La
 decisión turca de comprar un sistema de misiles antiaéreos a China 
preocupa no sólo a la OTAN sino también a muchos analistas en Turquía, 
dado que parece predecir un giro nítido en el juego de alianzas 
estratégicas del país eurasiático. La
 integración de programas informáticos y radares de fabricación china en
 el aparato defensivo turco, conectado con los demás miembros de la 
OTAN, puede considerarse incluso un "virus", temen en la Alianza 
Atlántica, destaca el diario turco "Hürriyet".
El
 acuerdo, cerrado en septiembre, prevé un desembolso de 3.440 millones 
de dólares para adquirir un sistema de misiles tierra-aire HQ-9, 
fabricados por la empresa china CPMIEC. La
 compañía se impuso en la licitación a la oferta de la franco-italiana 
Eurosam, la estadounidense Raytheon-Lockheed Martin, fabricantes del 
misil Patriot, y de la rusa Rosoboronexport. Según el Ministerio de Defensa turco, la oferta china fue considerada por ser la menos costosa.
Pero
 el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, recalcó esta 
semana que "es de extrema importancia que los sistemas que compre un 
país pueda operar de forma conjunta con sistemas similares en otros 
países de la Alianza". Algo
 que en el caso de los HQ-9 sólo funcionará si tanto China como Estados 
Unidos comparten con Turquía códigos informáticos, algo más bien 
improbable, señalan los analistas turcos.
También
 la Casa Blanca expresó ayer su "grave preocupación" por este acuerdo de
 Defensa, precisamente por la incompatibilidad de las armas, el mismo 
día que el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, rechazara 
cualquier interferencia en la "soberanía" turca y criticó la 
"sensibilidad" de la OTAN, mientras que otros países miembros utilizan 
armamento ruso.
Pero
 la polémica ha suscitado preguntas sobre la posición de Turquía como 
vanguardia de la OTAN en Asia, papel que cumplió desde su ingreso en la 
Alianza en 1952, tres años después de su fundación. El
 politólogo Serhat Güvenç, profesor de la Universidad Kadir Has en 
Estambul, señaló al diario "Hürriyet" que la compra prevista de misiles 
chinos refleja el descontento de Ankara con Washington.  
"Hay
 frustración: Las posiciones turca y estadounidense respecto a Siria no 
son compatibles", cree Güvenç, dado que Turquía prefiere una 
intervención militar para derrocar al régimen de Bachar el Asad, cosa 
que Obama ha rechazado. Además, "Egipto fue la última gota" que rebasó el vaso, ya que Washington reconoce al gobierno militar, lo que Ankara rechaza.
Las
 acusaciones de que el jefe de los servicios secretos turcos, Hakan 
Fidan, sería el responsable de la detención de espías israelíes en Irán y
 persiguiera un rumbo "independiente" en Siria, también han enrarecido 
el ambiente, aunque la Casa Blanca volvió a definir Turquía ayer como 
"un amigo cercano y aliado".  
"A
 Fidan le acusan de establecer una estructura independiente de servicios
 secretos y de no permitir que otros espías trabajen en Turquía; es 
decir le acusan de hacer bien su trabajo", defendió el ministro de 
Exteriores turco, Ahmet Davutoglu, al funcionario. Definió
 los reportajes, aparecidos en la prensa estadounidenses, como "una 
presión psicológica constante" para cambiar la política exterior turca.
Como
 resultado, Turquía se siente cada vez más como "un lobo solitario", en 
palabras de Güvenç, y escoger el sistema de misiles chino parece ser una
 reacción para buscar amigos en otra parte del mundo, señala. "Pero
 creo que Turquía ha apostado demasiado alto y tendrá que recular; al 
final se impondrá el sentido común", concluye el profesor, en referencia
 a que el contrato de misiles aún no está del todo cerrado y puede 
volver a anularse. En tal caso, según el Ministerio de Defensa turco, la oferta franco-italiana de Eurosam sería la siguiente opción.
Dogan Tiliç
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