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 Catapulta de un Hermes 450
Con el objetivo de proteger a otros usuarios del 
espacio aéreo las aeronaves no tripuladas llevan años realizando sus 
misiones dentro de los límites de áreas de acceso restringido. Pero de 
un tiempo a esta parte, gracias a las posibilidades que ofrece la 
tecnología y debido a la presión de la industria parece haber llegado el
 momento de que su campo de acción se expanda para poder cumplir nuevas 
misiones en el ámbito civil o ampliarlo más en el militar. De ahí, que 
dentro de poco las autoridades reguladoras internacionales decidirán 
sobre permitir su operación fuera de ese espacio aéreo protegido. Una 
decisión que va a poner a prueba la solvencia de nuestras instituciones 
reguladoras aeronáuticas y va a suponer un reto para el control del 
tráfico aéreo como garante en la actualidad de la separación segura 
entre aeronaves en el espacio aéreo controlado.
Introducción
Cuando se piensa en aviones teledirigidos la primera 
imagen que surge es la de aeromodelos guiados desde tierra por medio de 
transmisores de radio. Y aunque en sentido estricto podría denominarse a
 estos “juguetes” como vehículos aéreos no tripulados (UAV, Unmanned 
Aerial Vehicle), hay dos significativas diferencias entre esos aviones 
de “aeromodelismo” y los conocidos como sistemas aéreos no tripulados 
(UAS, Unmanned Aerial System):
1.- Los UAS van equipados con elementos tecnológicos 
con los que pueden realizar misiones variadas tanto en el campo militar 
como en el civil, que obedecen a lo que coloquialmente se conoce como 
misiones 3D: "Dull, Dirty and Dangerous". Es decir, misiones tediosas, 
en ambiente contaminado o peligrosas.
2.- Los hay capaces de operar tanto de forma guiada 
como de forma autónoma desde el despegue al aterrizaje y hasta de volar a
 grandes altitudes y durante cientos o miles de kilómetros, realizar una
 misión en un teatro de operaciones considerado de alto riesgo para un 
tripulante, regresar a su base y aterrizar sin necesidad de intervención
 por parte de un operador humano.
Por otro lado, en sentido amplio puede caracterizarse 
al UAS como un sistema formado de un segmento "aire" y un segmento 
"tierra". El primero lo componen la plataforma de vuelo (propulsión, 
navegación, enlace de datos, etc), la carga útil (o "de pago") adecuada 
para la misión asignada (sensores, cámaras, radar, armamento, etc) y el 
sistema de comunicaciones. Mientras que el segmento "tierra" incluye el 
sistema de control de la aeronave y de la carga útil, los equipos de 
comunicaciones y la estación que permite transmitir la información 
obtenida con los sensores.
![]() Estación de control del Predator.  | 
![]() Detalle de la carga operativa del Predator.  | 
Pero esas mismas características que convierten a esta 
"nueva" aviación en diferente también se configuran en la principal 
limitación operativa que tiene con respecto a la aviación tradicional: 
la dificultad para mantener su separación de otros usuarios del espacio 
aéreo. Una circunstancia esta que ha llevado a situaciones peligrosas y 
que va a suponer todo un reto para la tecnología si se pretende que en 
el futuro comparta de forma segura el medio aéreo con la aviación 
tripulada.
Y es que no hay que olvidar, que los UAS tienen que 
operar por lo general en un espacio aéreo cuya estructura, gestión y 
control están diseñados para aeronaves tripuladas. Como tampoco hay que 
olvidar, que en la aviación convencional la seguridad reside en la 
propia aeronave, en la tripulación que la opera, en las ayudas a la 
navegación y en los sistemas de control y gestión del tráfico aéreo que 
supervisan el vuelo desde el despegue al aterrizaje.
Para ilustrar toda esta problemática a continuación se 
presentan algunas de las incidencias que los UAV (UAS) han tenido en 
distintos entornos operacionales y analizaremos su implicación en la 
seguridad de vuelo, para abordar más adelante el repertorio de 
requisitos que deben establecerse en el campo tecnológico y en el 
regulatorio para que en el futuro los aviones sin piloto puedan 
integrarse con seguridad en las operaciones de vuelo que tienen lugar en
 el espacio aéreo controlado. Y todo, porque como ya se ha comentado hay
 quien se plantea dar respuesta a una creciente presión comercial que 
persigue expandir las operaciones de los UAV fuera de los límites del 
espacio aéreo segregado hacia campos como la seguridad ciudadana, el 
diseño de mapas, la fotografía aérea, la lucha contraincendios o la 
observación del tráfico, entre otros muchos posibles. Y quizás también 
para sustituir dentro de no mucho tiempo y de forma masiva a aviones 
convencionales cuyo coste de explotación resulte elevado y/o su 
operación peligrosa para la tripulación.
Antecedentes
Sistemas de comunicación del Predator 
Los aviones no tripulados han tenido en las últimas 
décadas un papel destacado en diferentes teatros de operaciones en los 
que el espacio aéreo se encontraba hipotecado por los medios inmersos en
 el conflicto bélico de turno. Lamentablemente, la experiencia ha 
demostrado que la segregación era necesaria ya que el hecho de que no 
hubiera un piloto a bordo del avión ha aumentado el riesgo de colisión 
con otros usuarios de ese espacio aéreo. De ahí, que la separación de 
facto que proporciona la segregación se vea como una solución necesaria 
en busca de la seguridad que reclama la aviación tripulada. Al menos, 
hasta que se encuentren soluciones óptimas para sacar a aquellos de su 
confinamiento. Y vamos camino de conseguirlo.
