En un informe especial
sobre las disputas marítimas que mantiene China con sus estados vecinos
tanto en el Mar de China Oriental como Meridional publicado
recientemente por el think tank estadounidense Council on Foreign
Relations, su presidente, Richard Haass, afirmaba que ante el aumento de
las tensiones entre las potencias regionales, el verdadero peligro para
Asia era que el siglo XXI asiático empezara a seguir el mismo camino
que la Europa de principios de siglo XX.
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Tanto las autoridades de Tokio como las de Seúl y sus sectores más
nacionalistas ya han rechazado cualquier reconocimiento a la ZIDA china.
En este sentido, desde sus órganos de poder se considera que la
iniciativa del gobierno de Xi Jinping es otra demostración de fuerza y
“sacar músculo” del gigante asiático, así como un paso más hacia una
espiral ofensiva conducente al escenario regional no deseado descrito
por Haass.
Por otra parte, la reacción de Estados Unidos, principal aliado de
japoneses y surcoreanos, ha sido ambigua. En primera instancia, rechazó
enérgicamente el establecimiento de la ZIDA por considerar que rompía el
actual statu quo de la zona. No obstante, tras la reunión
celebrada el día 4 de diciembre en Beijing entre el presidente chino, Xi
Jinping, y el vicepresidente estadounidense, Joe Biden, Estados Unidos
no reconoce la legitimidad de la ZIDA, pero sí recomienda temporalmente a
sus compañías de aviación comercial que faciliten a las autoridades
chinas (en este caso al ministerio de Asuntos Exteriores chino o a la
Administración de la Aviación Civil) la información requerida de los
planes de vuelo de los aviones que sobrevuelen la zona. Con ello, se
podría deducir que la administración Obama realiza un reconocimiento implícito de la ZIDA a corto plazo.
Teniendo en cuenta la posición adoptada por Estados Unidos y situando
la iniciativa china de establecer la ZIDA en su justo contexto, desde
mi punto de vista la situación actual, a corto plazo, debe analizarse
más como una acción de tanteo que no como una espiral ofensiva. No
obstante, ésta sí puede darse a más largo plazo.
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En segundo término, la ZIDA china debe enmarcarse en una acción más
de contraposición y tanteo hacia Estados Unidos y las potencias
regionales rivales para ver cuál es su reacción ante la decisión del
gobierno de Xi Jinping. Así, China busca contrapesar las Zonas de Identificación de Defensa Aérea
anteriormente establecidas por los otros actores y tantear al rival.
Pero nunca buscando una situación de confrontación abierta que sería
contraproducente a sus intereses en la actualidad. Sin embargo, el
problema de la ZIDA china es que no sólo modifica el statu quo,
sino que a diferencia de las otras existentes en la región y
gestionadas por Estados Unidos, Japón, que la modificó en junio creando
cierta polémica con Taiwán, y Corea del Sur, que ya ha anunciado que
ampliara su zona consecuencia directa de la acción china, incluye áreas
territoriales que se reconocen internacionalmente bajo control de Japón.
Ligado a este último punto, el establecimiento de la ZIDA china
también es una respuesta a la decisión tomada el pasado mes de octubre
por el premier japonés, Shinzo Abe, de dar autorización al ministerio de
Defensa para derribar cualquier vehículo aéreo no tripulado chino que
sobrevolara el espacio aéreo japonés, en clara referencia a las Islas
Senkaku/Diaoyu. La reacción desde el ministerio homólogo chino fue la de
advertir a Japón que cualquier acción de este tipo sería considerado
como “acto de guerra”.
Un cuarto punto se refiere a que el establecimiento de la ZIDA puede
responder a una estrategia a más largo plazo para reclamar la soberanía
china sobre las islas Senkaku/Diaoyu. En esta dirección, la ZIDA
reforzaría dicha aspiración ya que permitiría a China ejercer la
administración aérea de la zona asignada y desafiar el control sobre las
islas que ejerce Japón. Sin embargo, a corto plazo no es viable ni
responde a los intereses de China provocar un enfrentamiento bélico con
Japón en las circunstancias actuales.
