"No se dónde me he metido, pero oigo tiros por todos lados". 
Así se explicó por teléfono móvil un vecino de Zaragoza a su mujer 
después de que se colara para buscar setas en el campo militar de San 
Gregorio el pasado 2 de noviembre, domingo. Coincidía el día y la hora 
con unos ejercicios de artillería en el recinto y el buen hombre se 
había extraviado cerca del objetivo.
 La llamada a su mujer pudo salvarle la vida, ya que esta alertó a
 las autoridades y la unidad militar que se había desplegado ese día en 
el recinto ordenó parar las baterías.
 En verdad que se había perdido y no podía facilitar el dominguero las coordenadas para su pronta localización en la sábana
 del Castellar. Fue necesario movilizar a cinco patrullas militares y a 
siete de la Guardia Civil para buscarle, mientras los cañones estaban en
 silencio durante seis horas.
 El intruso debió pensar que los militares guardaban la fiesta bíblica y que ese día no había guerra para aprovechar las setas que crecen en las trincheras, hasta que se vio envuelto en el barullo.
 Como ocurre en otros casos, el implicado debió atribuir su 
extravío a despiste, pero la justificación tiene un fundamento débil, 
porque estos hechos se repiten con demasiada frecuencia y con el 
consiguiente peligro para las personas.
 Son ya habituales desde hace años los conflictos con los 
ganaderos que introducen sus rebaños para aprovechar los reducidos 
pastos que creen en San Gregorio. A ellos se unen los cazadores, los 
ciclistas, los buscadores de setas y hasta los senderistas. En los 
últimos meses se han tramitado un total de 120 denuncias por estas 
irrupciones.
 San Gregorio, cuya desmilitarización es una vieja reivindicación
 de diversos colectivos sociales, tiene un perímetro de 108 kilómetros 
que esta vallado y señalizado. El acceso solo se permite a personal 
autorizado y algunos trágicos sucesos que han afectado a personal civil 
en las últimas décadas aconsejan evitar el lugar mientras persista su 
actual uso castrense, no solo por los tiros, sino también por los restos
 de material militar susceptibles de activarse. 










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