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De momento, el hecho de que el “factor humano” haya 
sido trasladado de la cabina de vuelo al suelo está enfrentándose a su 
propio reto tecnológico y normativo que, probablemente, llevará a 
cambiar el modo en cómo se entiende la aviación hoy debido a que el 
principio básico de la misma: evitar la colisión, ha sido 
tradicionalmente responsabilidad del piloto. 
Por otro lado, para que un UAV pueda llevar a cabo su 
misión es necesario un enlace terrestre de comunicaciones radio y, en 
algunos casos, también vía satélite entre el operador y el avión. Pero 
ese enlace es vulnerable al fallo y a las interferencias. Una incidencia
 que suele ser compensada con capacidad de vuelo autónomo y que, llegado
 el caso, podría suponer una limitación para que el avión pudiera ser 
gestionado por el control de tráfico aéreo. Por tanto, a raíz de esta 
cuestión surgen interesantes preguntas relacionadas, entre otras cosas, 
con el diseño, las pruebas, la validación y la certificación del 
software del sistema de gestión de vuelo, así como si serán necesarios 
procedimientos operacionales específicos para la gestión del tráfico 
aéreo. O si debido a esas limitaciones habrá diferentes criterios de 
separación para los UAV por la posibilidad de que se pudiera perder el 
enlace tierra-aire o se demoren las órdenes de navegación trasmitidas 
por el operador al avión. 
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Problemas operacionales y de seguridad de vuelo
A continuación, se analizan desde el punto de vista de 
la seguridad de vuelo las operaciones UAV en Iraq e Israel, así como un 
accidente ocurrido en Arizona, Estados Unidos. Tres casos que nos van a 
ayudar a tomar contacto con la problemática que existe alrededor de la 
operación de este tipo de avión y con la influencia que en la misma 
tiene el factor humano. Cuestiones ambas, por cierto, que deben ser 
tenidas en cuenta a la hora de establecer las especificaciones 
necesarias y la normativa que debe generarse si se pretende integrar con
 garantías este tipo de aeronave en el espacio aéreo controlado civil.
El escenario iraqí
A partir de la invasión de Iraq el 20 de marzo de 2003 
por parte de las fuerzas estadounidenses y de sus aliados, cerca de 100 
aviones, casi un tercio de ellos no tripulados y distribuidos en bloques
 de espacio aéreo 3D definidos por coordenadas GPS operaban a diario 
sobre el cielo de Baghdad a lo largo y ancho de una cuadrícula de 50 
kilómetros cuadrados. Hasta 40 aeronaves de todo tipo podían encontrarse
 en vuelo en un momento dado en apoyo de las fuerzas de tierra atareadas
 en sofocar los disturbios en la capital del país.
Esta situación presionaba sobre el sistema de control 
aéreo y hacía muy difícil su misión. Eso a pesar de contarse con varias 
subredes de estaciones de control de tierra que formaban parte de la red
 del sistema de tráfico aéreo militar encargada de coordinar las 
operaciones. Así las cosas, era cuestión de tiempo que un avión 
tripulado colisionara con un UAV lo suficientemente pequeño como para 
ser detectado por el radar.
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La primera colisión tuvo lugar el 7 de abril, menos de 
un mes después de la invasión, cuando un A-10 Thunderbolt pilotado por 
la entonces capitán Kim Campbell,
 que había recibido numerosos impactos de artillería antiaérea durante 
una incursión, colisionó cuando volvía a su base con un pequeño UAV de 
lanzamiento manual. Tras la colisión el avión perdió toda la hidráulica y
 la tripulante, en vez de eyectarse –la alternativa de caer sobre 
Baghdad no debió convencerla-, consiguió a duras penas recuperar el 
control del avión y aterrizar en su base después de una hora de difícil 
vuelo. Recibió una condecoración por ello. 
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![]() A-10 Thunderbolt  | 
A partir de ese momento fue creciente el número de 
informes que describirían accidentes de UAV (a cambio, la tasa de 
accidentes de aviones tripulados era en comparación muy baja). De ahí, 
que el cielo sobre Baghdad fuera calificado por los militares 
estadounidenses como el espacio aéreo de combate más complejo en el que 
hayan operado los UAV.
El escenario israelí
En enero de 2009, Israel se enfrentó a un escenario 
diferente en la “Operación Cast Lead” –también conocida como Guerra de 
Gaza- en respuesta a los ataques de Hamas en la “Operación Oil Stain”. 
En aquella ocasión, los israelíes llevaron a cabo una compleja campaña 
aérea sobre Gaza en la que más de una docena de UAVs volaban 
permanentemente sobre una pequeña área al mismo tiempo que helicópteros,
 aviones de combate, plataformas de observación y otros elementos aéreos
 de apoyo.

