, tema o en la relación bilateral general respecto a la situación previa alterada con el Estado “B”.
Los
dos casos de estudio para aplicar y analizar la política exterior de
“amante fogoso” se sitúan en la región de Asia y dentro del contexto de
rivalidad entre Estados Unidos y China. El primero de ellos busca
mantener el statu quo y seguir ocupando la posición de
superpotencia en solitario dentro del sistema internacional. Por el otro
lado, China sigue desarrollando una estrategia que lo lleve a adquirir
las capacidades y recursos tangibles e intangibles suficientes para
poder convertirse en potencia hegemónica regional, en primer lugar y,
posteriormente, intentar alcanzar el status de superpotencia. En esta
dirección, los decisores políticos chinos creen firmemente que el
sistema internacional se encuentra ante un proceso de transición de
poder de Estados Unidos hacia el gigante asiático.
Por este motivo y en mi opinión, China es percibida desde Washington
como su principal competidor, a pesar de los intentos de China de
mostrarse como una no amenaza para Estados Unidos implementando su
estrategia de “ascenso pacífico” en 2003. Dicho “ascenso pacífico” y
contrariamente a lo que se pretendía desde Beijing, ha sido percibido y
considerado como una política de soft balancing en la región asiática y de desafío a los intereses de Estados Unidos y sus aliados regionales.
Por ello y desde 2010, la administración Obama ha centrado su estrategia de seguridad nacional y de defensa en el llamado Pivot/Rebalancing to Asia.
Dicha estrategia se basa en reorientar la política exterior y de
seguridad estadounidense hacia la región de Asia-Pacífico para asegurar
su presencia en un área definida como prioritaria y de máximo interés
para ellos. Al mismo tiempo, esta estrategia pretende aplicar una
política de contención hacia el gigante asiático, China. En esta
dirección, Estados Unidos potencia la construcción de un “diamante de
seguridad”, bloque formado por ellos mismos, Australia, India y Japón y
cuyo objetivo es contener y evitar cualquier política expansionista de
China en la región y asegurar un equilibrio de poder entre las potencias
regionales.
Frente a ello, China intenta formar un “collar de perlas”, una red de
instalaciones comerciales y militares establecidas en sus rutas
marítimas, como estrategia de seguridad para contrapesar la política de
contención de Estados Unidos y evitar ser rodeada por el “diamante de
seguridad”. De este modo, China pretende ampliar su sistema de alianzas
que ahora mismo sólo cuenta - y con algunos matices - con Corea del
Norte y Pakistán. Al mismo tiempo, desde Beijing se inició una política
de modernización de sus Fuerzas Armadas, especialmente la fuerza aérea y
naval, para implementar no sólo una estrategia de seguridad de
Anti-Access/Area Denial (AA/AD, citada igualmente con la abreviación
A2/AD) contra Estados Unidos y sus aliados regionales, sino también para
asegurar sus líneas de comunicación marítima esenciales para su
desarrollo económico.
La
respuesta a dicha estrategia china basada en el AA/AD (y a otros
Estados como Irán que también la han adoptado) es la nueva doctrina
militar del “Air-Sea Battle”
estadounidense que intenta romper la estrategia del AA/AD a través del
uso combinado de la fuerza aérea y naval para asegurar el acceso a áreas
estratégicas para los intereses estadounidenses o, incluso, poder
llegar a realizar políticas de bloqueo si así lo requiriera el escenario
planteado.
Por todo ello y a pesar que en junio pasado y durante la visita a
Estados Unidos del presidente chino, Xi Jinpinag, propuso a su homólogo
estadounidense, Barack Obama, un “nuevo modelo de relación entre grandes potencias”
basado en la no confrontación, el respeto mutuo y la búsqueda de
políticas de cooperación win-win, ambos estados siguen en la
desconfianza mutua permanente y persiguen ampliar y consolidar sus
respectivos sistemas de alianzas y estrategias de seguridad en la
región. No obstante, todo ello con la premisa de intentar evitar un
conflicto armado directo que en este momento no interesa a ninguna de
las partes. Es en este contexto descrito en el cual deben situarse los
dos casos prácticos de una política exterior de “amante fogoso” que a
continuación se detallan.
