Helicópteros para montañas y desiertos…
El
primer contacto para el suministro de Mi-17 para Afganistán por cuenta
de EEUU fue sellado en mayo de 2011. Incluía un acuerdo de adquisición
de veintiún helicópteros Mi-17B-5 por un valor de 375,05 dólares y la
opción a doce aparatos más, que posteriormente se materializó.
El pasado
17 de junio el Pentágono cerró un acuerdo sobre la adquisición de
treinta Mi-17 y asimismo sobre el suministro de piezas de repuesto para
esos aparatos y su mantenimiento. El valor del contrato ascendió a unos
572,2 millones de dólares. El Pentágono tenía previsto añadir otros
quince helicópteros, pero los opositores a la transacción en el Congreso
obligaron a los uniformados a retroceder –temporal o definitivamente–
de momento no se sabe.
La anulación de la transacción fue anunciada por
la Agencia Associated Press, que cita al senador por el Partido
Republicano, John Cornyn, quien es uno de los principales detractores de
la transacción.
Las
razones que obligaron a los políticos estadounidenses a luchar contra
el contrato son tan claras como las razones que obligaron a los
militares a aceptarlo.
El
Mi-17 –versión de exportación de la plataforma Mi-8 en permanente
desarrollo– es conocido en Afganistán desde principios de los años 70.
La Unión Soviética exportaba este tipo de helicópteros al país asiático
desde los tiempos del rey Mohammad Zahir Shah. Más adelante, el Mi-8 ya
era el helicóptero principal de las Fuerzas Armadas de Afganistán. Fue
explotado incluso después de la desintegración de la URSS y de la caída
de Mohammad Najibullah.
En realidad, es el único helicóptero con el que
se familiarizaron varias generaciones de pilotos y técnicos afganos.
Esta circunstancia, en combinación con la excelente adaptación del Mi-17
a las condiciones afganas, hizo que la elección de esta máquina
renovada fuese absolutamente natural. Teniendo en cuenta la próxima
retirada de las tropas de EEUU y de sus aliados del país, en los últimos
años crecieron de forma ininterrumpida los gastos para el rearme y la
recapacitación del Ejército Nacional Afgano.
EEUU
es uno de los grandes fabricantes de helicópteros del mundo y,
obviamente, las compañías norteamericanas no dejarán escapar la
posibilidad de obtener buenas ganancias. La resistencia al acuerdo con
Rusia se ejercía aún en la fase de la preparación del primer contrato y
posteriormente – conforme iban empeorando las relaciones entre EEUU y
Rusia. Esto se volvía más notorio a medida que se acumulaban los
problemas presupuestarios en EEUU.
En
agosto se abrió una investigación penal por la adquisición de
helicópteros a la compañía estatal de exportación de armamento
Rosoboronexport. El Pentágono fue acusado de compra de maquinaria de
guerra al exportador ruso a precios elevados.
Los
medios subrayan que los senadores que cursaron una carta abierta al
jefe del Pentágono, Chuck Hagel, en la que le exigen desistir de la
adquisición de una partida de Mi-17, probablemente, estaban
materialmente interesados en la cancelación de los suministros. Sabido
es que los gigantes del sector de la Defensa de EEUU, entre ellos
Sikorsky y Boeing, gastan ingentes medios para las actividades de
cabildeo.
De
momento no se sabe si la resolución ha sido tomada de forma definitiva.
Es posible que John Cornyn dé por real lo deseado. No cabe duda de que
el Pentágono no ve sentido alguno en el equipamiento de las Fuerzas
Armadas de Afganistán con helicópteros norteamericanos. Solo se trata de
dónde y qué aparatos soviéticos o rusos comprar: serán los nuevos
helicópteros rusos Mi-17, o, digamos, los de segunda mano de los que ya
disponen las fuerzas aéreas de los expaíses del Tratado de Varsovia, hoy
aliados de EEUU en la OTAN, reparados y equipados con participación de
compañías estadounidenses.
Foto: RIAN
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