Skylark. Lanzamiento manual
Entre los UAV implicados se encontraban Hermes 450, 
Heron I y Skylark I de lanzamiento manual y vuelo a baja cota, que eran 
monitorizados por centros de control aéreo gracias a que iban equipados 
con transpondedores IFF (Identification-Friend-or-Foe). Además, para 
evitar colisiones o interferir en los ataques aéreos a baja cota, 
durante el trayecto de entrada y salida de la zona de operaciones los 
pilotos aplicaron unos procedimientos estrictos acordados durante la 
planificación de la misión, que consistieron en mantener con precisión 
las altitudes asignadas y evitar las zonas de vuelo restringidas debido a
 fuego de artillería y de mortero. En todo momento las operaciones 
estuvieron bajo la supervisión de los controladores aéreos, que 
dispusieron de los datos necesarios para tener una imagen completa de la
 situación del espacio aéreo. No se produjo ningún incidente entre 
ninguna aeronave durante las tres semanas que duró la operación.
Esta positiva experiencia bélica puso de manifiesto, no
 obstante, lo complejo que sería integrar de forma segura aeronaves 
tripuladas y no tripuladas en un entorno operacional civil en principio 
mucho menos estructurado y rígido, pero más exigente en términos de 
seguridad.

IAI Heron
El accidente de Arizona
El Predator es un UAV propulsado por un motor de émbolo
 y una hélice. Está equipado con aviónica redundante, lo que le 
proporciona una elevada tolerancia al fallo. Puede ser guiado por un 
operador remoto o navegar de forma autónoma. Cuenta con una autonomía de
 20 horas y un alcance de 400 millas náuticas (600 km), tiene un techo 
de operación de 26000 pies (8 km) y desarrolla una velocidad máxima de 
117 nudos (220 km/h). Fue utilizado por primera vez en 1995 para vigilar
 instalaciones militares serbias.

Predator 1
En abril de 2006, un Predator se estrelló al noroeste 
del aeropuerto internacional de Nogales, en Arizona. Si bien el 
accidente se produjo en un área residencial escasamente poblada y no 
hubo heridos, se produjeron importantes daños en el avión. Aunque el UAV
 era propiedad de la Agencia federal de aduanas y protección de 
fronteras, en el momento del accidente estaba bajo contrato con el 
fabricante General Atomics Aeronautical Systems, Inc. Lo que explica todavía menos que el accidente tuviera lugar.
Ese accidente propició uno de los análisis más 
importantes realizados hasta esa fecha sobre fallos en la operación de 
los aviones no tripulados. Y llevó a la National Transportation Safety Board
 (NTSB) a descubrir una serie de errores humanos consecuencia de 
factores organizacionales inadecuados y a un manual de uso poco claro. 
Según el informe de la NTSB, la pérdida del Predator fue causada porque 
un operador no utilizó de forma apropiada la lista de chequeo en el 
momento de la transferencia del control del avión a otro operador, que 
llevaría a que la válvula de combustible se cerrara de forma inadvertida
 y el motor se parase.
Según el informe, el funcionamiento del UAV fue 
seriamente comprometido ya que al apagarse el motor y empezar a utilizar
 la batería el avión desconectó el sistema de comunicación vía satélite y
 el transpondedor para ahorrar energía, dejando así de enviar datos al 
control del tráfico aéreo con los que poder conocer su altitud y su 
rumbo, e impidiendo de ese modo al ATC que pudiera avisar a otros 
usuarios del espacio aéreo. Perdido el rastro del avión, el ATC contactó
 con el operador del Predator para requerirle información sobre su 
posición, pero aquel no le informó que el UAV, en realidad, estaba 
desaparecido. De ahí, que un importante hallazgo a consecuencia del 
accidente de Nogales fue la necesidad de modificar el diseño del avión 
de modo que el transpondedor continuara funcionando incluso bajo 
condiciones degradadas de operación. Algo que a muchos nos habría 
parecido obvio.
Cabe señalar, además, que la investigación desveló que 
el único entrenamiento que habían recibido los controladores aéreos 
sobre las operaciones UAV fueron 30 minutos de charla apoyada por unas 
diapositivas. De ahí, que otra recomendación de los investigadores de la
 NTSB fuera que en el futuro se deberían llevar a cabo encuentros 
directos entre controladores y pilotos de UAV con objeto de aclarar las 
dudas mutuas sobre sus respectivas operaciones y coordinar las 
respuestas que fueran requeridas tanto durante la operación rutinaria 
como en la degradada. Para unos sobre las especiales características de 
los UAV, en la reacción ante la pérdida de enlace de datos con el avión y
 en situaciones potenciales de emergencia y los métodos para mitigarlas,
 y para los otros sobre los procedimientos de gestión del espacio aéreo 
que utiliza el ATC.
Además, la NTSB recomendó una mayor coordinación entre 
los operadores de UAV y el control del tráfico aéreo con objeto de 
mejorar la conciencia de la situación en operaciones rutinarias, pero 
especialmente durante los modos degradados de operación para asegurar 
así la adecuada separación entre aviones en el mismo espacio aéreo.
El estado de la cuestión en Europa
La práctica totalidad de las operaciones UAV que tienen
 lugar hoy en Europa están restringidas al espacio aéreo segregado 
militar, o bien a volar sobre el mar gracias a autorizaciones 
especiales. Y aquellas que tienen lugar fuera del espacio aéreo 
segregado, cuentan con numerosas restricciones a fin de garantizar la 
seguridad de otros usuarios del espacio aéreo. Debido precisamente a 
estas limitaciones, la Agencia Europea de Defensa (European Defence Agency, EDA),
 creada en 2004, le encargó a Eurocontrol que estudiara la forma de 
armonizar los procedimientos para el uso de los UAVs militares en tiempo
 de paz fuera del espacio aéreo segregado.
