La acogen ya como un hecho consumado. No obstante, la versión de Jeff Stein tiene algunos puntos débiles.
A
finales de los ochenta, China suministró a Arabia Saudí un lote de
misiles balísticos de propelente líquido DF-3 de alcance medio y pasaron
a formar el núcleo del Comando de Misiles Estratégicos del país árabe.
En aquella ocasión fueron suministrados cien misiles, como mucho,
mientras la mayor parte de publicaciones mencionaban treinta o cincuenta
unidades.
Los misiles, cuya precisión deja mucho que
desear, se utilizaban en el Ejército chino como vectores de potentes
ojivas termonucleares. Emplazados en tres bases bien custodiadas y
protegidas, estos misiles nunca llegaron a someterse a pruebas en Arabia
Saudí.
La rutina de las FFAA de China evidencia que
estos misiles, almacenados sin llenado de propelente, pueden ser
operacionales por largo tiempo, pero necesitan un minucioso y
sistemático mantenimiento técnico que corra a cargo de especialistas
bien adiestrados. Las unidades de misiles deben realizar ejercicios
regulares y siquiera una vez en varios años, lanzamientos prácticos para
refrescar sus hábitos.
Es sabido que los tres Ejércitos
de Arabia Saudí emplean a un gran número de técnicos occidentales que
prestan asesoramiento en el manejo de las complicadas armas extranjeras.
El país árabe no está en condiciones de formar a su propio personal
capaz de manejar por cuenta propia material de guerra sofisticado como
los cazas estadounidenses F-15 o los carros de combate M-1A2. Los viejos
misiles balísticos no son menos complicados y mucho más peligrosos en
el manejo debido al uso de propelente muy tóxico.
Por lo
tanto, sería lógico suponer que los DF-3 saudíes podrían mantener su
disponibilidad operacional, solo a condición de una asistencia
permanente tanto por parte de técnicos destinados por la empresa
productora, como de especialistas militares saudíes que hayan recibido
instrucción en China.
La prolongación de la vida útil de
los misiles saudíes también debe contar con la asistencia china y
suponer lanzamientos prácticos en polígonos chinos.
Sin
tal cooperación, el propio Comando de Misiles Estratégicos de Arabia
Saudí sería tan solo una costosa simulación. Una asistencia al
mantenimiento de los misiles también podría prestarla Pakistán que posee
una fuerte industria militar. Pero es dudoso que los paquistaníes
puedan sustituir con éxito a los productores chinos.
El
suministro de los DF-3 a Arabia Saudí fue una transacción única en su
género. En 1991, al ser presionada fuertemente por Washington con motivo
de la exportación de sus tecnologías militares a Pakistán, China se
comprometió a respetar el Arreglo de Wassenaar sobre el Control de
Exportaciones de Armas nvencionales y Bienes y Tecnología de Doble
Uso.
Este documento prohíbe exportar misiles con alcance superior a 300
kilómetros y una carga útil superior a 500 kilogramos. El compromiso
quedó refrendado en la declaración chino-estadounidense de 1994. El
consentimiento de China para acatar las cláusulas del Acuerdo era
interpretado como un éxito importante de la política exterior de EEUU,
principal valedor de la no proliferación de misiles balísticos.
Dichos
ingenios son más baratos y fáciles de fabricar que los aviones de
combate modernos, la defensa contra ellos es costosa y poco eficaz. Por
esta razón los misiles balísticos de alcance medio gozan de tanta
aceptación en los países emergentes, incluyendo los marcadamente
antioccidentales, como son Corea del Norte e Irán.
Volvamos
al artículo de Jeff Stein quien escribe que, en 2007, China vendió a
Arabia Saudí misiles balísticos DF-21 de emplazamiento móvil, muy
peligrosos y de precisión, capaces de portar, por si fuera poco, ojivas
nucleares.
Resulta que por algunas razones, China
decidió revisar sus compromisos derivados del Arreglo de Wassenaar,
corriendo el riesgo de ser involucrado en un fuerte escándalo
internacional y de ser sometido a sanciones por parte de EEUU. Más aún,
China traspasó a un Estado extranjero, amigo de EEUU, sus propios
misiles que constituyen el núcleo del arsenal chino de misiles de
alcance medio.
EEUU, por su parte, al enterarse de la
flagrante transgresión del Arreglo de Wassenaar (una de las prioridades
de la política exterior de Washington en los últimos veinte años),
cometida por China, por alguna razón decidió no armar alboroto,
limitándose a sostener consultas con los saudíes y hacer un examen
superficial de los misiles (de diseño desconocido). El examen evidenció
que los misiles DF-21 no podían portar ojivas nucleares.
Así
las cosas, al resignarse con una infracción tan indignante, EEUU sentó
un peligroso precedente político que da rienda suelta también a otros
productores de misiles modernos. ¿Cuáles podrían haber sido los motivos
de tal actitud?
En la versión de Jeff Stein, la
actuación de ambos actores es absolutamente ilógica, contradiciendo sus
propias declaraciones y proceder. Semejante incoherencia merece aunque
sea alguna explicación, pero el periodista no hace ni una sola mención
al Arreglo de Wassenaar.
En contra de las opiniones
generalizadas, a lo largo de las dos últimas décadas, China viene
aplicando una política sumamente sopesada y cauta en materia de
exportación de armamentos.
En el gigante asiático rigen unas rigurosas
normas de expedición de licencias para la exportación de armas, sin las
cuales es imposible cerrar transacción alguna, más o menos importante,
sin la aprobación de la élite política gobernante.
Estos años últimos,
procurando evitar efectos políticos negativos, China prefirió abstenerse
de exportar a Oriente Próximo incluso armamentos comunes y corrientes.
Como
colofón, diremos que la historia parece ser más que dudosa, lo cual no
le impide seguir produciéndose en los medios internacionales.
Algo
parecido ocurría también antes, cuando se difundían noticias absurdas
sobre la venta de bombarderos estratégicos rusos a China o de cargas
nucleares que, supuestamente, tenía Rusia, pero que desaparecieron sin
dejar rastro.
Foto:es.wikipedia.org
http://spanish.ruvr.ru
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