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En relación a la ambigua posición de Estados Unidos respecto a la
ZIDA china, la misma puede responder a dos grandes motivaciones que, a
primera vista, podrían parecer opuestas la una de la otra. No obstante,
ambas se demostrarán complementarias respondiendo a los intereses de la
política exterior y de seguridad estadounidense en la región.
En la primera de ellas, Estados Unidos debe mostrar su oposición
pública a la iniciativa china porque, por una parte, modifica el statu quo
y eso afecta directamente a su liderazgo y a su política de seguridad
en la región y, por otra parte, la administración Obama debe guardar las
formas y atender las quejas y peticiones contra China realizadas dentro
de su sistema de alianzas para reforzarlo.
Sin embargo, existe una segunda motivación que explica la mencionada
ambigüedad estadounidense. Así, la instauración de la ZIDA a corto plazo
puede ser beneficiosa para los intereses de la administración Obama por
tres grandes razones:
En primer lugar, la posición de Washington puede obedecer al hecho de
que esta nueva acción del gigante asiático provoque un aumento aún más
significativo de la dependencia de los rivales regionales de China, como
Japón y Corea del Sur, hacia Estados Unidos y su estrategia de
seguridad. No sólo ya a nivel de afianzar su sistema de alianzas, sino
también en una mayor venta de armamento para hacer frente a la amenaza
china.
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Por último y al igual que China, Estados Unidos puede tantear las
verdaderas capacidades e intenciones del gobierno de Xi Jinping y hasta
donde está dispuesto a llegar con dicha medida. Por ello y al día
siguiente de su instauración, Estados Unidos ya envió a dos B-52 para
que sobrevolaran la nueva ZIDA china y comprobaran así la primera
reacción de las autoridades chinas, en un episodio que el analista del
International Institute for Strategic Studies, Christian Le Miere, ha
catalogado como de “diplomacia del bombardero”.
China se limitó a no actuar en este caso. Aunque después sí envió a sus
cazas cuando Japón repitió la misma táctica que Estados Unidos.
No obstante y en estos momentos, se debería tener cuidado con la
“diplomacia del bombardeo” y la actual situación de la ZIDA. Japón y
Corea del Sur se niegan a cumplir los requisitos de las autoridades
chinas en dicha zona tanto en sus vuelos comerciales como militares a no
ser que tengan su destinación final en China. Mientras que Estados
Unidos sólo avisa de los primeros. Por ello, las probabilidades de un
error, de una mala interpretación o de un mal cálculo ante el aumento
del tráfico de cazas, bombarderos, aviones de reconocimiento, entre
otros, podría provocar un incidente no deseado que derivara en un
conflicto diplomático o que incluso, en caso extremo, diera lugar a un
episodio armado entre ambos bandos.
Así pues y como conclusión, a corto plazo la instauración de la ZIDA
por parte de China debería considerarse como una acción más de tanteo
hacia sus rivales regionales y dentro de su estrategia de seguridad de
AA/AD. En estos momentos, China no está preparada para un escenario de
espiral ofensiva porque el proceso de modernización de su fuerza aérea y
naval no está en absoluto terminado. Sin embargo, si China cumple con
su anuncio de crear más Zonas de Identificación de Defensa Aérea para
afianzar su posición de seguridad y las futuras reclamaciones
territoriales frente a sus rivales regionales, ello sí modificaría
sustancialmente el statu quo. Dicha acción a medio y largo
plazo podría provocar una escalada de la tensión y una espiral ofensiva
real con Estados Unidos y su sistema de alianzas. Y con este escenario,
Asia sí se acercaría al contexto de la Europa de principios de siglo XX.
Por Xavier Servitja Roca
*Xavier Servitja Roca es ayudante de investigación en GESI
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