La tarea fue trasladada a la Dirección de coordinación 
ATM civil-militar, desde donde se formó una Task Force, un grupo de 
trabajo, que fue integrado por militares estadounidenses y de la OTAN,
 así como por civiles con experiencia en la gestión del tráfico aéreo 
relacionada con las operaciones UAV. El encargo debía partir de una idea
 central: “Las operaciones UAV fuera de los espacios aéreos segregados 
deberían llevarse a cabo con un nivel de seguridad equivalente al que 
ofrecen las aeronaves tripuladas”.
De ese foro surgieron varias especificaciones que, 
aunque se abordan más abajo, adelantamos que se basan en tres principios
 básicos:
1.- Las operaciones UAV no deben aumentar el riesgo a otros usuarios del espacio aéreo.
2.- Los procedimientos ATM deben ser idénticos a los aplicables a los aviones tripulados.
3.- La provisión de servicios de tránsito aéreo a los UAVs debería ser transparente para los controladores aéreos.
2.- Los procedimientos ATM deben ser idénticos a los aplicables a los aviones tripulados.
3.- La provisión de servicios de tránsito aéreo a los UAVs debería ser transparente para los controladores aéreos.
En definitiva, que un avión no tripulado debe generar 
la misma carga de trabajo al ATC que un avión tripulado y su operación 
debe ser igual de segura. El objetivo no es baladí, porque para que se 
puedan alcanzar esos requisitos básicos es necesario que antes la 
industria desarrolle la tecnología necesaria para detectar y evitar 
otras aeronaves, así como tener las mismas capacidades para las 
comunicaciones, la navegación aérea y el vuelo propiamente dicho que los
 aviones tripulados. Y si los supera, mejor.
Antes de continuar, vamos a establecer una serie de cuestiones que intentaremos responder más adelante.
-¿Qué está haciendo la autoridad reguladora para facilitar la mezcla de operaciones en el mismo espacio aéreo?
-¿Cuáles son los pros y contras de que los UAV y la aviación tripulada operen en el mismo espacio aéreo?
-¿Cuál es esa tecnología crítica necesaria para que los UAV sean tan fiables o más que los aviones tripulados?
-¿Qué papel van a jugar en este proceso de integración el Cielo Único, SESAR (Single European Sky ATM Research) y el concepto NextGen de la FAA para facilitar la convergencia de los UAV y la aviación tripulada?
-¿Cómo se va a mejorar la seguridad y fiabilidad de las comunicaciones, los controles, los sensores, los motores y las redes de comunicaciones para permitir la coexistencia de UAV y aviones tripulados?
-¿Cómo se verán afectados los vuelos UAV por el requisito de OACI de “ver y evitar” y qué respuestas ofrecerá la tecnología a fin de mantener los niveles de seguridad requeridos?
-¿Cuáles son los pros y contras de que los UAV y la aviación tripulada operen en el mismo espacio aéreo?
-¿Cuál es esa tecnología crítica necesaria para que los UAV sean tan fiables o más que los aviones tripulados?
-¿Qué papel van a jugar en este proceso de integración el Cielo Único, SESAR (Single European Sky ATM Research) y el concepto NextGen de la FAA para facilitar la convergencia de los UAV y la aviación tripulada?
-¿Cómo se va a mejorar la seguridad y fiabilidad de las comunicaciones, los controles, los sensores, los motores y las redes de comunicaciones para permitir la coexistencia de UAV y aviones tripulados?
-¿Cómo se verán afectados los vuelos UAV por el requisito de OACI de “ver y evitar” y qué respuestas ofrecerá la tecnología a fin de mantener los niveles de seguridad requeridos?
No cabe duda, que tanto la industria como las entidades
 reguladoras tienen por delante un reto importante a la hora de dar 
respuesta a las anteriores preguntas. También hay algo de prisa, porque 
circula por ahí una propuesta para incorporar aviones no tripulados a 
los medios de seguridad necesarios para las Olimpiadas que tendrán lugar
 el próximo verano en Londres.
En cualquier caso, que aviones sin piloto en la cabina 
lleguen a volar mezclados con otros llenos de pasajeros es algo que hoy 
rechaza la mayoría; tener a “robots voladores” compartiendo el cielo y 
pululando de aquí para allá, es una idea que no parece agradar a casi 
nadie a la vista de algunos antecedentes llamativos como los abordados 
más arriba. De ahí, que conseguir su aceptación general vaya a suponer 
un enorme reto para la industria y para las autoridades reguladoras, que
 van a tener que demostrar a todos –empezando por pilotos y 
controladores aéreos- que esta aviación emergente no sólo es 
absolutamente fiable, sino tan segura o más que la convencional. Y lo 
deberán hacer más allá de toda duda razonable, ya que si hay algo que, 
hoy por hoy, sobra en este asunto son dudas.
