Ya se ha procedido a redactar el convenio de producción
bajo licencia de estos sistemas, ahora queda por consensuar todos los
términos de transferencia de las tecnologías.
Los Igla-S
están destinados para derribar objetivos aéreos de diverso tipo que
vuelan a baja altura, sobre todo aviones y helicópteros. Los misiles
portátiles antiaéreos son un arma muy temible, basta con recordar la
permanencia del contingente soviético en Afganistán. Después de que EEUU
suministrara a la guerrilla afgana misiles portátiles Stinger, las
tropas soviéticas modificaron a fondo la táctica del empleo de los
helicópteros en misiones de combate.
Mientras antes los
helicópteros Mi-8 subían a una altura de seis mil metros, al caer en
manos de la guerrilla los Stinger bajaron a treinta o sesenta metros,
ocultándose entre los pliegues del paisaje, destaca el director del
Centro de Análisis de Estrategias y Tecnologías, Ruslán Pújov:
–Estos
sistemas demostraron su eficacia en varios otros conflictos, en
particular, en la guerra de corta duración, bastante intensa, que
estalló en 1995 entre Perú y Ecuador. Por lo tanto, muchos desean
adquirir misiles portátiles, mientras son muy pocos los países capaces
de producir estos sistemas de buena calidad. Rusia es uno de tales
países.
Pero a la hora de cerrar las
transacciones, siempre debe tenerse en cuenta la experiencia negativa.
En su tiempo, Rusia vendió la tecnología de fabricación de los misiles
Igla a Polonia que montó la producción de sus propios misiles Grom y se
puso a venderlos a terceros países, incluyendo Georgia, aunque el
contrato no estipulaba la posibilidad de reexportación sin el
consentimiento de Rusia.
Polonia incumplió las cláusulas del contrato y
en 2007 vendió a Georgia unos treinta lanzadores Grom y ciento misiles
antiaéreos para los mismos que el país caucásico empleó en agosto de
2008 durante el conflicto armado en Osetia del Sur. En el caso de
América Latina, no puede descartarse la eventualidad de que los misiles
portátiles caigan en manos de grupos terroristas o extremistas, señala
Ruslán Pújov:
–En su
tiempo, en Perú actuaban grupos terroristas bastante fuertes. Los
poderes centrales, al parecer, consiguieron reprimirlos, pero en todo
momento estos pueden resurgir. La guerrilla sigue campando por sus
respetos en Colombia. En Brasil, de momento, no existen. Pero, dado su
elevado número de habitantes y la alta tasa de pobreza, siempre podrían
emerger grupos terroristas que de una u otra forma se hagan con esta
arma.
A lo largo de los veinte años que los
sistemas Igla se vendieron a Brasil, no se registró un solo caso de su
entrega a personas u organismos no autorizados. No existen normas
internacionales que limiten la venta de misiles portátiles antiaéreos.
Pero Rusia obliga a sus clientes a firmar un protocolo, a tenor del cual
los representantes rusos obtienen el derecho de inspeccionar, de hecho,
sin aviso previo, las áreas de almacenamiento de los misiles para
cerciorarse de que estos están bajo el control del gobierno legítimo y
se usan con fines militares.
Aparte de la producción de
los Igla-S bajo licencia, se baraja la posibilidad de ensamblar en
Brasil sistemas antiaéreos cañón-misil Pantsir-S1. Todo dependerá del
número de sistemas que Brasil compre. Si son veinticinco o treinta,
entonces tiene sentido montar la línea de ensamblaje.
En
líneas generales, las perspectivas de cooperación militar de Rusia con
Brasil no son tan amplias como, digamos, con Venezuela, ya que Brasil ya
compró importantes lotes de armamento a Italia y Francia para el
Ejército de Tierra y la Marina de Guerra, hace poco decidió comprar
aviones suecos Gripen. El proceso de rearme de las FFAA de Brasil de
hecho ya terminó, lo cual no descarta la cooperación en algunos
derroteros.
Foto: rbase.new-factoria.ru
http://spanish.ruvr.ru
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