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Los agentes tóxicos requieren determinadas condiciones para su correcta producción y conservación
reuters
La presunta utilización por parte del régimen de Bashar al Assad de armas químicas contra la población siria es el principal argumento de Estados Unidos para atacar a esta dictadura.
Según revelaron fuentes de los servicios de inteligencia
norteamericanos e israelíes al diario «The Wall Street Journal», el
Ejército de Assad ha dispersado su arsenal tóxico por todo el país. Se
cree que unas 1.000 toneladas métricas de ponzoña podrían estar
escondidas en unos 50 lugares distintos. Pero, ¿en qué condiciones se
producen y guardan los agentes tóxicos? ¿Cómo son este tipo de
instalaciones?
De acuerdo con la comandante Rosario Quesada, jefa del Laboratorio Químico del Regimiento NBQ*
del Ejército español, los países con este tipo de armas las han
producido «a gran escala y en instalaciones de características similares
a las de la industria de síntesis química como, por ejemplo, una
fábrica de pesticidas». Claro que, si en lugar de un Estado quien quiere obtener el agente tóxico es un individuo o un grupo terrorista como la secta Verdad Suprema
-que atacó el metro de Tokio con sarín-, «puede que la producción se
lleve a cabo en un pequeño laboratorio, consiguiendo así pequeñas
cantidades, y no toneladas», aclara la experta.
En el proceso se emplean materiales que soportan bien la corrosión
Se han obtenido para fines militares muchos tipos de agresivo químico, como la iperita, que es un vesicante -sustancia que produce ampollas en la piel- o el sarín, que es un agente capaz de colapsar el sistema nervioso. La Convención sobre Armas Químicas prohíbe la producción de muchas de estas sustancias, pero no todas. Algunas son legales, como el cloro gas,
que se utilizó durante la Primera Guerra Mundial para matar seres
humanos y hoy se emplea para potabilizar agua. Con todo, sea cual sea el
agente químico obtenido, se guarda en bidones de paredes anchas a
prueba de corrosión. «En las instalaciones de desmantelamiento de
Alemania, por ejemplo, emplean contenedores de polietileno», afirma la
experta. Posteriormente, el tóxico es almacenado.
Almacenes de veneno
Tanto las instalaciones de producción como las de
almacenamiento de armas químicas se suelen encontrar en lugares bastante
alejados de la población civil. «Por ejemplo, Estados Unidos está
desmantelando sus arsenales en lugares como el atolón de Johnston, en el Pacífico, o en las afueras de Pueblo, Colorado», asegura la comandante Quesada. Cuando el agresivo ya está dentro de los proyectiles, estos se almacenan en polvorines militares,
que son construcciones con características de seguridad específicas:
tienen paredes de hormigón muy gruesas y están compartimentados para
evitar que un estallido en una parte del arsenal afectase a otra.
«Algunos polvorines incluso están semienterrados y construidos de tal
manera que la dirección de la onda expansiva de una eventual explosión
fuese hacia arriba, y no hacia un lateral», explica la comandante.
El tamaño de los arsenales, en principio, no tiene límites.
Se pueden almacenar juntos muchos contenedores o proyectiles con
tóxicos. «Teóricamente, los proyectiles que están operativos, los que no
son armas viejas o abandonadas, tiene una carcasa de acero muy gruesa que hace que sea improbable una fuga a menos que el proyectil sea detonado o atacado desde el exterior», asegura Quesada.
En cualquier caso, en los lugares donde están siendo desmantelados, se vigila estos arsenales con detectores de agresivos químicos por si se diese una fuga. Además, estas instalaciones disponen de filtros de aire
para evitar que, de producirse un escape de tóxicos, estos saliesen al
exterior. Por otra parte, «es conveniente que en los almacenes o
polvorines no se registren temperaturas muy altas, y que el personal
lleve una mínima protección. Normalmente no están al sol, y mantienen
condiciones de temperatura y humedad estables», afirma la experta.
El proyectil
Se ha engordado con veneno todo tipo de armamento. «Se han encontrado agentes químicos en proyectiles de artillería de calibre 105, 155, en minas antipersona, en misiles...
En este sentido hay pocos límites», afirma la comandante Quesada. Con
todo, sí es cierto que se controla la cantidad de explosivo que acompaña
al tóxico dentro el proyectil. «Por ejemplo, si hay demasiado podría
incinerar todo el agresivo, anulando así el objetivo de su dispersión. Y
al contrario, si la cantidad de explosivo es menor de la necesaria,
tras la detonación podría no obtenerse la nube de gas que se persigue»,
explica.
* Se encuentra
en Valencia y constituye el referente obligado del Ejército de Tierra en
todo lo que se refiere a la defensa contra agresivos de carácter
nuclear, biológico y químico, de ahí sus siglas.
Guillermo Llona
http://www.abc.es
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