En cambio, donde no parece haber incertidumbre es en 
que cuando se levanten las barreras normativas para que aeronaves no 
tripuladas puedan volar fuera de las áreas restringidas veremos surgir 
un nuevo mercado en el campo civil y la potenciación del ya existente en
 el militar dadas las numerosas misiones que van a poder llevar a cabo. 
Pero antes de que eso llegue a suceder será necesaria su adecuada 
adaptación tecnológica para que puedan volar, incluso, en el espacio 
aéreo más restrictivo que hay: el controlado. 
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Así las cosas, nos encontramos con tres cuestiones de 
calado que deben obtener la oportuna respuesta por parte de la industria
 y las instituciones reguladoras. En primer lugar, el modo en cómo estas
 aeronaves van a “Ver y Evitar” a otras de su entorno. En segundo lugar,
 conseguir un mecanismo que palie la vulnerabilidad del enlace 
tierra-aire entre el operador y su avión (que afecta a su control y a 
las comunicaciones con el ATC). Y en tercer lugar, qué protocolos se van
 a prever en caso de una incidencia en vuelo o una emergencia de índole 
técnica para que la aeronave prosiga de forma segura su vuelo y aterrice
 sin novedad. Tres cuestiones que, de forma individual o combinada, 
pueden llegar a tirar por tierra cualquier iniciativa tendente a retirar
 las limitaciones existentes. Al menos, eso es lo que en principio 
parece. 
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Pero, ¿qué hace tan especial a este nuevo modelo de 
aviación? Según la industria, los UAV pueden permanecer más tiempo en 
vuelo y a un menor coste que aeronaves equivalentes tripuladas y operar 
en situaciones que, de otro modo, pondrían en peligro al piloto. Dos 
simples pero fundados argumentos que, según ella, aconsejan una pronta 
apertura del espacio aéreo ante lo que, aseguran, será una "explosión de
 la demanda" a corto plazo por su utilidad en múltiples ámbitos, como 
por ejemplo: búsqueda y salvamento, fotografía aérea, observación 
meteorológica y de fenómenos en la atmósfera, vigilancia de seguridad, 
inspección de instalaciones eléctricas, petrolíferas o de gas, lucha 
contra el fuego o transporte de carga. A las que podríamos añadir la 
calibración de radioayudas o el análisis de procedimientos de navegación
 aérea, entre otras posibles aplicaciones. Todo un catálogo que viene 
empujando con fuerza. Ya veremos hasta donde.
Porque si bien algunas de esas misiones se pueden 
realizar con UAVs de pequeño tamaño, a escala local y a muy baja altitud
 sin necesidad de interferir con otras aeronaves, otras misiones 
necesitarán como ya se ha apuntado su integración en el espacio aéreo 
controlado y compartirlo con la aviación comercial, máximo exponente por
 lo que a seguridad de vuelo se refiere. Y es ahí donde está el quid de 
la cuestión, ya que el índice de accidentes de la aviación no tripulada 
es de momento muy elevado. Y si bien es cierto, que en el caso de los 
modelos de mayor tamaño y tecnológicamente más avanzados esos índices 
son muy bajos -como en el caso del Global Hawk
 (EuroHawk en Europa)-, también lo es que su número es aún tan poco 
significativo y sus operaciones en entorno convencional tan marginal, 
que hace prácticamente despreciable tal logro. Eso sin mencionar, que 
ese UAV –al igual que el resto- es prácticamente ciego por lo que a 
tráfico aéreo se refiere y, por tanto, incapaz de esquivar a otros 
aviones. Con eso ya está dicho todo.

Global Hawk
Objetivo: las mismas normas
Al igual que sucede en otras áreas, el hecho de que no 
exista un único organismo que lidere las iniciativas sobre integración 
UAV en el espacio aéreo controlado está produciendo cierta dispersión de
 esfuerzos y retraso en la toma de decisiones. Por otro lado, desde 
principios de la pasada década la industria ha venido presionando a EUROCONTROL
 y a la FAA para que regularan las operaciones UAV, militares o civiles,
 en el espacio aéreo “exterior”. Hecho que llevó a que en septiembre de 
2002 por iniciativa de la JAA (Joint Aviation Authority) y de 
EUROCONTROL se estableciera un foro para analizar la regulación de las 
operaciones de las aeronaves civiles no tripuladas, que emitiría su 
informe en el mes de mayo de 2004. También, a que a principios de ese 
mismo año el Civil/Military Interface Standing Committee, un organismo 
asesor creado por EUROCONTROL en 1997 tras la revisión de su Convención 
fundacional, propusiera a la organización la tarea de desarrollar las 
especificaciones necesarias para el uso de UAVs del ejército en misión 
operacional fuera de las áreas segregadas.

Scan Eagle. Catapulta de lanzamiento
También se crearon a ambos lados del atlántico otros 
grupos de trabajo. En 2004, en USA, un comité especial de la Radio 
Technical Commission for Aeronautics (RTCA), al que se uniría, en enero 
de 2006, un grupo independiente de trabajo del European Civil Aviation Equipment (EuroCAE),
 en el que estaban representados gobiernos e industria. Todos ellos 
emitirían sus respectivos informes conteniendo una serie de requisitos 
de los que más adelante se trata. 
