En 1785, tras analizar diversas propuestas que se le presentaron, el Rey Carlos III
decidió sustituir las banderas blancas de los buques de guerra por una
nueva bandera; dio otra a los mercantes y, poco después, una tercera a
los buques corsarios (mercantes que llevaban cañones y tenían licencia
real para atacar a los buques enemigos). Los tres modelos, diferentes
entre sí, eran de los colores rojo y amarillo.
Las razones de esta decisión eran lograr mayor vistosidad de los buques y que se identificaran mejor como españoles,
porque en aquel tiempo había por los mares demasiados barcos franceses,
napolitanos, ingleses, etc. con banderas también blancas y con muy
pocos elementos distintivos.
Además
de por su vistosidad, Carlos III eligió el rojo y el amarillo por ser
los de los escudos de Castilla, Aragón y Navarra, los grandes reinos
peninsulares que llevaron a cabo la reconquista de España. Castilla se
representa por un castillo de oro sobre campo de gules, cuartelado con
León, representado por un león de este color sobre campo de plata, y
Granada en la punta; Aragón es un campo de oro y cuatro palos de gules; y
Navarra, cadenas de oro con una esmeralda verde en el centro sobre un
campo de gules.
Es decir, prácticamente todo es gules y oro; o
sea, rojo y amarillo. Así pues, si hay un colorido que representa a
España desde hace 6 o 7 siglos, ese es la combinación del rojo y el amarillo.
SÍMBOLO DEL TERRITORIO
Poco
después de estrenar los barcos de guerra la nueva bandera, se asignó a
los castillos de la costa y a las instalaciones de la Armada, empezando a identificar los límites costeros del territorio español. Y, desde finales del siglo XVIII,
también se izó en las fortificaciones terrestres fronterizas. Así se
completó el proceso por el que la misma bandera rojo-amarillo-rojo decía
ya, de modo general e interpretado adecuadamente por todos, españoles y
extranjeros: “Este es el territorio español”.
SÍMBOLO DEL PUEBLO
La invasión francesa de 1808
y la equívoca actuación del Rey y las más altas autoridades, provocaron
entre los españoles nuevos sentimientos populares, cuyo ejemplo lo
pusieron los madrileños en la célebre jornada del 2 de mayo.
A causa de la pérdida de la independencia a manos francesas, fue
extendiéndose entre los españoles el deseo de ser los protagonistas de
su propio destino y luchar por recuperar la independencia ante los
invasores napoleónicos.
Durante y tras la Guerra de la Independencia,
el pueblo llano fue haciendo un uso creciente de los colores
rojo-amarillo-rojo al sentirse representado por ellos, por ejemplo,
cuando engalanaba sus calles en las fiestas patrióticas y populares y en
las plazas de toros, como ejemplos más señalados.
SÍMBOLO DE LOS IDEALES DE PROGRESO
Cuando, en el Cádiz asediado por los franceses, las Cortes elaboraron la primera Constitución de 1812
estaban sentando los cimientos de nuestra realidad política actual. La
nueva concepción de la política derivaba del concepto de Soberanía
Nacional, que sustituía a la Soberanía del Rey absoluto. A partir de
ahí, fueron dándose pasos adelante muy importantes hasta el desarrollo
pleno de la Democracia y las libertades públicas.
Aquellos ideales
políticos, liberales, modernizadores y progresistas, que pretendían
acabar con los privilegios de las clases superiores y reconocer como
ciudadanos-protagonistas a los que hasta entonces eran sólo
súbditos-pasivos, también adoptaron unos colores expresivos de sus
valores. Estos colores fueron, también, el rojo-amarillo-rojo, -por
influencia de las banderas más habituales de Cádiz, las navales- y así
fueron las banderas de la Milicia Nacional.
CONCENTRACIÓN DE LOS TRES SIMBOLISMOS
Estos
tres simbolismos se consolidaron y fueron aceptados sin discusión como
representaciones del territorio, del pueblo -por su conciencia de unidad
y protagonismo histórico- y el de sus ideales políticos modernos. Este
es el momento en el que nace, verdaderamente, la bandera ‘nacional’, la
fusión de los tres componentes de la Nación española. Eso ocurrió tras
el fin de la Primera Guerra Carlista, en 1840, cuando los ‘absolutistas’ opuestos a la Monarquía Parlamentaria fueron derrotados.
Tras la victoria liberal y progresista, la Reina Isabel II,
consolidada en su Trono, se identificó con el pueblo y los
modernizadores ideales políticos y, por ello, el preámbulo del Real
Decreto del 13 de octubre de 1843 dice: “Siendo la bandera nacional el verdadero símbolo de la monarquía española…”.
Extracto del documento original del 28 de mayo de 1785:
“Para
evitar los inconvenientes y perjuicios que ha hecho ver la experiencia
puede ocasionar la Bandera Nacional de que usa Mi Armada Naval y demás
Embarcaciones Españolas, equivocándose a largas distancias ó con vientos
calmosos con la de otras Naciones, he resuelto que en adelante usen mis
Buques de guerra de Bandera dividida a lo largo en tres listas,
de las cuales la alta y la baja sean encarnadas y del ancho cada una de
la cuarta parte del total, y la de enmedio, amarilla,
colocándose en ésta el Escudo de mis Reales Armas, reducido a los dos
quarteles de Castilla y León, con la Corona Real encima…”. Señalado de
mano de S.M. En Aranjuez, a veinte y ocho de mayo de mil setecientos
ochenta y cinco”.
Antonio Manzano
http://www.onemagazine.es
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