El MiG-25 (según la designación de la OTAN Foxbat) fue pensado para responder a la amenaza que suponía el bombardero supersónico americano B-58 y sus siguientes versiones, que eran capaces de romper las defensas antiaéreas y llevar a cabo ataques nucleares.

 
Los cazas interceptores a disposición de la URSS no lograban hacer frente a estos aviones debido a su capacidad de vuelo a alta velocidad y a gran altura. 

De hecho, los aviones soviéticos tampoco podían plantar cara al avión de reconocimiento Lockheed SR-71, que poseía una velocidad de crucero de 2,8 Mach. Y el bombardero estratégico XB-70 Valkyrie no dejaba ninguna oportunidad a los aviones que componían entonces las fuerzas aéreas soviéticas, como el MiG-21 ni al Su-15. Los constructores del MiG-25 lograron que el avión alcanzara una velocidad de 3.000 km/hora y elevarlo hasta los 23.000 metros, con lo que consiguieron que el avión se pudiera comparar al Valkyrie por sus características. Aunque nunca llegó a producirse un auténtico enfrentamiento entre estas dos aeronaves, ya que el XB-70 nunca llegó a fabricarse en serie.

Por encima de todos

El avión MiG-25 ha batido 29 récords mundiales. De todos ellos, uno permanece todavía imbatible: la altura de vuelo de este avión con motores a reacción. El 21 de agosto de 1977 el piloto de pruebas Fedótov se elevó a una altura de 37.650 metros.

El fuselaje del MiG-25 no tenía precedentes en la aviación de combate mundial. El avión está equipado con entradas de aire horizontales laterales, una cola de doble fuselaje y unas finas alas trapezoidales de pequeño tamaño. Sus dos turborreactores están situados junto a la parte del fuselaje de la cola. Esta disposición permitía al avión alcanzar velocidades récord en aquel momento y obtener una capacidad de maniobra superior a la de las aeronaves de su clase.

 
La tecnología radioelectrónica de a bordo permitía por primera vez llevar al interceptor hasta su objetivo en modo semiautomático, algo que con las tasas de velocidad que iba a alcanzar se hacía prácticamente imperativo: los reflejos humanos habituales no podían reaccionar a tiempo.

La barrera de la temperatura
  
A velocidades superiores a los 2,5 Mach se produce un fuerte calentamiento en la maquinaria del avión que llega a alcanzar temperaturas de 300-400 grados centígrados, por lo que los materiales utilizados en el MiG-25 no podían ser los que se habían utilizado hasta el momento en este tipo de construcción. Una de las opciones era el titanio, empleado por los americanos. Sin embargo, los constructores rusos apostaron por el acero, que finalmente se utilizó para el 80% de la masa total del avión. El resto fue construido con titanio y otras aleaciones de aluminio termorresistentes.

En el fuselaje había 5 kilómetros de juntas y 1,4 millones de soldaduras. Un ejemplo de la calidad de este trabajo es que en un año de trabajo, tras 450 kilómetros de soldaduras, únicamente se descubrieron dos insignificantes fugas de combustible. Un inesperado efecto colateral del uso de este nuevo material fue la sorprendente capacidad de reparación del avión: la soldadura se podía realizar directamente en su punto de estacionamiento.

El dolor de cabeza de los congresistas estadounidenses

El desarrollo de este interceptor y sus pruebas se llevaron a cabo en el más estricto secreto. Su existencia fue revelada al mundo el 9 de julio de 1967 en un desfile aéreo con motivo de la celebración del Día de las Fuerzas Aéreas en Domodédovo. Cuatro interceptores pasaron en vuelo raso sobre las tribunas del público. El director de la compañía informó de que este nuevo aparato era capaz de superar una velocidad de 3.000 kilómetros/hora.

Para Occidente esto fue una enorme noticia, aunque no precisamente buena. Con motivo de esta noticia llegaron a celebrarse incluso varias audiencias de emergencia en el congreso de Estados Unidos. Tras estas audiencias se comenzó a trabajar en la creación de cazas interceptores de las nuevas clases F-14 y F-15. Estos dos aviones poseen el mismo diseño de doble fuselaje en la cola que el MiG-25, aunque no son capaces de alcanzar la misma velocidad ni la misma altura.

En septiembre de 1976, el teniente Víktor Belenko se fugó a bordo de un MiG-25P de un aeródromo militar hacia Japón y aterrizó en la isla de Hokkaidō, donde pidió asilo político. El avión fue desmontado y estudiado por especialistas americanos. Un mes y medio más tarde, debido a las exigencias del Ministerio de Asuntos Exteriores soviético, lo devolvieron completamente desmontado.

Esta traición del oficial soviético causó una profunda herida a la URSS. Aunque esta historia tuvo su parte positiva: todo ello contribuyó al aumento de la capacidad combativa del interceptor. Como el enemigo conocía todos los secretos del funcionamiento de la electrónica, todo el equipamiento electrónico fue remplazado por completo. Gracias a ello, el caza fue equipado con un sistema de detección y seguimiento del objetivo perfeccionado y fue llamado MiG-25PD.

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