Según EUROCONTROL, los requisitos marcados buscan que 
los UAV cumplan con las mismas “Reglas del Aire” establecidas por OACI 
para las aeronaves tripuladas. Para ello, se ha partido de tres 
principios básicos:
a) Las operaciones UAV no deberían incrementar el riesgo de otros usuarios del espacio aéreo,
b) Los procedimientos de gestión de tráfico aéreo deberían ser idénticos a los que se aplican a los aviones tripulados, y
c) La provisión de los servicios de tráfico aéreo a los UAV debe ser transparente para el control del tráfico aéreo con objeto de que no le genere más carga de trabajo que las aeronaves convencionales.
b) Los procedimientos de gestión de tráfico aéreo deberían ser idénticos a los que se aplican a los aviones tripulados, y
c) La provisión de los servicios de tráfico aéreo a los UAV debe ser transparente para el control del tráfico aéreo con objeto de que no le genere más carga de trabajo que las aeronaves convencionales.
Una primera consideración a tener en cuenta, es que al 
no contar con piloto a bordo los UAV son aeronaves más complejas que las
 convencionales debido a que los requisitos técnicos y operativos que 
deben cumplir son más exigentes, especialmente por lo que a separación 
con otras aeronaves se refiere. 
En segundo lugar, si se pretende mezclar los UAV con 
otros usuarios del espacio aéreo controlado deben ser capaces de cumplir
 las instrucciones del ATC, ya que es el medio primario para conseguir 
la separación con otros usuarios.
En tercer lugar, todas las aeronaves que operen en un 
espacio aéreo en el que el ATC proporcione separación deben presentar y 
seguir un plan de vuelo y mantener comunicación radio con el control del
 tráfico aéreo. Y si el espacio aéreo en cuestión lo exigiera, también 
deberían llevar como mínimo transpondedores que proporcionen la 
identificación (Modo A) y la altitud (Modo C) que mantiene el avión. Eso
 sin mencionar, que con independencia de las performances que los UAV 
tengan que poseer para realizar su misión, en el momento en que se 
incorporen al espacio aéreo “civil” deben comportarse como cualquier 
otra aeronave convencional.
 MQ-8B Fire Scout
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En cuarto lugar, en el caso de que vuelen de acuerdo 
con las reglas de vuelo visual (VFR, Visual Flight Rules) y dependiendo 
de la clase de espacio aéreo en que se opere, el piloto sería el 
responsable de mantener la separación segura con otros aviones. ¿Cuánta?
 Pues si bien OACI no tiene establecida una separación mínima a asegurar
 por el piloto, sí que tiene establecido que la aeronave no debe operar 
“tan próxima a otras aeronaves como para crear riesgo de colisión”. 
En quinto lugar, para su integración segura en el 
espacio aéreo controlado los UAV necesitan capacidad para mantener la 
separación horizontal y vertical con otras aeronaves. Lo que significa, 
que uno de los requisitos establecidos debe llevar a que tengan que 
reaccionar ante un posible conflicto del mismo modo que una aeronave 
tripulada. Por ejemplo, siendo la primera en detectar el conflicto para a
 continuación maniobrar para evitarlo. 
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Hay numerosas voces autorizadas a uno y otro lado del 
Atlántico (FAA, JAA, EUROCONTROL, OTAN), que están valorando qué 
separación vertical debe considerarse como adecuada –y segura- entre un 
avión tripulado y otro no tripulado. Con independencia de los matices 
que se quieran aplicar, parece claro que en ese contexto no debe haber 
–hablando en términos de mínimos, por supuesto- diferencia alguna con 
respecto a lo establecido en las normas para el caso de aviones 
tripulados convencionales. Por otro lado, no se debería complicar la 
operación al ATC con la aplicación de estándares diferentes según el 
tipo de aeronave implicada. Eso sin olvidar, que en la actualidad la 
reducción de la separación mínima establecida en el espacio aéreo 
controlado se considera “Incidente de tránsito aéreo”. Esto no hay que 
olvidarlo.
En cuanto al punto de vista tecnológico, dos son las cuestiones a tener en cuenta por lo que a separación se refiere.
1.-¿Cómo se deben equipar los UAV para detectar y evitar otras aeronaves? 
Resulta evidente, que sin un piloto a bordo el UAV 
necesita algún tipo de sensor que le permita identificar a otras 
aeronaves (incluidos planeadores y globos a los que, por cierto, tiene 
que cederles el paso según las “Reglas del Aire”), así como medios para 
poder evitarlos del tipo Sistema de Aviso y Evitación de Colisiones (TCAS, Traffic Collision & Avoidance System),
 o mediante la fusión de datos procedentes del radar de a bordo y de 
sistemas electro-ópticos, por ejemplo. En definitiva, un sistema que 
alerte al piloto de las amenazas de colisión potencial y que, incluso, 
le sugiera maniobras para su resolución o hasta las realice de forma 
autónoma. Aquí estarían presentes dos acciones. Por un lado, mantener la
 propia separación, que no es otra cosa que actuar para reducir la 
probabilidad de que la aeronave colisione con otra haciendo uso de su 
propia capacidad para mantenerse separada de forma adecuada. Y, por 
otro, evitar la colisión, que consiste en la capacidad para poder 
maniobrar “en el último momento” a fin de evitar la colisión una vez que
 la separación mínima establecida en las normas como segura se haya 
perdido, bien por error del ATC, bien por error de pilotaje.
