El combate urbano es tan antiguo como las propias ciudades. Los 
centros urbanos siempre han sido lugares estratégicos dada su 
importancia económica, demográfica, en infraestructuras y simbólica. La 
imagen de una ciudad capturada, recapturada, saqueada, quemada y 
construida de nuevo es inherente a la Historia militar.
Sin embargo, muchas doctrinas militares clásicas consideran el combate urbano como el último recurso. Según Sun Tzu, la peor política es atacar a las ciudades,
 lo cual sigue siendo cierto hasta hoy, dada la cantidad de los daños 
colaterales habitual en este tipo de operaciones. Y mientras el mundo se
 urbaniza, lo mismo sucede con los conflictos.
Combate urbano en el siglo XX
Muchas de las revoluciones de los siglos XVIII y XIX tuvieron lugar 
en las ciudades, lógicamente por que aquellas sirvieron como puntos de 
concentración de la población, la movilización y el poder. Sin embargo, 
las batallas realmente emblemáticas del ambiente urbano se llevaron a 
cabo durante la Segunda Guerra Mundial. Las batallas de Stalingrado, 
Berlín y Manila desencadenaron el subsiguiente desarrollo de doctrinas 
militares especialmente enfocadas en el combate urbano.
Durante la Guerra Fría, unas guerrillas urbanas intensificaron su 
actividad en varios países de América Latina, combatidas por policías y 
las fuerzas militares. Movimientos independentistas con la agenda 
anti-colonial tomaron iniciativa en Palestina, Argelia, Chipre o 
Irlanda, obligando a las fuerzas regulares a desarrollar unas campañas 
urbanas de contra-insurgencia. Unas batallas icónicas tuvieron lugar en 
Hue, Vietnam en 1968 y la ciudad de Suez en 1973.
Los acontecimientos militares de los años 
90 hicieron creer que las fuerzas militares occidentales eran 
invencibles. Aquella suposición fue fundamentalmente cuestionada tras el
 episodio de Mogadiscio en 1993 y el desastre militar en Grozny (en este
 caso de fuerzas rusas) en 1994. Los estrategas militares y los 
políticos se dieron cuenta de que la superioridad  militar – tecnológica
 no lleva automáticamente a un éxito cuando las fuerzas regulares se ven
 obligadas a combatir unos grupos locales armados en ciudades densas y 
desconocidas.
Tras aquellos episodios, la atención militar se enfocó aún más en las
 capacidades necesarias para combatir en ciudades. Esta tendencia se 
mantuvo hasta septiembre de 2001. La guerra de Afganistán desvió 
temporalmente la atención a los ámbitos montañosos y rurales, pero 
posteriormente la guerra de Irak y, una década más tarde, las 
revoluciones urbanas en el mundo árabe y los recientes acontecimientos 
en Ucrania, Irak, Siria y Yemen están una vez más indicando la creciente
 relevancia de las ciudades para el análisis y gestión de conflicto.
¿Cómo será el conflicto futuro?
Es muy difícil hacer predicciones sobre conflictos futuros en una era
 caracterizada por la complejidad. Por ello, los analistas militares se 
han enfocado en ciertos aspectos de la guerra futura, la naturaleza de 
los adversarios potenciales y las características del ámbito 
operacional. La investigación existente indica que los enfrentamientos 
futuros serán híbridos y asimétricos, con los actores tan diversos como 
fuerzas regulares, milicias tribales, paramilitares, insurgentes, 
terroristas, señores de guerra y grupos criminales, para mencionar solo 
algunos.
Las cuestiones sobre el ámbito operacional futuro son un tanto más 
claras. Según David Kilcullen, cuatro tendencias globales son claves al 
respecto. Primero, las dinámicas demográficas, destacando el incremento 
de la población sobre todo en los países en vías de desarrollo. Segundo,
 el fenómeno de la urbanización gana más importancia cuando la mayor 
parte de ese crecimiento demográfico ocurre en las ciudades, muchas 
veces sin la suficiente infraestructura, servicios básicos y recursos 
para la población. Tercero, la conectividad. 
La capacidad de las 
personas para comunicarse de una manera instantánea supone indudables 
ventajas, pero al mismo tiempo las redes existentes pueden ser (y son) 
abusadas para cometer actividades ilícitas. Finalmente, Kilcullen 
argumenta que la cuarta tendencia clave a nivel global es la 
litoralización. La mayor parte de la población mundial vive en ciudades 
ubicadas en la costa o a menos de cien kilómetros del mar. Analizando 
estas tendencias globales desde el punto de vista de los futuros 
conflictos, Kilcullen sostiene que el combate urbano litoral seguirá 
adquiriendo una relevancia cada vez mayor.
Pensamiento estratégico y conceptos
Los analistas en previsión estratégica tienen en cuenta estas 
tendencias a la hora de prever qué tipo de operaciones se llevarán a 
cabo y cuáles serán las capacidades necesarias.
Los planes de adquisiciones militares se suelen realizar con un 
alcance aproximado de quince años. Lógicamente, las restricciones 
presupuestarias pueden alterarlas. Y además, los procedimientos 
burocrático pueden ralentizarlas provocando que algunas de las 
adquisiciones no se ajusten a los cambios operados en el entorno 
estratégico.  Por ello una función muy importante (aunque no la que 
recibe la mayor financiación) es la previsión estratégica a largo plazo.
 En este caso, los analistas intentan predecir cómo será el ambiente en 
el que las fuerzas militares conducirán sus operaciones dentro de 
cincuenta años.
