Los diablos españoles deshacen a los hombres de armas franceses. El Rey de Francia, prisionero.
En
1521 Francia había invadido España por Navarra y la península italiana
donde quería eliminar la presencia española, asentada desde mucho atrás.
Las tropas imperiales estaban mandadas por Fernando Francisco Dávalos,
marqués de Pescara, a quien los infantes españoles adoraban.
Los
franceses pusieron cerco a Pavía -al sur de Milán- donde las tropas de
Antonio de Leyva estaban defendiéndose bien, pero empezaron a faltar
municiones y dinero, lo que hacía peligrar la lealtad de los alemanes.
Para pagarles, Leyva aportó su dinero y las tropas españolas aceptaron
otro retraso en sus pagas. El ejército imperial de socorro aún no estaba
listo por la misma falta de dinero. La miseria y el hambre ya
amenazaban a los defensores.
Bandera de Infantería, 1525. Lámina de
Antonio Manzano |
Por
fin, los imperiales, ya reforzados, se pusieron en marcha desde Lodi
pero hacia Milán porque Pescara pretendía que los franceses retiraran
parte de las fuerzas del asedio, pero no surtió efecto y los imperiales
se dirigieron a Pavía reconquistando por el camino Santo Ángelo.
Los franceses, rectificando su despliegue y reforzando el asedio y la contravalación, querían cerrar el paso del Tesino, rendir Pavía y derrotar a los imperiales. El 7 de febrero los imperiales llegaron a su vista y se fortificaron en una posición desafiante, pronto batida por la artillería enemiga.
Los franceses, rectificando su despliegue y reforzando el asedio y la contravalación, querían cerrar el paso del Tesino, rendir Pavía y derrotar a los imperiales. El 7 de febrero los imperiales llegaron a su vista y se fortificaron en una posición desafiante, pronto batida por la artillería enemiga.
Pescara,
mediante acciones frecuentes y osadas, convirtió las noches en una
pesadilla para los franceses, cuya defensa desconcertaba y así, en la
noche del 19 de febrero, el ataque español penetró en el campamento
francés sembrando el pánico tras lo que se retiraron sin que los
franceses supieran bien qué había sucedido.
Al ataque
Pescara
decidió el ataque resolutivo con una idea enormemente atrevida: meterse
de madrugada en la boca del lobo, el parque de Mirabello, contiguo a
Pavía, romper ahí las líneas francesas y derrotar sucesivamente a las
dos partes enemigas, contando con una salida de los de Pavía mandados
por Leyva.
Según
Piero Pieri, los imperiales contaban con 1.200 caballos ligeros y 800
hombres de armas; en la infantería había 5.000 españoles, 12.000
alemanes y 3.000 italianos; la artillería tenía 17 cañones. Dentro de
Pavía había otros 1.000 españoles y 5.000 lanskenetes alemanes.
Los franceses disponían de 2.000 caballos ligeros y 1.200 hombres de armas -mandados éstos por el Rey de Francia-; a pie, 6.000 franceses, 4.000 italianos, 5.000 lanskenetes y 8.000 suizos. Además, 30 cañones y, en otras partes, otros 10.000 de a pie y algo de caballería.
Los franceses disponían de 2.000 caballos ligeros y 1.200 hombres de armas -mandados éstos por el Rey de Francia-; a pie, 6.000 franceses, 4.000 italianos, 5.000 lanskenetes y 8.000 suizos. Además, 30 cañones y, en otras partes, otros 10.000 de a pie y algo de caballería.
De
la batalla destaca el brillante ataque de la vanguardia francesa contra
los italianos, que se retiraron perdiéndose mucha artillería, pero
aquélla retrocedió con muchas bajas. Tras semejante descalabro, Pescara,
con "valor frío, tranquilo e imperturbable" recompuso las filas y
ordenó un ataque general. Una de las claves de la victoria fue que, en
cierto momento, un destacamento de arcabuceros españoles batió de flanco
a los hombres de armas franceses, la orgullosa caballería nobiliaria, a
la que deshicieron por completo, incapaces de librarse de la incesante
lluvia de balas que recibían. Luego, se produjo la desbandada de los
mercenarios, la explosión del polvorín francés, y, finalmente, la
victoria de los imperiales.
En palabras de Clonard:
"Casi todo el honor de esta jornada perteneció a los arcabuceros españoles. Después de haber conmovido la caballería francesa, marcharon sobre la artillería, mataron uno por uno a todos los artilleros, se inutilizaron todas las piezas y desjarretaron los caballos".
Las bajas causadas por los diablos
Los
franceses tuvieron más de 8.000 muertos. De ellos destacaba el
Almirante Bonnivet, quien poco antes había escrito al Barón de Lautrec:
"Yo no sé qué diga, sino que ellos son cinco mil españoles que parecen cinco mil hombres de armas, y cinco mil caballos ligeros, y cinco mil infantes, y cinco mil gastadores, y cinco mil diablos que los soporten."
También murieron o quedaron prisioneros casi todos los nobles y caballeros que sobrevivieron.
El
Marqués de Pescara acabó con su caballo herido dos veces y él mismo con
la coraza atravesada por una bala que le impactó en el tronco. Las
bajas imperiales se cifraron en unos 700 muertos.