2.-¿Cómo van a hacerse “ver”?
En un entorno operacional complejo los UAV van a 
necesitar estar equipados con tecnología que les permita emitir de forma
 continua datos tales como su identificación y su posición en tres 
dimensiones. De ese modo, puede ser presentada su localización en la 
pantalla radar del control de tráfico aéreo y en la cabina de aviones 
convenientemente equipados. Por ejemplo, de aquellos con TCAS o con 
otros sistemas más avanzados de “próxima” aparición como el CDTI (Cockpit Display of Traffic Information),
 cuyo uso está proyectado, apoyado en la Vigilancia Dependiente 
Automática (ADS), para cuando se generalice lo que se conoce como Free 
Flight o Free Route durante la implantación del Cielo Único europeo.
Otros requisitos
-Los UAV deberían estar equipados con sistemas con funcionalidades para 
la navegación y las comunicaciones similares a los requeridos para los 
aviones tripulados.
-Como cualquier otra aeronave que en un momento dado pueda requerir servicio de control, de información o de alerta, los UAV deben presentar y seguir un plan de vuelo.
-Mientras reciba servicio de control, el piloto/operador mantendrá comunicaciones con el ATC haciendo los informes de posición que se le indiquen.
-El plan de vuelo deberá recoger claramente que se trata de una aeronave no tripulada.
-La fraseología a emplear en las comunicaciones no se diferenciará de la estándar y el término “no tripulado” (unmanned) debería ser incluido en la primera comunicación con cada cada sector ATC.
-Debido a la posibilidad de perder el enlace entre el UAV y su piloto, se requiere que aquél pueda ser pre-programado con un plan de vuelo de contingencia apropiado, ya que como cualquier otra aeronave los UAV están expuestos a incidencias operacionales en vuelo que pueden requerir la desviación a un aeropuerto alternativo. Una cuestión crítica si tenemos en cuenta que no hay tripulación a bordo.
-El piloto al mando del UAV debería estar provisto de medios independientes de comunicaciones con el ATC -por ejemplo, vía telefónica- para el caso de pérdida del enlace habitual vía radio.
-Como cualquier otra aeronave que en un momento dado pueda requerir servicio de control, de información o de alerta, los UAV deben presentar y seguir un plan de vuelo.
-Mientras reciba servicio de control, el piloto/operador mantendrá comunicaciones con el ATC haciendo los informes de posición que se le indiquen.
-El plan de vuelo deberá recoger claramente que se trata de una aeronave no tripulada.
-La fraseología a emplear en las comunicaciones no se diferenciará de la estándar y el término “no tripulado” (unmanned) debería ser incluido en la primera comunicación con cada cada sector ATC.
-Debido a la posibilidad de perder el enlace entre el UAV y su piloto, se requiere que aquél pueda ser pre-programado con un plan de vuelo de contingencia apropiado, ya que como cualquier otra aeronave los UAV están expuestos a incidencias operacionales en vuelo que pueden requerir la desviación a un aeropuerto alternativo. Una cuestión crítica si tenemos en cuenta que no hay tripulación a bordo.
-El piloto al mando del UAV debería estar provisto de medios independientes de comunicaciones con el ATC -por ejemplo, vía telefónica- para el caso de pérdida del enlace habitual vía radio.
El punto de vista del ATC
Aunque todavía falta para que las autoridades 
aeronáuticas internacionales consideren que gracias a la tecnología este
 tipo de aeronaves ha alcanzado un "Nivel de seguridad equivalente" al 
de la aviación convencional y que no representa un riesgo para el 
tráfico aéreo, momento a partir del cual podrá operarse compartiendo el 
espacio aéreo con la aviación convencional, no cabe duda que nos 
encontramos ante uno de los avances más importantes de la aviación desde
 que los hermanos Wright
 volaran su Flyer I en 1903. Precisamente por eso, la integración de 
aviones no tripulados en el espacio aéreo -denominado como “civil” o 
“comercial” por las instituciones implicadas- presenta considerables 
retos tecnológicos, normativos, operacionales y de seguridad de vuelo.
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En la actualidad, hay un debate más o menos intenso 
entre los promotores de la aviación no tripulada y el control de tráfico
 aéreo. Mientras los primeros están más preocupados por la 
interoperabilidad de los sistemas y por las posibles misiones a 
desempeñar, esto es: el negocio. El segundo exige que se demuestre que 
tecnología y procedimientos van a estar a la altura de las 
circunstancias con objeto de garantizar la seguridad. 
Las exigencias a la industria son elevadas, quizás más 
de lo que ésta esperaba. Pero debe tener en cuenta, que no sólo se trata
 de conseguir aeronaves fiables, sino también que resulta de obligado 
cumplimiento que el equipamiento extra –la mayoría de él redundante- 
necesario para poder operar en espacio aéreo controlado cumpla todos los
 requisitos que la seguridad del tráfico aéreo exige. El problema, es 
que tan elevadas exigencias llevarán con toda probabilidad a que los 
costes de producción y de explotación sean más altos de lo que en un 
principio se creía. 