 Lógicamente, este tipo de análisis es en muchos 
respectos más difícil dada la complejidad de las dinámicas conflictivas 
actuales. Simplemente no sabemos qué tipo de milicias va a operar por 
ejemplo dentro de una década en la zona que hoy en día controla el 
Daesh. Sin embargo, las predicciones que utilizan los datos y tendencias
 sobre dinámicas naturales, sociales y tecnológicas pueden ofrecer 
pistas útiles.

Un ejemplo de este tipo de iniciativas es sin duda el proyecto de la 
urbanización desarrollado por la OTAN, además de los programas enfocados
 en el combate urbano (incluyendo aspectos desde la doctrina hasta el 
entrenamiento) en Estados Unidos, Reino Unido, Israel y otros países 
sobre todo de Europa Occidental. El análisis estratégico también suele 
ser subcontratado; por ejemplo, la RAND Corporation tiene su propia 
sección de análisis de la acción militar en las ciudades. A pesar de 
todo, el análisis estratégico relativo al combate urbano representa 
solamente una parte minúscula al compararlo con la cantidad de 
iniciativas tácticas y tecnológicas que actualmente se llevan a cabo en 
este ámbito.
Tácticas y tecnología
En dirección contraria a las restricciones presupuestarias que 
afectan a los ejércitos europeos, otros países del mundo están 
incrementando su potencial militar. Entre esas inversiones el combate en
 población está recibiendo una atención particular. El combate urbano 
tiene unas características y limitaciones específicas debido a la naturaleza   de las ciudades. 
Las innovaciones en la capacidad de mando y 
control, utilizando los avances más recientes en tecnologías de 
comunicación, inteligencia, vigilancia y reconocimiento desbordan el 
alcance del presente análisis. Los objetivos incluyen el diseño de los 
sistemas de monitorización más eficientes, incluso los drones mejorados 
utilizando sensores, y nano-tecnologías para perfeccionar la conciencia de la situación (situational awareness) en el denso terreno urbano.
En cuanto al armamento, el desarrollo actual se enfoca en mejorar la 
precisión, efecto, potencia de fuego y movilidad: aspectos decisivos en 
el combate urbano. Se ha prestado atención al equipamiento de los 
soldados para conseguir una armadura (body armor) más ligera 
pero con mayor capacidad de protección. Además de ello, los aparatos de 
visión nocturna y los de comunicación tratan de mejorar la eficiencia y 
reducir el agotamiento físico y mental que es propio del combate urbano.
 Finalmente, las modificaciones a los vehículos militares tienen como 
propósito hacerlos más pequeños, eficientes y móviles, capaces de 
maniobrar en unas calles estrechas, evitar los obstáculos físicos y 
enfrentarse son el adversario, protegiendo en todo situación a los 
operadores.
Problemas de complejidad
Según los críticos, existe un problema fundamental en el enfoque 
principalmente táctico y tecnocrático que ha dominado la actual práctica
 del combate en las ciudades. El núcleo del problema es que la doctrina 
del combate urbano sigue viendo la ciudad simplemente como una parte más
 del terreno operacional, y por ello favorece la táctica de “clear and 
hold”. Como apuntaba un experto militar canadiense en un congreso del 
ejército holandés en la Haya, ‘somos muy buenos en limpiar pero seguimos
 fallando en sostener’.
Este tipo de doctrina y práctica tiene 
utilidad cuando se trata de capturar un edificio o un bloque de 
edificios, pero alcanza sus límites cuando el objetivo consiste en 
estabilizar y proteger una zona urbana más extensa. Las ciudades, 
especialmente las grandes, poseen una red compleja de elementos 
naturales, de infraestructuras, y de entramados sociales con sus 
constantes interacciones (muchas de ellas intangibles). En otras 
palabras, la ciudad es un sistema complejo. 
Los sistemas de este tipo 
son extremadamente (o imposibles) de controlar en el sentido militar 
clásico. Como consecuencia, es muy difícil ejercer el control total 
sobre una ciudad extensa a medio o largo plazo, simplemente porque 
ninguna fuerza militar dispone hoy de suficientes recursos humanos y 
técnicos para hacerlo.
El
 resultado de emplear las tácticas de control urbano consiste muchas 
veces en “congelar” una parte de la ciudad en cuestión. En su versión 
extrema, esta forma de combate ha sido etiquetada como “urbicide” (una 
analogía a “homicide”, aunque en este caso la víctima es la ciudad en 
conjunto). Los críticos como Stephen Graham han utilizado este término, 
refiriéndose sobre todo a la política militar-urbana de Israel con 
respecto a los palestinos. Congelar una ciudad o sus partes mediante la 
fuerza militar apenas puede conducir a un éxito estratégico a largo 
plazo.
Teniendo en cuenta la morfología de los conflictos futuros, definida 
por batallas en un denso terreno urbano, enfrentándose con actores 
difícilmente distinguibles de la población local, parece conveniente ir 
pensando en desarrollar nuevas estrategias. Antes de intervenir en un 
ambiente de este tipo, es necesario entender las redes físicas y 
sociales que definen la ciudad. 
El enemigo conoce, utiliza y abusa de 
esas redes, aunque son las mismas que sostienen la ciudad como tal. Por 
ello, el objetivo debería ser en maximizar la precisión y la 
discriminación durante el enfrentamiento, y hacer lo posible para 
minimizar la disrupción de las interacciones cotidianas (información, 
energía, tráfico de materias y personas, etc.). Estas últimas forman la 
base de la resiliencia urbana, inherente en las ciudades e indispensable
 para garantizar su funcionamiento y la seguridad a largo plazo.
Katarína Svitková es investigadora del Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI) y Máster en Estudios Estratégicos y Seguridad Internacional por la Universidad de Granada
http://www.defensa.com











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