1) China, la “amante fogosa” en la relación bilateral entre Irán e India.
El primer caso que nos ocupa tiene como Estados protagonistas a
China, India e Irán. Irán mantiene una estable y fluida relación
bilateral, principalmente económica, con China y la India gracias a la
necesidad de ambos Estados por sus recursos energéticos (petróleo).
Dichas relaciones bilaterales se mantienen firmes a pesar de la
reducción en las exportaciones iraníes a China e India en el último año
por culpa de las sanciones internacionales impuestas al Estado persa por
el desarrollo de su programa nuclear.
Sin embargo, en lo referente a la relación entre China y la India no
sólo son rivales regionales y “marítimos” en el Océano Índico, sino que
además pertenecen a dos sistemas de alianzas y bloques de seguridad
diferentes agravado por el hecho que China mantiene una buena relación
bilateral con el principal rival de la India, Pakistán. En este
escenario de rivalidad y durante el año 2013, surge un nuevo punto de
fricción entre China y la India: el interés mutuo por el puerto iraní de Chabahar.
Es
en este conflicto cuando China ejerce una política exterior de “amante
fogosa” al inmiscuirse en la negociación de un acuerdo bilateral entre
Irán y la India en la que este segundo Estado se compromete a aportar
una inversión de unos 60 millones de euros para la renovación del puerto
iraní de Chabahar, puerto en el cual el gobierno indio ya ha realizado
inversiones para su construcción y mantenimiento. Con este acuerdo, la
India pretende seguir teniendo un acceso preferente a dicha instalación.
Sin embargo, China reacciona a la negociación torpedeando el acuerdo
con una oferta de crédito a Irán por la misma cantidad de dinero a
cambio de ocupar una posición de privilegio en el uso de dicho puerto en
detrimento de la India.
La importancia del puerto de Chabahar para la India radica en que es
un punto clave para asegurar su ruta marítima y comercial hacia Asia
Central y Afganistán. Al mismo tiempo sirve para contrarrestar la
formación del “collar de perlas” chino en el marco de la estrategia del
“diamante de seguridad” (aunque Estados Unidos haya mostrado su recelo a
dicha inversión en Irán), sobre todo, tras el acuerdo entre el gobierno
paquistaní y chino de febrero de 2013 en el que China asume el control
del puerto de aguas profundas de Gwadar (Pakistán), a solo 75 km de
Chabahar.
Por su parte y como ya se menciona anteriormente, para China
conseguir ser el actor exterior influyente en el puerto de Chabahar
significa poder reforzar su estrategia del “collar de perlas” tras su
logro de Gwadar y conseguir proyectos similares en los puertos de
Hambantota (Sri Lanka), Sittwe (Myanmar) y Chittagong (Bangladesh).
Además, consolidaría su estrategia de AA/AD y daría un paso adelante en
la política de segurización de sus rutas marítimas con origen en Oriente
Medio, de donde procede el 60% de sus importaciones de petróleo con
datos de 2011, y África.
Por ello, China aplica la política de “amante fogosa” para
interferir, sin el uso o amenaza del uso de la fuerza, en la negociación
previa de un acuerdo bilateral entre Irán e India con el objetivo de
conseguir un resultado de suma cero frente a su rival. Es decir, acceso
preferente en el puerto de Chabahar desplazando a la India de dicha
posición.
2) Estados Unidos, el “amante fogoso” en la relación bilateral entre Myanmar y China.
En el segundo caso de estudio, Estados Unidos es quien ejerce de
“amante fogoso” e intenta alterar la relación bilateral entre China, su
Estado rival, y Myanmar, su objeto de deseo, con la finalidad a corto
plazo no tanto de incorporarlo a su sistema de seguridad, sino más bien
de evitar un alineamiento sólido de Myanmar con el bloque liderado por
China y contrapesar la influencia de éste sobre el gobierno de Naipyidó.