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![]() Raven  | 
Por otro lado, aún nos encontramos lejos de haber 
alcanzado niveles de seguridad en las operaciones de vuelo tradicionales
 lo suficientemente satisfactorios como para añadir al entorno un nuevo 
elemento distorsionador, como lo es la aviación no tripulada. Porque 
allí donde un fallo de cualquier índole puede compensarse con la 
conciencia de la situación de la tripulación y con su experiencia y 
pericia, en el caso de un no tripulado por el hecho de situar a su 
piloto fuera de la cabina ya se le confiere por diseño conceptual un 
nivel de seguridad inferior, que lleva a que de momento el balance sea 
negativo debido a que caen demasiados UAV precisamente porque el piloto 
no se encuentra a bordo.
De modo, que de nada sirve contar con tecnología de 
vanguardia si luego el sistema falla por el lado del factor humano 
(principal responsable, no se olvide, de los accidentes que sufre la 
aviación). Un detalle, según se desprende del estudio sistemático de 
accidentes e incidentes de aeronaves no tripuladas, mientras que los 
fallos de tipo mecánico y de control son con frecuencia la causa 
principal de los mismos, el piloto suele ser también el responsable de 
un elevado número de ellos. Lo que nos lleva a que tanto en un modelo de
 aviación como en el otro resulta absolutamente necesario erradicar el 
fallo humano como principal causa de los accidentes por muy segura que 
sea según las estadísticas la aviación comercial.
La buena noticia es que no cabe duda que el desarrollo 
de la tecnología que va a orbitar alrededor de los UAV hará avanzar de 
forma significativa la seguridad de los aviones tripulados, que estará 
más cerca de alcanzar el 100% si, por ejemplo, el propio avión o un 
operador en tierra puede hacerse con los mandos en caso de una 
eventualidad grave a bordo que afectase a la capacidad de los pilotos 
para mantenerlo en vuelo, o bien a un fallo catastrófico que, de otro 
modo, supondría de hecho la pérdida de la aeronave.
Conclusiones
Dentro de poco corresponderá a los profesionales 
–pilotos y controladores aéreos- valorar la conveniencia de que se 
autorice que aeronaves tan peculiares lleguen a mezclarse con aviones 
llenos de personas. Y si los tripulantes deben ser en realidad pilotos o
 “simples” operadores. Y hasta es muy posible, que lleguemos a 
preguntarnos por qué hay un piloto en tierra que bien podría estar a 
bordo. En definitiva, que de poco valdrá que los organismos reguladores 
den sus bendiciones a este tipo de aviación si quienes garantizan de 
facto la seguridad de vuelo no están convencidos de la conveniencia de 
que se comparta el cielo con ella.
Si es para actuar allí donde la presencia del operador 
humano resulta inadecuada por tratarse de entornos peligrosos o por la 
especificidad de la misión, sea bienvenida esta nueva aviación. Pero si 
es para, al final, ahorrar en costes laborales la industria, los 
explotadores de esas aeronaves, las instituciones reguladoras y la 
sociedad deberían pensárselo mejor antes de seguir adelante por ese 
camino. Porque podríamos llegar a enfrentarnos a medio plazo a una 
reducción segura del número de tripulantes a bordo de los aviones 
comerciales, con consecuencias imprevisibles. O no.
Por otro lado, una parte de la industria está un tanto 
preocupada porque si no se acierta al cumplir las exigentes 
especificaciones a las que se ha hecho referencia más arriba podría 
verse afectado el desarrollo de los UAV militares, con el consiguiente 
impacto negativo en los programas que pretenden reemplazar en los 
próximos años aviones de combate tripulados por no tripulados.
En definitiva, tal y como están las cosas a los aviones
 no tripulados les falta madurez para poder abandonar de forma 
generalizada las áreas restringidas. Tanto, que se ha quedado desfasado 
el objetivo que se marcó la Agencia Europea de Defensa (EDA, European 
Defence Agency) de conseguir que los UAV militares y de Estado pudieran 
volar en 2011 fuera del espacio aéreo segregado. Y con él, el que se 
marcó la industria para que los UAV civiles puedan volar en el espacio 
aéreo “civil” hacia 2013-2014. De hecho, circula una nueva actualización
 de fechas que apunta a la horquilla 2015-2020 como nuevo objetivo. Ya 
veremos.
![]() Alenia Sky-Y  | 
![]() Eagle Eye  | 
Aún quedan preguntas sin respuesta. Como qué nivel de 
seguridad tendrán las instalaciones en las que se ubiquen los centros de
 mando y control de los UAV civiles y qué se va a hacer para que los 
pilotos no sean interferidos mientras realizan su trabajo. Como tampoco 
está clara la calificación que tendrá que tener el operador-piloto de 
esos aviones.
En Estados Unidos el programa “NextGen” y en Europa el programa “SESAR” (Single European Sky ATM Research),
 planean incrementar en las dos próximas décadas la capacidad del 
espacio aéreo, mejorar la eficiencia, reducir el impacto ambiental y 
aumentar la seguridad de vuelo. Ambos conceptos tienen también entre sus
 metas facilitar la integración en el espacio aéreo civil de nuevos 
tipos de aeronaves, incluidas las no tripuladas. El problema tal y como 
yo lo veo, es que pretender conseguir de la aviación no tripulada el 
mismo nivel de fiabilidad y seguridad de la aviación tripulada 
convencional puede llevar, entre unas cosas y otras, a que su operación 
resulte inviable. El tiempo lo dirá. Pronto.
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