afp Entierro de un miliciano iraquí en la ciudad de Nayaf este jueves
Ni la ayuda de EE.UU. sirve para impedir que los militares huyan del avance de los yihadistas
Cuando el grupo yihadista Estado Islámico (EI) izó su bandera negra en Ramadi todos los ojos volvieron a fijarse en las fuerzas de seguridad de Irak. La capital de la provincia de Al Anbar, bastión suní y foco principal de Al Qaeda tras la invasión estadounidense, sucumbió tras apenas 48 horas de combates. Un año después de las caídas de Tikrit y Mosul la historia se volvía a repetir, con la diferencia de que en los últimos doce meses la alianza contra el califato
 que lidera Estados Unidos ha realizado más de 3.000 ataques contra 
posiciones del EI y ha entregado nuevo armamento a las fuerzas iraquíes.
 No parece suficiente para frenar el avance de los hombres de Abu Baker Al Bagdadi que se sitúan a 130 kilómetros de Bagdad.
El secretario de Defensa estadounidense, Ashton Carter, acusó a los soldados iraquíes de «falta de voluntad» para enfrentarse al EI, un problema que se remonta a la decisión de George Bush de disolver las fuerzas armadas de Sadam Husein y
 crear unas nuevas desde cero. Según los datos del ministerio de Defensa
 el Ejército llegó a contar con 250.000 hombres (193.000 después de la 
irrupción del EI) y Estado Unidos invirtió 25.000 millones de dólares en
 ocho años de formación y venta de armamento (cuentan con más de 150 
tanques Abrams M1 y el primer F16 se entregó en junio).
«Soldados fantasma»
Los expertos, sin embargo, calculan que en estos momentos 
los iraquíes no contarían con más de 48.000 hombres. Las retiradas de 
Tikrit y Mosul sacaron a la luz escándalos de corrupción como el de los «soldados fantasma», 50.000
 nombres ficticios en nómina que o nunca existieron o dejaron de prestar
 servicio, pero sus salarios han seguido pagándose. Esto hace que las 
cifras oficiales que maneja el ministerio de Defensa sean solo 
orientativas porque esos números no se ven reflejados sobre el terreno. 
El factor sorpresa de Mosul y Tikrit en junio de 2014 no 
sirve para justificar lo sucedido en Ramadi porque el ministerio de 
Defensa conoce ahora al enemigo al que se enfrenta. Mientras en otros 
puntos del califato se libran violentos e interminables combates en 
otros como Ramadi el EI ha logrado su objetivo en cuestión de horas. 
Un 
oficial kurdo del Ejército de Irak relató al portal de noticias kurdo 
Rudaw la retirada de Ramadi, de donde salió en el último convoy, una 
retirada que «empezó dos días antes de la llegada del EI cuando la 
unidad de Operaciones Especiales,
 cuerpo de élite formada por Estados Unidos durante el mandato de Nuri 
Al Maliki como primer ministro, empezaron a prepararlo todo para 
abandonar su base». Una decisión que el militar kurdo interpreta como 
«política. Podría ser que las fuerzas chiíes próximas a Maliki 
cometieran esta traición para dejar en evidencia al nuevo primer 
ministro y derrocar su Gobierno». 
La pérdida del control del gobierno a manos de Haider Al Abadi,
 pese a ser el candidato más votado, no sentó nada bien a un Maliki que 
sigue siendo el vicepresidente del país y, sobre todo, la persona que 
controla algunas de las milicias chiíes más fuertes, las encargadas de 
llenar el vacío dejado por las tropas regulares. Además de la unidad de 
Operaciones Especiales Irak contaba con la 7ª División y la 1º Brigada 
mecanizada de la 1º División en Ramadi, sobre el papel, más de 12.000 
hombres. 
Jack Keane, militar estadounidense retirado con dilatada 
experiencia en Irak, se sinceró con la revista Time a la que aseguró que
 el desastre actual se fraguó en los ocho años de mandato de Maliki
 en los que «quitó de sus puestos a los comandantes suníes para 
reemplazarlos por chiíes, aunque fueran menos competentes. Esto 
convirtió al Ejército en poco más que una milicia sectaria bajo las 
órdenes directas del primer ministro y su círculo más íntimo». Una purga
 realizada bajo la supervisión de las fuerzas estadounidenses, con más 
prisa por organizar su retirada que por formar unas buenas tropas 
regulares. Y una purga que empujó a los antiguos oficiales a pasarse a 
un bando enemigo que con el paso de los años se ha convertido en el EI, 
donde se mezclan fanáticos religiosos con antiguos militares baazistas 
víctimas del sectarismo de las nuevas autoridades y que aportan a la 
insurgencia la experiencia de años de servicio.
Falta de «espíritu nacional 
El abandono de sus puestos de la unidad de Operaciones 
Especiales fue como el de las unidades que abandonaron sus cuarteles en 
Tikrit y Mosul en junio, sin oponer resistencia y dejando en manos del 
enemigo gran parte del armamento y vehículos. El verano pasado el jefe 
del Estado Mayor Conjunto estadounidense, Martin Dempsey, calculó que 26
 de las 50 brigadas del Ejército iraquí tienen capacidad de respuesta y 
«espíritu nacional», pero en las otras 24 la «masiva presencia» de 
soldados chiíes les convierte en una fuerza «poco creíble»
 para hacer frente al EI.
La unidad de Operaciones Especiales es el 
ejemplo más claro, según los expertos, de un cuerpo formado a base de la
 élite de los soldados chiíes, entrenado por los mejores instructores 
estadounidenses y jordanos, pertrechada con el mejor material del 
mercado, pero purgado para no tener presencia de elementos suníes en 
posiciones clave.
Los números ofrecidos por Martin Dempsey se mantendrían 
hoy, pese al esfuerzo de la comunidad internacional en acelerar el 
entrenamiento de las tropas, un esfuerzo en el que se ha implicado 
también España. Los soldados llegan «desmoralizados» aseguran 
responsables del entrenamiento consultados por ABC, una situación que empeora conforme aumentan los logros del EI.
Esta conclusión la comparte Marina Ottaway, del Woodrow Wilson Center’s
 Middle East Center, según recoge la web especializada en seguridad 
Global Security, que además de la «falta de moral» destaca que «están 
mejor entrenados que nadie y su número es mucho mayor que el del 
enemigo, pero o no saben el motivo por el que luchan o están mal 
dirigidos». 
El 60 por ciento de los iraquíes sigue el chiismo 
duodecimano, el mismo que rige en Irán, frente al 30 por ciento suní, 
secta a la que pertenecía Sadam Husein y que controló el país durante 
décadas convirtiéndose en el eje central de las fuerzas de seguridad. La
 caída de Sadam otorgó el poder a unos chiíes que tras más de dos 
décadas de dictadura, en los que sus líderes sobrevivieron gracias al 
apoyo de la república islámica, aplican con la minoría suní los mismos métodos que ellos habían denunciado antes. Y el Ejército no se libra de esta venganza sectaria.
mikel ayestaran  
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