Se viene detectando, desde hace tiempo, un cierto interés de la Marina real australiana por las capacidades anfibias de la Armada española como consecuencia, sin duda, de la construcción por Navantia de los dos LHD clase Juan Carlos I y 12 lanchas de desembarco LCM-1E para equiparlos, que se unen a la de los tres modernos destructores de diseño tambien español.
Es
 curioso que dos naciones tan separadas geográfica e históricamente 
hayan tomado decisiones de dotarse de armamento análogo especialmente en
 los ámbitos aeronáutico y naval. Me estoy refiriendo a los cazabombarderos F-18, a los helicópteros SH-60, Tigre y NH90 y a las fragatas clase Perry FFG-7 y F-100 Álvaro de Bazán que están -o estarán próximamente- en los respectivos ordenes de batalla.
La
 capacidad anfibia de la Armada no siempre es bien comprendida y a veces
 es criticada como si se intentase recrear los escenarios de asalto a 
playas fuertemente defendidas de la 2ª Guerra Mundial. No es así.
Es esta una capacidad que se adapta a numerosos escenarios actuales. Por ejemplo: ser capaz de fijar fuerzas superiores a lo largo de un amplio escenario geográfico; realizar incursiones sobre objetivos puntuales; asistencias humanitarias ante desastres; y otras muchas más de las que hago indulgencia al lector.
Es esta una capacidad que se adapta a numerosos escenarios actuales. Por ejemplo: ser capaz de fijar fuerzas superiores a lo largo de un amplio escenario geográfico; realizar incursiones sobre objetivos puntuales; asistencias humanitarias ante desastres; y otras muchas más de las que hago indulgencia al lector.
Si algo caracteriza a esta capacidad, es su flexibilidad y rapidez de
 reacción con unas posibilidades inherentes de sostenimiento logístico, 
limitadas pero superiores a otras modalidades de reacción rápida.
En
 realidad, la capacidad anfibia española es parte de otra más amplia -de
 carácter eminentemente conjunto- que es la de proyección de fuerzas. 
Los futuros aviones A400M, el hospital de campaña Role 3 y los 
recientes ejercicios de embarque de los helicópteros del Ejército de 
Tierra en el Juan Carlos I -especialmente diseñado para ello- 
son solo tres ejemplos de los muchos que se podrían poner de cómo 
potenciar estas posibilidades de proyectar -y sostener- nuestras fuerzas
 en escenarios lejanos.
El próximo despliegue del buque de aprovisionamiento de combate Cantabria en
 aguas australianas combina el interés industrial con el estratégico 
para operar en escenarios asiáticos, el futuro centro de gravedad 
mundial.
Este
 renovado interés australiano por la capacidad anfibia española nos 
permite encontrar potencialmente un lejano socio ideal por su entidad 
material y tradición cultural para ampliar esta iniciativa. Esperemos 
que despliegues como los del Cantabria continúen y se amplíen a otros 
ámbitos -no solo anfibios- sino, por ejemplo, al de los submarinos, escoltas, helicópteros y unidades en general de los otros ejércitos que componen la capacidad de proyección española de fuerzas.
Ángel Tafalla
www.revistatenea.es  










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