Hoy, 27 de julio, se cumple el sexagésimo aniversario de la firma del armisticio que puso fin a la guerra de Corea.
Por lo demás, desde el punto de vista formal 
la guerra no terminó y ejerció una enorme influencia en toda la historia
 posterior de los dos estados coreanos.
Precisamente el 
armisticio firmado el 27 de julio de 1953 dio origen a la península de 
Corea que hoy existe en el mapa. Muchos de los problemas y 
contradicciones de la Corea de nuestros días se remontan precisamente a 
los tiempos de la guerra de Corea.
Corea no es el único 
país dividido en el planeta. En el siglo XX asimismo quedaron divididos 
Alemania, Yemen, Vietnam y China. Pero la peculiaridad de la situación 
coreana consiste en que se derramó mucha sangre entre las dos mitades 
del país dividido.
Alemania Oriental y Occidental no combatieron entre 
sí. En China, la guerra entre los partidos comunista y nacionalista 
(Kuomintang) fue muy cruenta, aunque, de todos modos, estaba a la sombre
 de la guerra entre China y Japón. Pero en Corea, la guerra entre el 
Norte y el Sur, realmente no terminó en nada, si bien el pueblo coreano 
sufrió una enorme cantidad de víctimas.
Ambos estados 
coreanos presentan rasgos de los tiempos de la guerra de Corea. 
Recordemos, por ejemplo, que a lo largo de varias décadas Corea del Sur 
fue una dictadura militar. De hecho era la única dictadura militar en 
Asia del Este. El papel político desempeñado por el ejército en Corea 
del Sur está ligado a la experiencia de los años bélicos. La Ley de 
Seguridad Nacional es otra herencia complicada de la guerra. Si no fuera
 por la gran cantidad de sangre derramada, a los conservadores 
surcoreanos les hubiera resultado mucho más difícil justificar la 
existencia de esa ley antidemocrática.
Por
 otra parte, la guerra ejerció una influencia mucho mayor sobre Corea 
del Norte. Precisamente en los años bélicos se formó la élite gobernante
 norcoreana. Desde el fin de la guerra y hasta la década de 1990 los 
altos y medianos cargos dirigentes en la República Popular Democrática 
de Corea (RPDC) fueron ocupados por exgenerales y oficiales de la guerra
 de Corea. Su concepción del mundo fue conformada en buena medida por la
 ideología y la política oficial norcoreana.
Los 
veteranos dirigentes norcoreanos sacaron varias lecciones de la guerra 
de Corea. Lamentablemente, la mayoría de esas lecciones resultaron ser 
poco aplicables a la vida pacífica, aunque se necesitaron muchos años 
para tomar conciencia de tal hecho.
La primera lección 
de la guerra de Corea fue la actitud apasionada hacia el ejército y el 
poderío militar tan característica para la RPDC. El mantenimiento del 
poderío del ejército empezó a acogerse como un objetivo propio.
A
 lo largo de décadas los dirigentes surcoreanos consideraban que su 
tarea básica era acrecentar al máximo el poderío militar el país y no su
 potencial económico.
En segundo lugar, precisamente en
 los años de la guerra de Corea, en la élite política norcoreana se 
conformaba la opinión de que las tareas políticas más difíciles pueden 
ser resueltas por medio de la fuerza militar. De allí la desconfianza en
 la diplomacia, la percepción de cualquier conflicto internacional como 
un “juego de suma cero”, en el que una parte pierde inevitablemente, y 
la otra – gana.
La tercera deducción que sacaron de la 
guerra en Pyongyang fue que las cuestiones más complicadas del 
desarrollo económico y técnico pueden resolverse mediante la 
movilización. Los excoroneles y generales al término de la conflagración
 en 1953 se pusieron al frente de las fábricas y ferrocarriles 
utilizando los mismos métodos de dirección que aprendieron en los 
frentes de batalla y que muy bien funcionaban en las unidades militares. 
De allí el carácter planificado y de movilización de la economía 
norcoreana. Por cierto que todas las economías planificadas son de tipo 
soviético, pero en Corea del Norte esta peculiaridad se manifestó de 
manera inusualmente brillante. Sabido es que esta peculiaridad, en 
definitiva, le hizo un mal juego a la economía norcoreana y, en buen 
grado, provocó la catastrófica crisis de la década de 1990.
De
 modo que la herencia de la guerra no solo se limita a las destrucciones
 y muertes, sino también a los cambios de conciencia. Por otra parte, es
 muy probable que la guerra de Corea empiece a quedar en el pasado. 
Ahora el poder en ambas Coreas está en manos de los hijos de los 
combatientes, pero ya son sustituidos por los nietos.
Sin
 embargo, el mayor problema generado por la guerra todavía no ha sido 
resuelto. Se trata de la división del país. Y no se excluye que las 
Coreas tengan que vivir aún muchos años con ese problema.







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