Una bala de oro y diez de plata
La
baja más importante fue la del mismo Rey de Francia. Su caballo, en
plena carga, resultó derribado atrapando a su jinete. Se le acercó un
infante español, guipuzcoano, Juan Villarta (otros lo nombran como Juan
de Urbieta, de Hernani, y añaden a Alonso Pita, gallego, y Diego Dávila,
caballero granadino), intuyendo que por el lujo de su armadura, armas y
equipos, sería un caballero importante -y que podría obtener un buen
rescate por él, práctica habitual en aquellas batallas-, metiéndole la
punta de la espada por un intersticio de la armadura le conminó a
rendírsele. El rey le contestó orgulloso que era el Rey de Francia y
sólo se rendiría al Emperador. Esta situación la salvó un Rey de Armas
que reconoció al rey francés y éste aceptó darle su espada y su
guantelete en señal de rendición.
Tras
el fin de la batalla, y una vez conocida la insólita noticia de tener
prisionero al mismísimo Rey de Francia, las tropas, eufóricas por la
gran victoria, se agolpaban para contemplarlo y los más osados le
arrancaban partes del penacho y las vestiduras para llevarse un
recuerdo.
Uno de los relatos, sin duda embellecido a lo largo del tiempo, nos cuenta que se le acercó un soldado español y le dijo, más o menos: "Señor, anoche, preparando la batalla, fundí para mi arcabuz diez balas de plata y una de oro. Las primeras las empleé bien contra caballeros de VM. que no volverán a levantarse. Tenía reservada la de oro para Vos y, de haberos visto en la batalla, os habría acertado. Aquí os la obsequio ahora; os servirá para pagar vuestro rescate, pues pesa una onza y vale ocho ducados".
Uno de los relatos, sin duda embellecido a lo largo del tiempo, nos cuenta que se le acercó un soldado español y le dijo, más o menos: "Señor, anoche, preparando la batalla, fundí para mi arcabuz diez balas de plata y una de oro. Las primeras las empleé bien contra caballeros de VM. que no volverán a levantarse. Tenía reservada la de oro para Vos y, de haberos visto en la batalla, os habría acertado. Aquí os la obsequio ahora; os servirá para pagar vuestro rescate, pues pesa una onza y vale ocho ducados".
La espada robada
Copia antigua de una litografía con la
espada de Francisco I
|
La
espada que Francisco I entregó en señal de rendición pasó a la Armería
Real del Emperador Carlos, junto con la borgoñota, la manopla, la tarja
(especie de escudo adosado a la armadura), la testera de su caballo, una
daga, etc.
Pero
siglos adelante, en plena rendición a la voluntad napoleónica, Murat
ordenó que se le diera la espada del rey de Francia y así se hizo sin
oposición. Ahora sólo nos queda de ella un dibujo bellamente realizado
que nos da perfecta idea de cómo era tan importante como legítimo trofeo
de guerra.
Pavía en la memoria
Para
perpetuar la memoria de aquella gran victoria, el 10 de febrero de 1718
se dio el nombre fijo de Pavía a un regimiento de dragones creado a
finales del XVII precisamente en Milán y que, hasta entonces, siguiendo
la costumbre de la época, era identificado por el nombre de su coronel.
Y entre los Regimientos de Infantería, en 1877 se dio el nombre de Pavía al número 50 de los de este Arma.
Fotografía de portada: Bandera de Infantería, 1525. Lámina de Antonio Manzano
Antonio Manzano
http://www.revistatenea.es/
¿podriamos repetirlo eso hoy en dia?
ResponderEliminarNo ! Pepe, definitivamente..NO, si no somos capaces de sacar a los ingleses de Gibraltar ???
ResponderEliminary si empezamos una emigracion masiba?
ResponderEliminarAhì no cabe mas gente Pepe, en esa roca viven 30.000 personas, pero si se podrìa lo que hizo Marruecos en el antiguo Sahara Español, la marcha verde ! si hacemos una marcha de 200.000 personas y nos metemos dentro, ni la UE entera nos podrà sacar.
ResponderEliminarjajajajajajaj, bueno seria una idea. deja que me lo piense y hable con la comunidad de mis vecinos somos 75
ResponderEliminarBien Pepe ! apuntame en la lista, yo consigo unos 120, ja,ja,ja, saludos
ResponderEliminarme apunto-yo llevo a los jubilados de mi pueblo y si hace falta polvora,la traigo de las fallas de este año
ResponderEliminarBien Ramòn los llevamos en bus hasta la verja, de ahì caminando, ya faltan menos, saludos
ResponderEliminarvenga ya tenemos polvora y jubilados ¿tienen seguro medicco ramon?
ResponderEliminarPepe ! no se si tendràn seguro mèdico, pero Ramòn està construyendo un tanque de guerra de manufactura casera, la cosa va en serio !
ResponderEliminary si envez de llevar un tamque le arrojos persevativos ¿tu piensas que asi se joderan mas?
ResponderEliminary si envez de llevar un tamque le arrojos persevativos ¿tu piensas que asi se joderan mas?
ResponderEliminarBuena idea ! asi de 30.000 pronto bajaran a 10 o 12.000, los empujamos al mar via Marruecos...que es de donde provienen, ja,ja,jA, Pepe ! tienes unas ideas extratègicaas corjo-nudas.
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