En
esta dirección y especialmente durante las dos últimas décadas de
gobierno de la Junta militar en Myanmar, China ha sido el actor exterior
más influyente en su territorio y el principal apoyo y valedor de la
dictadura militar. De hecho, China actualmente sigue siendo el principal
inversor en Myanmar. Como contrapartida, la Junta militar birmana fue
uno de los estados regionales más leales a Beijing forjándose con ello
una relación bilateral fluida y estable.
Sin embargo, este escenario empieza a sufrir variaciones cuando el
sector de los “softliners” de la Junta de los generales impulsa y logra
consolidar un paquete de reformas políticas en el año 2009. Las mismas
desembocan en la celebración de elecciones en 2010 de la que surge un
nuevo gobierno a principios de 2011 liderado por Thein Sein, ex general
de la Junta y uno de los principales artífices de este proceso
reformista dentro del Estado.
Dicho proceso va a afectar a las relaciones bilaterales con China por
dos factores que se producen de forma paralela: en el primero de ellos y
una vez establecido el nuevo ejecutivo, Thein Sein adopta una nueva
política exterior denominada con el nombre de “Look West”
por algunos analistas birmanos como Aung Tun. Con “Look West”, Myanmar
pretende abrirse a las inversiones y cooperación con otros actores
externos para intentar disminuir la excesiva dependencia de Myanmar
respecto a China. No obstante, el gobierno de Thein Sein pretende seguir
manteniendo la cooperación y la buena sintonía con Beijing como se
demuestra con el proyecto del puerto de Sittwe o los proyectos conjuntos en materia de seguridad energética y otro tipo de infraestructuras de gran interés para China.
Un segundo factor es la aparición de un “amante fogoso”, Estados
Unidos, que quiere sacar provecho del nuevo contexto político y
aperturista surgido en Myanmar. Así, la administración Obama ve en dicha
apertura una oportunidad de introducirse en un Estado clave para su
estrategia de contención y rebalancing hacia China. En
realidad, sus posibles futuras ganancias con su presencia en Myanmar van
en detrimento de las de Beijing en un juego de suma cero entre ambos.
En esta dirección y gracias a las reformas emprendidas desde Myanmar y
al “Pivot/Rebalancing to Asia” de Obama, la política de doble vía
estadounidense va dando más zanahoria que palos al gobierno de Thein
Sein. Como muestra de ello, la suspensión de algunos paquetes de
sanciones contra Myanmar o el restablecimiento de las relaciones
diplomáticas a nivel de embajadas que estaban rotas desde 1988. Esta
aproximación entre ambos estados se escenifica de forma oficial en
noviembre de 2012 con la visita de Obama a Myanmar que es devuelta por
Thein Sein en mayo de 2013.
A
partir de aquí, Estados Unidos pretende conseguir una relación
económica estable para incrementar su influencia no sólo en Myanmar,
sino también en el área del sudeste asiático a costa de los intereses de
China. Además, Estados Unidos ha tanteado la posibilidad de establecer
una cooperación militar que resultaría clave para alterar el presente
sistema de alianzas y de equilibrios regional. A cambio, Myanmar
persigue que Estados Unidos anule todas las sanciones impuestas contra
su Estado y la normalización completa de las relaciones bilaterales.
Por este conjunto de razones, China, el Estado rival, mira con recelo
la irrupción del “amante fogoso” ya que Myanmar es un punto clave
dentro de su estrategia de seguridad del “collar de perlas” y del AA/AD.
En conclusión, en este artículo se presenta el concepto de “amante
fogoso” como un tipo de política exterior aplicada por un tercer Estado
para interferir en la relación bilateral de otros dos, sin que dicha
acción intrusiva comporte el uso o la amenaza de uso de la fuerza. El
objetivo del “amante fogoso” con su acción es conseguir un resultado de
suma cero respecto al Estado rival. Tal como se muestra en los dos
ejemplos, tanto Estados Unidos como China emplean dicha política de
“amante fogosa”, conjuntamente con otras, para intentar lograr los
objetivos marcados en sus respectivas políticas exteriores y estrategias
de seguridad en la región asiática.
*Xavier Servitja Roca es ayudante de investigación en el Grupo de Estudios y Seguridad Internacional (GESI).
http://www.defensa.com
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