miércoles, 17 de octubre de 2012

El caza de quinta generación será muy diferente

 

 



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Los cazas de cuarta generación, cuyos prototipos realizaron sus primeros vuelos en la década de los años setenta, permanecerán  en servicio operacional en la Fuerza Aérea de muchos países del mundo durante muchas décadas más.
Pero estos aparatos paulatinamente se vuelven obsoletos. Las principales potencias aeronáuticas del mundo, entre ellas Rusia, EEUU y China, apuestan por los cazas de quinta generación cuyo desarrollo avanza a toda potencia, en la actualidad.
Desarrollo de cazas de nueva generación condiciona el aumento de los precios
El proceso de desarrollo del material bélico se caracteriza por el contínuo aumento del costo de nuevos sistemas y la industria aeronáutica no es la excepción. El precio de un caza de nueva generación sube aproximádamente unas diez veces, mientras que el período de su desarrollo, desde la entrega de las especificaciones técnicas hasta el primer vuelo del aparato prototipo es dos veces superior que el tiempo utilizado en los modelos de generaciones anteriores.
Por ejemplo, el precio del caza estadounidense de quinta generación F-22 era de unos trescientos millones de dólares a principios de los 2000, es decir, diez veces más que el precio del aparato de cuarta generación F-15 a mediados de los años setenta. Por otro lado, el desarrollo del F-22, desde su inicio hasta el primer vuelo del prototipo del avión en 1997, sumó dieciseis años. Mientras, el F-15 fue desarrollado en menos de siete años, desde el diciembre de 1965 hasta el julio de 1972.
El crecimiento de precios y plazos de desarrollo de nuevos aparatos, en la década de los ochenta, EEUU y la URSS lo atribuyeron a la “guerra fría” y y al intenso trabajando de la carrera armamentista para adelantar al adversario.
Después de la desintegración de la URSS en 1991, en EEUU se planteó la polémica en torno a la necesidad de continuar el desarrollo del caza F-22 y del avión bombardero B-2. La desaparición del enemigo número uno de Washington condujo a la reducción del número de aparatos B-2.
Si inicialmente se preveía fabricar cien bombarderos de este tipo, en resultado fueron fabricados solo veinte aparatos. El número de los F-22 asimismo fue reducido. Se ensamblaron solo doscientos cazas de este modelo, en lugar de los casi 1000 aparatos previstos. Además, fueron reducidos los gastos para la dotación del F-22 con el equipo más avanzado. En particular, el aparato carece de radar lateral.
Durante el período de un drástico recorte de los pedidos para el suministro del F-22 por la administración del entonces presidente de EEUU, Bill Clinton, esta medida fue absolutamente adecuada. En aquella época, el estado de la Fuerza Aérea estadounidense garantizaba su superioridad tecnológica sobre cualquier adversario.
Pero a principios de los 2000, la situación cambió. Los aviones de cuarta generación se difundieron por todo el mundo. Rusia suministró los cazas Su-27 y Su-30 a China. Posteriormente, vendió sus versiones modificadas a la India y otros países que no demostraban una lealtad incondicional hacia EEUU. Esto planteó ante Washington un serio problema. En caso de un conflicto armado con un país pequeño, como Iraq en 1991, o la antigua Yugoslavia en 1999, EEUU pudo conseguir la victoria simplemente debido a la superioridad numérica y tecnológica de sus Fuerzas Armadas.
Pero en caso de contradicciones más graves entre EEUU y China o India, por ejemplo, Washington puede verse ante una situación más complicada. El parque de cazas cuya base la componían decenas o centenas de aparatos Su-27 y sus versiones modificadas representaba una seria amenaza a la superioridad de EEUU en el aire.
Por otro lado, fue difícil resolver este problema al completar los arsenales de la Fuerza Aérea de EEUU con un mayor número de los cazas F-22. Su precio era demasiado alto y, además, la exportación de estos aparatos fue prohibida. Tanto EEUU como sus socios necesitaban un nuevo avión de combate capaz de competir con los cazas fabricados por la oficina rusa de diseño Sukhoi.
Se empezó a desarrollar el caza F-35 con estos fines, pero el proceso de su desarrollo fue demasiado complicado. Una gama de exigencias contradictorias junto con el intento de reducir el precio del nuevo aparato conllevó la postergación de los plazos de su desarrollo y el crecimiento de su costo. Hoy en día, el precio de un aparato F-35 asciende a unos ciento cincuenta millones de dólares, lo que supera en dos veces los planes iniciales. Es posible que en caso de que este caza empiece a fabricarse en serie, su precio se reduzca hasta las cifras más aceptables.
Las partes vuelven a competir
El vuelo del caza ruso de quinta generación T-50, sus pruebas, la suscripción del contrato con la India y los intentos de Rusia de suministrar el aparato a otros países dieron a EEUU un nuevo impulso al continuar el desarrollo del F-35 e iniciar las investigaciones acerca del modelo hipotético de la sexta generación. Hoy en día, el Su-30 y otros aparatos fabricados en base a la plataforma Т-10 siguen siendo la amenaza principal, pero cuando el Т-50 concluya las pruebas con éxito y empiece a fabricarse en serie, la situación puede cambiar.
Las capacidades del F-35 se ponen en duda incluso en su competición virtual con el Su-27 y Su-30. Mientras, según muchos expertos rusos y extranjeros, el Т-50 es un rival mucho más serio.
Los planes de los Ejércitos del Aire de Rusia y la India para completar sus arsenales con unos doscientos o doscientos cincuenta aviones T-50 hacia 2030 y la suscripción hipotética de los contratos de suministro de este aparato con Argelia, Vietnam, países de Oriente Próximo lanzan desafío a EEUU y sus aliados que pueden acelerar el desarrollo del caza de nueva generación.
Enigmas del Lejano Oriente
Las potencias aeronáuticas menos importantes, incluida China y Japón, asimismo empezaron a desarrollar cazas de quinta generación. Al Imperio Celeste no le dieron un impulso principal el T-50 o el F-35, sino la incorporación en servicio operacional de la Fuerza Aérea hindú de los cazas Su-30MKI dotados con la aviónica más avanzada. Mientras, Japón no pudo pasar por alto el programa chino de desarrollo del caza de quinta generación. Tokio no descarta la posibilidad de un hipotético conflicto armado con China.
Es difícil decir algo concreto respecto al potencial de los aparatos chinos y nipones de nueva generación. Se conoce los problemas que afronta China en el proceso del dominio de las últimas tecnologías de la industria aeronáutica. Y el caza nipón no ha subido en el aire todavía. Pero el rumbo tomado por ambos países hacia la incorporación en los arsenales de sus Fuerzas Aéreas de los cazas de quinta generación está bien determinado. Todo depende en gran medida de la disponibilidad de recursos y es cuestión de tiempo.

ek/as/ap
http://spanish.ruvr.ru /  Iliá Krámnik

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